Domingo, VI
semana
San Efrén Sobre el Diatéseron 1,18-19
¿Quién hay capaz, Señor, de penetrar con
su mente una sola de tus frases? Como el sediento que bebe de la fuente, mucho
más es lo que dejamos que lo que tomamos. Porque la palabra del Señor presenta
muy diversos aspectos, según la diversa capacidad de los que la estudian. El
Señor pintó con multiplicidad de colores su palabra, para que todo el que la
estudie pueda ver en ella lo que más le plazca. Escondió en su palabra variedad
de tesoros, para que cada uno de nosotros pudiera enriquecerse en cualquiera de
los puntos en que concentrara su reflexión. La palabra de Dios es el árbol de
vida que te ofrece el fruto bendito desde cualquiera de sus lados, como aquella
roca que se abrió en el desierto y manó de todos lados una bebida espiritual.
Comieron—dice el Apóstol—el mismo alimento espiritual y bebieron la misma
bebida espiritual. Aquel, pues, que llegue a alcanzar alguna parte del tesoro
de esta palabra no crea que en ella se halla solamente lo que él ha hallado,
sino que ha de pensar que, de las muchas cosas que hay en ella, esto es lo
único que ha podido alcanzar. Ni por el hecho de que esta sola parte ha podido
llegar a ser entendida por él, tenga esta palabra por pobre y estéril y la
desprecie, sino que, considerando que no puede abarcarla toda, dé gracias por
la riqueza que encierra. Alégrate por lo que has alcanzado, sin entristecerte
por lo que te queda por alcanzar
https://www.youtube.com/watch?v=Vq38b-5aVWY
REFLEXIÓN
La
sobreabundancia de la Palabra de Dios se experimenta en la lectura constante
que nos ofrece la Iglesia como un manjar permanente, cada día de la semana,
durante todas las semanas del año. Acercarse a la mesa de la Palabra es vivir
la saciedad que se requiere en el momento, como el maná, con la convicción, que
habrá más cuando vuelva a necesitar. Inagotable, polifacética, disponible,
interpeladora, acogedora. Una palabra que no defrauda jamás.
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