San Basilio Magno Regla mayor, respuesta
2,1
El amor de Dios no es algo que pueda
aprenderse con unas normas y preceptos. Así como nadie nos ha enseñado a gozar
de la luz, a amar la vida, a querer a nuestros padres y educadores, así
también, y con mayor razón, el amor de Dios no es algo que pueda enseñarse,
sino que desde que empieza a existir este ser vivo que llamamos hombre es
depositada en él una fuerza espiritual, a manera de semilla, que encierra en sí
misma la facultad y la tendencia al amor. Esta fuerza seminal es cultivada
diligentemente y nutrida sabiamente en la escuela de los divinos preceptos y
así, con la ayuda de Dios, llega a su perfección
REFLEXIÓN
Llevamos en
nosotros todo lo necesario para lograrnos como humanos, como hombre y mujer,
como administradores de la creación, como correspondientes al amor de Dios. Si
usamos de nuestra inteligencia y corazón para seguir la conducción que ese don
impulsa. Si escuchamos la voz que ese don susurra o clama, si amamos para hacer
el bien, más allá de nosotros mismos y el centrismo que desvía su fuerza.
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