lunes, 15 de enero de 2024

PALABRA COMENTADA

Lunes 2 de tiempo ordinario

Año Par

1Samuel 15, 16-23



REFLEXIÓN

¿Quiere el Señor sacrificios y holocaustos o quiere que obedezcan al Señor? Obedecer vale más que un sacrificio; ser dócil, más que grasa de carneros. Pecado de adivinos es la rebeldía, crimen de idolatría es la obstinación

Se insiste en la matriz agravada de todo pecado, injusticia o desviación: la desobediencia.

Desde el relato de Adán y Eva, éste es el eje en torno al cual sea alinean todos los pecados.

La perfidia en esta ocasión es la apariencia de cumplimiento de la voluntad del Señor, haciendo lo contrario.

La falta de radicalidad en seguir el mandato, y la abundancia de propio y autónomo criterio, pero en nombre del Señor.

Así el mandato era no tomar nada de botín. Y el camuflaje hipócrita fue tomar botín para el sacrificio en el templo.

Docilidad, obediencia, radicalidad en la escucha: no echar mano de los despojos. No ese excusable echar mano con la excusa de ofrecer lo mejor en sacrificio

En la vida corriente constantemente nos vemos desafiados por la amistad con el Señor y el trabajo por el Reino a tomar decisiones de acuerdo a su designio.

Y con frecuencia nos enredamos, nos hacemos complejos, mensos y sordos, para oscurecer el mandato y cumplir a medias.

San Ignacio de Loyola en los ejercicios espirituales llamó a esta postura segundo binario. Equivale a traer a Dios a nuestros oscuros intereses haciendo ver que se cumple con Él.

Es la sutileza del engaño por hacer el bien. Porque si fuera el perjuicio fácilmente se evitaría.

Se podría decir que esta tipología la constituye la malicia de los buenos, pero no de los mejores.

Por ello en la espiritualidad ignaciana el bien es el bien mayor, la mayor gloria, la tercera manera de humildad, el tercer binario. No se satisface con el bien cualquiera, sino con el que es voluntad de Dios.

Es importante comprender que esta radicalidad no debiera ser una carrera de frustraciones, por reprimir o suprimir aquello bueno que nos agrada para vivir una vida de calidad.

Tal amargura y masoquismo es una caricatura del itinerario hacia la perfección del Padre.

Más bien la vida del que busca y encuentra el mayor bien discernido por amor y Espíritu es una de gozo, paz, serenidad y ágape. Para una conducta libre de apegos tóxicos que gana en libertad.

Salmo responsorial: 49



REFLEXIÓN

El que me ofrece acción de gracias, ése me honra; al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios

El sacrificio vivo de Jesucristo es el agradable al Padre. La obediencia del hijo que cumple la voluntad del Padre, es el sacrificio vivo, la acción de gracias requerida. Cuando ésta se da, la celebración eucarística, memoria de la acción de gracias de Jesús, es significativa y comunica el don de Dios. Es o se hace sacramento.

Porque en la eucaristía-rito-misa tenemos la oportunidad del sacramento, que sólo en obediencia de fe cristalizamos.

Marcos 2,18-22



REFLEXIÓN

los discípulos de Juan y los fariseos estaban de ayuno

En esa cultura, y en otras de nuestro tiempo, ayunar era y es bueno. Ayuda también a la salud.

¿Por qué los tuyos no?

Los discípulos de Jesús, en ese medio, se veían como fuera de lugar, peculiares y no tradicionales. Su estilo escandalizaba y cuestionaba por un sentido más vinculante.

¿Es que pueden ayunar los amigos del novio mientras está con ellos?

A quién se le ocurre ayunar en un banquete de bodas? No tiene sentido.

En el Reino vivimos un banquete de fraternidad, y debemos compartir los bienes. Un ayuno no tiene sentido en el Reino. Excepto en los momentos de ausencia del novio.

Rompe Jesús con el orden viejo y en odres nuevos echa el vino nuevo: no ayuna, sino que celebra porque ya es la boda y aquí está el novio. Jesús es dócil a la voluntad de Dios y no contemporiza con el orden viejo, no tiene por qué ayunar.

Recuerda los binarios, en particular el segundo. Los que vivimos haciendo mezclas entre el orden viejo y el orden nuevo, y dañamos los dos. Juan bautista fue coherente con su orden viejo, y fue grande, pero pequeño en el orden nuevo.

Cómo estamos? Con o sin novio. Se lo llevaron en la Ascensión. Pero permanece en el Espíritu del Resucitado dentro de su pueblo. Ayunamos o no? Estamos con el novio o no? Se trata de nuestra condición escatológica que implica un sí pero todavía no. Caminamos entre valles y colinas, consolaciones y desolaciones. El ayuno dependerá de la vivencia de ausencias y presencias del novio en nuestra existencia.

Llegará un día en que se lleven al novio; aquel día sí que ayunarán

Jesús fue llevado en su muerte y el duelo los embargó. Nosotros que vivimos la presencia del Espíritu de Jesús vivo, no tenemos por qué ayunar. Cuando advertimos que se ausenta, entonces sí debemos ayunar, para apresurar su venida. 

En la espiritualidad Ignaciana, cuando nos encontramos en desolación debemos movernos e insistir en combatir esa desolación hasta que vuelva el consuelo. Es el momento del ayuno. Durante la consolación, vivimos un banquete y no ayunamos.

Nadie le echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto, lo nuevo de lo viejo, y deja un roto peor. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos 

En este vino nuevo de la existencia tras Jesús, no sacrificamos a nadie ni a nada, sino que como víctimas nos ofrecemos y así celebramos al novio.

La novedad por excelencia es Jesús, el novio.

En la medida que la vivencia de fe mantenga viva su presencia, no tiene sentido ayunar, porque es fiesta.

Sólo en su ausencia tiene sentido ayunar.

En la vivencia de consolación, se experimenta según Ignacio en los ejercicios espirituales, una fiesta de presencia para la fe.

No se cambia uno por nadie, ni hay tentación rastrera que penetre.En la desolación, la situación sicológica-espiritual de duelo y abandono, es cuando se recomienda el ayuno y la penitencia como una forma de llamar de nuevo a la presencia del Espíritu de Jesús.

En momentos de consolación, don del Señor, es cuando mejor se entiende el sentido del sacerdocio de acción de gracias de Jesús, y la misión mesiánica de la autocrítica y la solidaridad.

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1Samuel 15, 16-23 

Salmo responsorial: 49 

Marcos 2, 18-22 

DOCTORES DE LA iGLESIA

MOSTRÓ HASTA EL FINAL DESAPEGO DE LAS PERTENENCIAS Y SOLIDADARIDAD

LUNES, II SEMANA

De la vida de san Antonio, escrita por san Atanasio, obispo
(Cap. 2-4: PG 26, 842-846) LA VOCACIÓN DE SAN ANTONIO
Cuando murieron sus padres, Antonio tenía unos dieciocho o veinte años, y quedó él solo con su única herma pequeñ aún, teniendo que encargarse de la casa y del cuidado de su hermana.

Habían transcurrido apenas seis meses de la muerte de sus padres, cuando un día en que se dirigía, según costumbre, a la iglesia, iba pensando en su interior cómo los apóstoles lo habían dejado todo para seguir al Salvador, y cómo, según narran los Hechos de los apóstoles, muchos vendían sus posesiones y ponían el precio de la venta a los pies de los apóstoles para que lo repartieran entre los pobres; pensaba también en la magnitud de la esperanza que para éstos estaba reservada en el cielo; imbuido de esos pensamientos, entró en la iglesia, y dio la casualidad de que en aquel momento estaban leyendo aquellas palabras del Señor en el Evangelio: Si quieres ser perfecto, ve a vender lo que tienes, dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme. Entonces Antonio, como si Dios le hubiese infundido el recuerdo de lo que habían hecho los santos y como si aquellas palabras hubiesen sido leídas especialmente para él, salió en seguida de la iglesia e hizo donación a los aldeanos de las posesiones heredadas de sus padres (tenía trescientas parcelas fértiles y muy hermosas), con el fin de evitar toda inquietud para sí y para su hermana. Vendió también todos sus bienes muebles, y repartió entre los pobres la considerable cantidad resultante de esta venta, reservando sólo una pequeña parte para su hermana. Habiendo vuelto a entrar en la iglesia, oyó aquellas palabras del Señor en el Evangelio: No os inquietéis por el día siguiente. Saliendo otra vez, dio a los necesitados incluso lo poco que se había reservado, ya que no soportaba que quedase en su poder ni la más mínima cantidad. Encomendó su hermana a una vírgenes que él sabía eran de confianza y cuidó de que recibiese una conveniente educación; en cuanto a él, a partir de entonces, libre ya de cuidados ajenos, emprendió en frente de su misma casa una vida de ascetismo y de intensa mortificación. Trabajaba con sus propias manos, ya que conocía aquella afirmación de la Escritura: Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma; lo que ganaba con su trabajo lo destinaba parte a su propio sustento, parte a los pobres. Oraba con mucha frecuencia, ya que había aprendido que es necesario retirarse para orar sin cesar; en efecto, ponía tanta atención en la lectura, que retenía todo lo que había leído, hasta tal punto que llegó un momento en que su memoria suplía los libros.
Todos los habitantes del lugar, y todos los hombres honrados, cuya compañía frecuentaba, al ver su conducta, lo llamaban amigo de Dios; y todos lo amaban como a un hijo o como a un hermano.

REFLEXIÓN

En nuestro tiempo se discutiría si el santo tenía derecho a disponer de los bienes que corresponderían a su hermana, porque ella también tendría derechos: mínimo a ser consultada y respetada. No nos convenceríamos que pudiéramos medir la necesidad de otros en base a la exigua nuestra. Quizás estaríamos más de acuerdo en que el santo viviera según lo que había pregonado y anunciado: en pobreza y mortificación. Sólo entonces nos inclinaríamos a tener en cuenta su estilo de vida como admirable y poco usual. Porque vivimos un momento en el que se han multiplicado las demandas por los derechos conculcados, entre ellos de las mujeres, también dueñas de su propio destino. Y vivimos en un momento de extremo individualismo, en el que aunque recibamos buenos ejemplos, somos indiferentes porque cada uno debe ser respetado en lo que hace y no criticar. Así usamos nuestro ethos actual para juzgar el ethos del pasado. Lo cual no parece ajustado a verdad. Pero queda la lección que toda la Iglesia siguiendo el Evangelio de Jesús de Nazareth está llamada a un seguimiento en conciencia, aunque sea contra cultura.