Domingo 28 de tiempo ordinario
Sabiduría 7, 7-11
REFLEXIÓN
Supliqué, y se me
concedió la prudencia; invoqué, y vino a mí el espíritu de sabiduría
Con ella me vieron
todos los bienes juntos, en sus manos había riquezas incontables
El contexto de esta oración se encuentra en el momento de la
toma de posesión del Rey Salomón. Un reinado conocido por su opulencia y su
fama de sabio, pero también por su desobediencia a la Alianza.
Tal fue el señalamiento de la Palabra, como la causa profunda
de la división de Israel en dos reinos hermanos y rivales.
La petición de sabiduría es admirable sobretodo cuando se
tiene todo el poder y las riquezas, como para sentirse autosuficiente. Es una
declaración de humildad y sumisión frente al Señor, ejemplares.
Pero a la luz de la conducta posterior de este rey podemos
concluir que no todo se cifra en pedir sabiduría. No todo el que dice Señor,
Señor entrará en el reino.
Decir es una cosa. Buscar y cumplir es otra.
Podríamos decir que la oración completa solicita la sabiduría
para escuchar y cumplir la Palabra.
Algo así nos indicá Ignacio de Loyola sobre los ejercicios y
su objetivo: buscar y hallar la voluntad de Dios, y una vez encontrada,
cumplirla.
Salmo responsorial: 89
REFLEXIÓN
Enséñanos a
calcular(manah:contar) nuestros años, / para que adquiramos un corazón sensato
Por qué un corazón sensato calcula los años? Qué aprendizaje
se da en ese cálculo?
El cálculo en los textos de la Palabra está asociado con la
obtención de una información: inventario de recursos materiales.
Quien sabe con cuánto cuenta, tiene una medida de su poderío.
La palabra orienta esa sabiduría a contar años, más bien. A
contar tiempo. A sabiendas que no podemos hacerlo porque no sabemos de cuántos
disponemos. Es un límite a nuestra capacidad de inventariar. Más bien tenemos
que reconocer que Otro tiene esa cuenta.
Por eso si hacemos conciencia seremos prudentes en un sentido
definitivo: hagámos la voluntad del Señor, mientras tengamos tiempo.
Más vale ir acumulando tiempo de obediencia que ser sorprendido
en la rebeldía y dureza de corazón frente a la Palabra.
Hebreos 4, 12-13
RELEXIÓN
La palabra de Dios
es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetrante hasta el
punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos. Juzga los deseos
e intenciones del corazón. No hay criatura que escape a su mirada. Todo está
patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.
Tendremos la sabiduría suficiente de mostrarnos
transparentes, nosotros que en nuestro tiempo exigimos transparencia.?
Se podrá lo uno sin lo otro?
Siempre habrá un momento en la existencia cuando al mirarnos
directo al espejo sintamos nuestra opacidad y tiniebla.
Esa región la penetra la Palabra porque su corte es el único
que puede herir allí.
Es el momento en que nos enfrentamos a lo que en realidad
somos. Nuestra zona oscura.
Sin un esfuerzo honesto por echar luz allí, no podremos
aportar gran cosa en la transparencia del mundo. Seguiremos el juego de la
complicidad.
Marcos 10, 17 – 30
REFLEXIÓN
¿qué haré para
heredar la vida eterna?
Una pregunta importante, inicio de un proceso de
transformación de la existencia. Un proceso acechado por muchos riesgos de
bloqueos, parálisis, desvíos.
Ya sabes los
mandamientos
Una primera respuesta elemental. Algo que sabemos de sobra,
pero que evadimos con frecuencia. Hay unos mandamientos que son suficiente
indicio y criterio para saber por dónde caminamos respecto del reino, de la
vida eterna.
Jesús se le quedó
mirando con cariño
La Palabra historizada en Jesús se entusiasma con nuestro
potencial para el reino. No es indiferente a la buena tierra que albergamos.
vende lo que
tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego
sígueme.
Hemos de reconocer que esta exigencia nos pone en aprietos a
muchos. Y que nuestro pataleo adoptará mil formas. Una de ellas es usar nuestra
inteligencia, para rebajar la radicalidad del llamamiento.
Sólo nos queda como en el principio de las lecturas de hoy
pedir sabiduría, corazón sensato para tomar la decisión cónsona con el
seguimiento de Jesús.
Entonces, ¿quién
puede salvarse?
Nuestra amargura frente a lo pedregoso del camino se expresa
en esa frase.
Es imposible para
los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo.
Esta frase debió hacer fortuna en la comunidad primera,
porque también aparece en otro evangelio.
Mucha decepción propia debió producir entre los creyentes su
propia debilidad y fallas en la entrega al reino.
Y entonces se hizo necesario recordar que la entrega radical
no es asunto de puños sino de Espíritu.
Hacer,
como si todo dependiera de ti; confiar, como si todo dependiera del Señor, dice
Iñigo de Loyola.
https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1447156915906174981?s=20