LUNES, XXIII SEMANA
SAN PEDRO CLAVER, PRESBÍTERO
Pedro Claver nació en Verdún (España) en 1580. A partir de 1596, estudió humanidades y retórica en la universidad de Barcelona, e ingresó en la Compañía de Jesús en 1602. Siguió su vocación misionera hacia el nuevo mundo, impulsado por la voz de un santo: san Alonso Rodríguez, portero del colegio de los Jesuitas en Montesión, en Palma de Mallorca. En 1616 fue ordenado de sacerdote en Cartagena, misión colombiana, y en esa ciudad, puerto negrero, vivió hasta su muerte, el 8 de septiembre de 1654, consagrando su trabajo a los más miserables de su época: los esclavos negros. El día de su profesión religiosa escribió con su sangre unas palabras que serán el lema de su vida: «Pedro Claver, esclavo de los esclavos negros para siempre.» Fue canonizado por León XIII, en 1888, y proclamado por el mismo pontífice, en 1896, Patrono universal de las misiones entre los negros.
De las cartas de San Pedro Claver, presbítero.
(Epist. diei 31 maii 1627 ad Superiorem suum data; Edit (in lingua hispanica) A. Valtierra, S.L., San Pedro Claver, Cartagena, 1964, pp. 140-141)
Enviado para dar la Buena Noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos.
Ayer, 30 de mayo de este año de 1627, día de la Santísima Trinidad, saltó en tierra un grandísimo navío de negros de los Ríos. Fuimos allí cargados con dos espuertas de naranjas, limones, bizcochuelos y otras cosas. Entramos en sus casas, que parecía otra Guinea. Fuimos rompiendo por medio de la mucha gente hasta llegar a los enfermos, de que había una gran manada echados en el suelo muy húmedo y anegadizo, por lo cual estaba terraplenado de agudos pedazos de tejas y ladrillos, y esta era su cama, con estar en carnes sin un hilo de ropa.
Echamos manteos fuera y fuimos a traer de otra bodega tablas, y entablamos aquel lugar, y trajimos en brazos los muy enfermos, rompiendo por los demás. Juntamos los enfermos en dos ruedas; la una tomó mi compañero con el intérprete, apartados de la otra que yo tomé. Entre ellos había dos muriéndose, ya fríos y sin pulso. Tomamos una teja de brasas y puesta en medio de la rueda junto a los que estaban muriendo, y sacando varios olores de que llevábamos dos bolsas llenas, que se gastaron en esta ocasión y dímosles un sahumerio, poniéndole encima de ellos nuestros manteos, que otra cosa ni la tienen encima, ni hay que perder el tiempo en pedirles a los amos, cobraron calor y nuevos espíritus vitales, el rostro muy alegre, los ojos abiertos y mirándonos.
De esta manera les estuvimos hablando, no con lengua sino con manos y obras, que, como vienen tan persuadidos de que los traen para comerlos, hablarles de otra manera fue con provecho. Asentámonos después o arrodillámonos junto a ellos, y les lavamos los rostros y vientres con vino, y alegrándolos y acariciando mi compañero a los suyos y yo a los míos, les comenzamos a poner delante cuantos motivos naturales hay para alegrar un enfermo.
Hecho esto, entramos en el catecismo del santo bautismo y sus grandiosos efectos en el cuerpo y en el alma, y hechos capaces de ello y respondiéndonos a las preguntas hechas sobre lo enseñado, pasamos al catecismo grande: Uno, remunerador, castigador, etc. Luego les pedimos afectos de dolor, aborrecimiento de sus pecados, etc. Estando ya capaces, les declaramos los misterios de la Santísima Trinidad, Encarnación y Pasión, y poniéndoles delante una imagen de Cristo Señor Nuestro en la Cruz, que se levanta de una pila bautismal y de sus sacratísimas llagas caen en ella arroyos de sangre, les rezamos, en su lengua, el acto de contricción.
https://ec.aciprensa.com/wiki/San_Pedro_Claver
SAN PEDRO CLAVER, PRESBÍTERO
Pedro Claver nació en Verdún (España) en 1580. A partir de 1596, estudió humanidades y retórica en la universidad de Barcelona, e ingresó en la Compañía de Jesús en 1602. Siguió su vocación misionera hacia el nuevo mundo, impulsado por la voz de un santo: san Alonso Rodríguez, portero del colegio de los Jesuitas en Montesión, en Palma de Mallorca. En 1616 fue ordenado de sacerdote en Cartagena, misión colombiana, y en esa ciudad, puerto negrero, vivió hasta su muerte, el 8 de septiembre de 1654, consagrando su trabajo a los más miserables de su época: los esclavos negros. El día de su profesión religiosa escribió con su sangre unas palabras que serán el lema de su vida: «Pedro Claver, esclavo de los esclavos negros para siempre.» Fue canonizado por León XIII, en 1888, y proclamado por el mismo pontífice, en 1896, Patrono universal de las misiones entre los negros.
De las cartas de San Pedro Claver, presbítero.
(Epist. diei 31 maii 1627 ad Superiorem suum data; Edit (in lingua hispanica) A. Valtierra, S.L., San Pedro Claver, Cartagena, 1964, pp. 140-141)
Enviado para dar la Buena Noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos.
Ayer, 30 de mayo de este año de 1627, día de la Santísima Trinidad, saltó en tierra un grandísimo navío de negros de los Ríos. Fuimos allí cargados con dos espuertas de naranjas, limones, bizcochuelos y otras cosas. Entramos en sus casas, que parecía otra Guinea. Fuimos rompiendo por medio de la mucha gente hasta llegar a los enfermos, de que había una gran manada echados en el suelo muy húmedo y anegadizo, por lo cual estaba terraplenado de agudos pedazos de tejas y ladrillos, y esta era su cama, con estar en carnes sin un hilo de ropa.
Echamos manteos fuera y fuimos a traer de otra bodega tablas, y entablamos aquel lugar, y trajimos en brazos los muy enfermos, rompiendo por los demás. Juntamos los enfermos en dos ruedas; la una tomó mi compañero con el intérprete, apartados de la otra que yo tomé. Entre ellos había dos muriéndose, ya fríos y sin pulso. Tomamos una teja de brasas y puesta en medio de la rueda junto a los que estaban muriendo, y sacando varios olores de que llevábamos dos bolsas llenas, que se gastaron en esta ocasión y dímosles un sahumerio, poniéndole encima de ellos nuestros manteos, que otra cosa ni la tienen encima, ni hay que perder el tiempo en pedirles a los amos, cobraron calor y nuevos espíritus vitales, el rostro muy alegre, los ojos abiertos y mirándonos.
De esta manera les estuvimos hablando, no con lengua sino con manos y obras, que, como vienen tan persuadidos de que los traen para comerlos, hablarles de otra manera fue con provecho. Asentámonos después o arrodillámonos junto a ellos, y les lavamos los rostros y vientres con vino, y alegrándolos y acariciando mi compañero a los suyos y yo a los míos, les comenzamos a poner delante cuantos motivos naturales hay para alegrar un enfermo.
Hecho esto, entramos en el catecismo del santo bautismo y sus grandiosos efectos en el cuerpo y en el alma, y hechos capaces de ello y respondiéndonos a las preguntas hechas sobre lo enseñado, pasamos al catecismo grande: Uno, remunerador, castigador, etc. Luego les pedimos afectos de dolor, aborrecimiento de sus pecados, etc. Estando ya capaces, les declaramos los misterios de la Santísima Trinidad, Encarnación y Pasión, y poniéndoles delante una imagen de Cristo Señor Nuestro en la Cruz, que se levanta de una pila bautismal y de sus sacratísimas llagas caen en ella arroyos de sangre, les rezamos, en su lengua, el acto de contricción.
https://ec.aciprensa.com/wiki/San_Pedro_Claver
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