Jueves, I
semana
San Atanasio Sermón contra los gentiles
40-42
El Padre de Cristo, santísimo e inmensamente
superior a todo lo creado, como óptimo gobernante, con su propia sabiduría y su
propio Verbo, Cristo, nuestro Señor y salvador, lo gobierna, dispone y ejecuta
siempre todo de modo conveniente, según a él le parece adecuado. Nadie,
ciertamente, negará el orden que observamos en la creación y en su desarrollo,
ya que es Dios quien así lo ha querido. Pues, si el mundo y todo lo creado se
movieran al azar y sin orden, no habría motivo alguno para creer en lo que hemos
dicho. Mas si, por el contrario, el mundo ha sido creado y embellecido con
orden, sabiduría y conocimiento, hay que admitir necesariamente que su creador
y embellecedor no es otro que el Verbo de Dios. Me refiero al Verbo que por
naturaleza es Dios, que procede del Dios bueno, del Dios de todas las cosas,
vivo y eficiente; al Verbo que es distinto de todas las cosas creadas, y que es
el Verbo propio y único del Padre bueno; al Verbo cuya providencia ilumina todo
el mundo presente, por él creado. Él, que es el Verbo bueno del Padre bueno,
dispuso con orden todas las cosas, uniendo armónicamente lo que era entre sí
contrario. Él, el Dios único y unigénito, cuya bondad esencial y personal
procede de la bondad fontal del Padre, embellece, ordena y contiene todas las
cosas
REFLEXIÓN
La idea y
enfoque de armonía de los textos antiguos, se nutre o nutre una teología de
orden y trabazón perfecta de todos los elemento entre sí. No es nuestra visión
actual, que ha venido históricamente conflictuándose. Las causas son varias de
diferente orden y la suspicacia puede atribuirles agendas ocultas a las mentes
y circunstancias que varían contra lo establecido, o a pesar de ello. El orden
ahora es sinónimo de establecimiento y zona confortable, que no se mueve a
mejores programas, experiencias o logros. Pero tanto en uno como en otro
enfoque, encontraremos visionarios de fe con aportes de sentido salvífico.
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