7 de enero después del
Domingo de Epifanía
San Pedro
Crisólogo Sermón 160
Aunque en el
mismo misterio del nacimiento del Señor se dieron insignes testimonios de su
divinidad, sin embargo, la solemnidad que celebramos manifiesta y revela de
diversas formas que Dios ha asumido un cuerpo humano, para que nuestra
inteligencia, ofuscada por tantas obscuridades, no pierda por su ignorancia lo
que por gracia ha merecido recibir y poseer. Pues el que por nosotros quiso
nacer no quiso ser ignorado por nosotros; y por esto se manifestó de tal forma
que el gran misterio de su bondad no fuera ocasión de un gran error. Hoy el
mago encuentra llorando en la cuna a aquel que, resplandeciente, buscaba en las
estrellas. Hoy el mago contempla claramente entre pañales a aquel que,
encubierto, buscaba pacientemente en los astros. Hoy el mago discierne con
profundo asombro lo que allí contempla: el cielo en la tierra, la tierra en el
cielo, el hombre en Dios, y Dios en el hombre; y a aquel que no puede ser
encerrado en todo el universo incluido en un cuerpo de niño. Y, viendo, cree y
no duda; y lo proclama con sus dones místicos: el incienso para Dios, el oro
para el Rey, y la mirra para el que morirá. Hoy el gentil, que era el último,
ha pasado a ser el primero, pues entonces la fe de los magos consagró la
creencia de las naciones. Hoy Cristo ha entrado en el cauce del Jordán para
lavar el pecado del mundo. El mismo Juan atestigua que Cristo ha venido para
esto: Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Hoy el siervo
recibe al Señor, el hombre a Dios, Juan a Cristo; el que no puede dar el perdón
recibe a quien se lo concederá.
REFLEXIÓN
Para la catequesis patrística, es evidente que los
signos anuncian un cumplimiento, y casi automáticamente se debe dar una lectura
de asentimiento a la divinidad en Jesús de Nazareth. Hoy no vivimos la lectura
con esa ecuación o igualdad. Tenemos otra mentalidad en general poco dispuesta
a ver amigablemente la divinidad, porque más bien hemos acumulado muchos
reclamos, por los cuales no queremos darle entrada a su salvación prometida. La
fe que opera esta visión requiere ser solicitada ferviente y humildemente para
ser recuperada.
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