viernes, 7 de enero de 2022

PALABRA COMENTADA

 

Viernes Después de Epifanía

1Juan 5,5-13



REFLEXIÓN

¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?

La Palabra nos habla de éxito, logro, cumplimiento de metas con una clave: creer en Jesús de Nazareth como Hijo de Dios.

Se puede creer en él como un ser humano espectacular, pero no es suficiente, porque no ponemos nuestra confianza sin límites en nadie limitado.

Para que Jesús reúna las condiciones de lo ilimitado requiere ser reconocido como absoluto: el Hijo de Dios.

Juan, el nombre del autor de esta literatura que nos comunica la Palabra, vivió un desafío temprano para la comunidad de los creyentes.

Jesús tenía verdadera carne, pero no era Dios porque una carne corruptible no puede albergar la divinidad.

Era el prejuicio de la mentalidad griega con influjo platónico.

Pero también vivió otro desafío: su carne era aparente y por lo tanto no era un hombre de verdad, un ser humano. Era apariencia humana.

Ambas conclusiones venían del mismo prejuicio: supuestamente preservar la divinidad en su estatus.

Había que reforzar la fe centrada en Jesús de Nazareth, el hombre de carne y Espíritu, como Hijo de Dios, divino.

En nuestro tiempo como reacción a la insistencia de la espiritualidad medieval sobre la divinidad de Jesús y su alejamiento vivencial en nuestra espiritualidad actual, se insiste con vehemencia en Jesús de Nazareth como ser humano de carne y hueso, tal como nosotros. Eso ha sido bueno para equilibrar.

Como aun en lo bueno entra el mal espíritu disfrazado de luz, se ha llegado al extremo de dudar, omitir, aún negar a Jesús como Hijo de Dios. Su divinidad.

De ahí la importancia también hoy de la confesión que nos encomienda la Palabra.

En qué consistirá la transignificación de ciertas fórmulas, que tiempo antes no levantaban ninguna emoción? Así, creer en Jesús como Hijo de Dios, no tiene en este momento un énfasis vivencial o existencial relacionado con la ortodoxia, sino más bien con la convicción y esperanza del aporte definitivo, radical y fundamental de Jesús como Hijo de Dios para la viabilidad humana.

En Hijo de Dios más que un título, concentramos un clamor, el de los necesitados de efectiva salvación. No más salvación-espejismo, provisional, en forma de alivios y placebos.

En él, reconocido como vinculado inextricablemente a Dios como Padre, ponemos el deseo profundo, que es el índice vivencial de la precariedad, pero de la sublimidad humana.

En él con este reconocimiento, exclamamos que su realidad de Hijo nos provoca para que nos la juguemos totalmente hacia el rumbo que marca.

el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.

No sólo como bautista. Sino también como mártir. Y aún así, sólo el Espíritu da testimonio. No se produce automáticamente: pueden haber muchos bautistas, muchos mártires, pero sin Espíritu, no hay verdad

Porque tres son los testigos: el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres están de acuerdo

Un simbolismo que apunta a la verdadera humanidad: agua y sangre, y a la verdadera divinidad: el Espíritu.

Y éste es el testimonio: Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo

La consecuencia definitiva de la divinidad de Jesús es que una carne humana logra traspasar la corruptibilidad y comunicar una vida que no termina, plena.

La resurrección de la carne de Jesús es el testimonio de Dios sobre su Jesús como su Hijo y el don de la vida definitiva en él.

Os he escrito estas cosas a los que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que os deis cuenta de que tenéis vida eterna

Una convicción de fe en el nombre tiene la potencialidad de comunicarnos el gozo de la vida plena que no acaba.

Si en nuestra vida corriente experimentamos con mayor o menor frecuencia periodos de inconformidad e insatisfacción con nuestra vida, es porque en alguna forma percibimos espiritualmente que estamos teniendo acceso, por fe, a otra calidad de vida superior.

Y ese contraste nos conmociona.

Salmo responsorial: 147



REFLEXIÓN

Glorifica al Señor, Jerusalén; / alaba a tu Dios, Sión:

Nuestra acción de gracias, por tanto, constituye nuestro primer deber vital en posesión de la vida que no acaba.

La acción de gracias es el gesto de la memoria que se recicla para dar profundidad y trascendencia a nuestra existencia.

Como la mesa compartida cuando comemos recicla nuestra memoria existencial de familia unida.

Lucas 5,12-16




REFLEXIÓN

"Señor, si quieres puedes limpiarme."

Podemos parafrasear cambiando el si condicional por el sí afirmativo: Sí quieres! Puedes limpiarme!

Disponibilidad para sanar es lo que emana Jesús. El “si quieres” es más un recurso para animarse a creer, que la negación potencial de la intención sanadora. La oración es para la fe su verdad salvadora, porque la ubica en la actitud de escucha y conversión.

"Quiero, queda limpio."

Así la voluntad de sanación por parte de Jesús es indubitable. No podemos ni debemos dudar de su inclinación y voluntad para otorgarnos calidad de vida.

"Ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés para que les conste."

Dado que entonces, llegar hasta el final con la sanación emprendida por fe, es un proceso que va más allá del momento inicial de la curación, y ese proceso no sería posible sin la colaboración del sanado y sus circunstancias, tenemos que abrirnos al sentido integral de la voluntad de sanación por parte de Jesús.

Es decir que sí seguro que Jesús me quiere sanar. Pero que debo disponerme a un proceso de conversión, para que tal sanación adquiera todo el sentido querido por Jesús.

Porque la sanación es un signo del reino de los cielos, del reino del Padre.

Pero él solía retirarse a despoblado para orar.

Se insiste en Lucas en la oración que hace Jesús.

Es la comprensión que tienen los creyentes de la primera comunidad, sobre la necesidad de ubicar el significado de las buenas obras, como servicio al reino y no como dominación de los hermanos.

Jesús no descuida cultivar la actitud de verdad salvadora, para dar vida al que necesita y cree.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1479414232647192584?s=20

DOCTORES DE LA IGLESIA

 

LA GRACIA EN CARLO LO INSERTA ENTRE LOS OTROS PARA DARSE

7 de enero DESPUES DE Epifanía

San Pedro Crisólogo Sermón 160

Aunque en el mismo misterio del nacimiento del Señor se dieron insignes testimonios de su divinidad, sin embargo, la solemnidad que celebramos manifiesta y revela de diversas formas que Dios ha asumido un cuerpo humano, para que nuestra inteligencia, ofuscada por tantas obscuridades, no pierda por su ignorancia lo que por gracia ha merecido recibir y poseer. Pues el que por nosotros quiso nacer no quiso ser ignorado por nosotros; y por esto se manifestó de tal forma que el gran misterio de su bondad no fuera ocasión de un gran error. Hoy el mago encuentra llorando en la cuna a aquel que, resplandeciente, buscaba en las estrellas. Hoy el mago contempla claramente entre pañales a aquel que, encubierto, buscaba pacientemente en los astros. Hoy el mago discierne con profundo asombro lo que allí contempla: el cielo en la tierra, la tierra en el cielo, el hombre en Dios, y Dios en el hombre; y a aquel que no puede ser encerrado en todo el universo incluido en un cuerpo de niño. Y, viendo, cree y no duda; y lo proclama con sus dones místicos: el incienso para Dios, el oro para el Rey, y la mirra para el que morirá. Hoy el gentil, que era el último, ha pasado a ser el primero, pues entonces la fe de los magos consagró la creencia de las naciones. Hoy Cristo ha entrado en el cauce del Jordán para lavar el pecado del mundo. El mismo Juan atestigua que Cristo ha venido para esto: Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Hoy el siervo recibe al Señor, el hombre a Dios, Juan a Cristo; el que no puede dar el perdón recibe a quien se lo concederá.

REFLEXIÓN

Para la catequesis patrística, es evidente que los signos anuncian un cumplimiento, y casi automáticamente se debe dar una lectura de asentimiento a la divinidad en Jesús de Nazareth. Hoy no vivimos la lectura con esa ecuación o igualdad. Tenemos otra mentalidad en general poco dispuesta a ver amigablemente la divinidad, porque más bien hemos acumulado muchos reclamos, por los cuales no queremos darle entrada a su salvación prometida. La fe que opera esta visión requiere ser solicitada ferviente y humildemente para ser recuperada.