Martes, XVII
San Basilio Magno Homilía 3 sobre la caridad 6
Oh hombre, imita a la tierra; produce
fruto igual que ella, no sea que parezcas peor que ella, que es un ser
inanimado. La tierra produce unos frutos de los que ella no ha de gozar, sino
que están destinados a tu provecho. En cambio, los frutos de beneficencia que
tú produces los recolectas en provecho propio, ya que la recompensa de las
buenas obras revierte en beneficio de los que las hacen. Cuando das al
necesitado, lo que le das se convierte en algo tuyo y se te devuelve
acrecentado. Del mismo modo que el grano de trigo, al caer en tierra, cede en
provecho del que lo ha sembrado, así también el pan que tú das al pobre te
proporcionará en el futuro una ganancia no pequeña. Procura, pues, que el fin
de tus trabajos sea el comienzo de la siembra celestial: Sembrad justicia, y
cosecharéis misericordia, dice la Escritura.
REFLEXIÓN
Muchas cosas están en
contra de una mirada confiada en la eternidad. Entre ellas la tradición. Porque
así como la tradición del mensaje evangélico, se sigue llevando a través de los
siglos, como un prestigio del tiempo que
pasa y no vuelve, así la dureza de corazón persiste en su tradición de resistir
la buena obra y las entrañas aguadas en favor del miserable. Dos tradiciones,
una frente a otra, ancianas las dos, robustas y enérgicas las dos, determinadas
hasta llegar al final de una de ellas y sobrevivirla para siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario