viernes, 3 de enero de 2025

PALABRA COMENTADA


 

3 de Enero de

Antes de Epifanía

1Juan 2,29-3,6



REFLEXIÓN

todo el que obra la justicia(poion ten dikaiosinen:construye la justicia divina) ha nacido de él

El ideal de justo en el judaísmo lo encarnaba la persona que era fiel a la ley como alianza de amor reverencial con el Señor y se dejaba palpar en la vida corriente en las obras de misericordia: dar limosna, dar de comer al hambriento, de beber al sediento, alivio a los enfermos…

Un ejemplo colectivo de esa calidad de justos la tenían en tiempo de Jesús los fariseos, con quien él compartía algunos puntos de vista.

Pero Jesús, con probabilidad histórica, y sus seguidores después cuando fueron perseguidos, confrontaron y denunciaron los fariseos como hipócritas: sepulcros blanqueados, justicia de apariencia.

Y el énfasis del justo y su construcción de justicia se ubicó en la sinceridad, en la consistencia, en la congruencia entre el corazón profundo de la persona y la buena obra que practicaba.

Este es el desafío que nos deja el seguimiento con Jesús: una construcción sincera y no hipócrita de la justicia. La justicia que construimos en nombre de la fe que vivimos en Jesús debe congruir con las decisiones y acciones justas emprendidas.

A esta luz resulta aleccionador desde el enfoque de la espiritualidad ignaciana la insistencia en la oración y el examen de la misma y de la vida, cada día.

Se trata de un compromiso de juicio sobre la sinceridad de las cosas buenas que emprendo por fe. Porque puedo simular el bien y autoengañarme.

aún no se ha manifestado lo que seremos

La calidad de honestidad, sinceridad y congruencia del corazón creyente y sus acciones será puesta a prueba en las persecuciones, incomprensiones, aflicciones.

Para que nos despojemos de la insinceridad y nos purifiquemos en nuestro seguimiento amoroso del Señor.

No hay contingencia humana mirada como historia de salvación que no se ordene a tal fin.

Es en este esfuerzo de construcción que nos vamos manifestando procesualmente como hijos de Dios, nacidos de su Espíritu.

Todo el que tiene esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro

Esta construcción es un rudo trabajo cotidiano y por eso se alienta con la esperanza de conseguir el fin, que es la pureza de la sinceridad.

Nuestros escándalos de todo tiempo, pero exacerbados mediáticamente en la actualidad, pueden robarnos la esperanza de alcanzar la sinceridad. Eso quiere el anti-cristo para seguir aparentando demoler el reino de la buena nueva.

Salmo responsorial: 97



REFLEXIÓN

Cantad al Señor un cántico nuevo, / porque ha hecho maravillas

La esperanza ayuda a la fe en su construcción de una justicia sincera, porque inspira la acción de gracias ante las maravillas que proceden del Señor.

Juan 1,29-34



REFLEXIÓN

Éste es aquel de quien yo dije: "Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo."

Juan Bautista pertenece a la clase de hombres de fe, que procesualmente construye la justicia con sinceridad y esperanza.

No obstante la calidad de su entrega a la misión de reunir el pueblo de Dios para su purificación final, es capaz de reconocer que tiene límites, que no es perfecto, que debe dar paso a Alguien que quita el pecado del mundo.

Las personas que ostentan un índice elevado de comunión con el Señor y que conocemos por la historia de los santos, anteriores y actuales, junto a su construcción de justicia manifiestan un alto grado de autocrítica.

Así se mantienen en el proceso de purificación que lleva a la confianza en la reparación por parte del Señor.

Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.

Ver al Señor Jesús, el de Nazareth crucificado y resucitado, nos mueve a poner en marcha un proceso de justificación: construir la justicia con sinceridad y esperanza.

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3 de Enero Antes de Epifanía

1Juan 2,29-3,6

Salmo responsorial: 97

Juan 1,29-34

DOCTORES DE LA IGLESIA


 


San Agustín Tratado sobre el evangelio de san Juan 17,7-9

EL DOBLE PRECEPTO DE LA CARIDAD

 

Lleno de amor ha venido a nosotros el mismo Señor, el maestro de la caridad, y al venir ha resumido, como ya lo había predicho el profeta, el mensaje divino, sintetizando la ley y los profetas en el doble precepto de la caridad. 

Recordad conmigo, hermanos, cuales sean estos dos preceptos. Deberíais conocerlos tan perfectamente que no sólo vinieran a vuestra mente cuando yo os los recuerdo, sino que deberían estar siempre como impresos en vuestro corazón. Continuamente debemos pensar en amar a Dios y al prójimo: A Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente; y al prójimo como a nosotros mismos.

Éste debe ser el objeto continuo de nuestros pensamientos, éste el tema de nuestras meditaciones, esto lo que hemos de recordar, esto lo que debemos hacer, esto lo que debemos conseguir. El primero de los mandamientos es el amor a Dios, pero en el orden de la acción debemos comenzar por llevar a la práctica el amor al prójimo. El que te ha dado el precepto del doble amor en manera alguna podía ordenarte amar primero al prójimo y después a Dios, sino que necesariamente debía inculcarte primero el amor a Dios, después el amor al prójimo. 

Pero piensa que tú, que aún no ves a Dios, merecerás contemplarlo si amas al prójimo, pues amando al prójimo purificas tu mirada para que tus ojos puedan contemplar a Dios; así lo atestigua expresamente san Juan: Quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve.

Escucha bien lo que se te dice: ama a Dios. Si me dijeras: «Muéstrame al que debo amar», ¿qué podré responderte sino lo que dice el mismo san Juan: Nadie ha visto jamás a Dios? Pero no pienses que está completamente fuera de tu alcance contemplar a Dios, pues el mismo apóstol dice en otro lugar: Dios es amor y quien permanece en el amor permanece en Dios. Por lo tanto, ama al prójimo y encontrarás dentro de ti el motivo de este amor; allí podrás contemplar a Dios, en la medida que esta contemplación es posible.

Empieza, por tanto, amando al prójimo: Parte tu pan con el que tiene hambre, da hospedaje a los pobres que no tienen techo, cuando veas a alguien desnudo cúbrelo, y no desprecies a tu semejante.

¿Qué recompensa obtendrás al realizar estas acciones? Escucha lo que sigue: Entonces brillará tu luz como la aurora. Tu luz es tu Dios, él es tu aurora, porque a ti vendrá después de la noche de este mundo. Él, ciertamente, no conoce el nacimiento ni el ocaso, porque permanece para siempre 

Amando al prójimo y preocupándote por él, progresas sin duda en tu camino. Y ¿hacia dónde avanzas por este camino sino hacia el Señor, tu Dios, hacia aquel a quien debemos amar con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente? Aún no hemos llegado hasta el Señor, pero al prójimo lo tenemos ya con nosotros. Preocúpate, pues, de aquel que tienes a tu lado mientras caminas por este mundo y llegarás a aquel con quien deseas permanecer eternamente.

REFLEXIÓN

Amar al prójimo, con discreción, al modo de Jesús. Amar discerniendo el mayor bien, el urgente, el universal, el desprendido. Sin posesión ego-ista, sin lucro, esclavitud, opresión, perjuicio o daño. Un amor colirio que aclara la visión de Dios amor. Un amor que se recupera de las frustraciones, la falta de agradecimiento y correspondencia, de las malas interpretaciones, de la suspicacia y malicia, para no detenerse aunque duela. En esa energía inclaudicable se muestra el Espíritu de Dios, que ama hasta el fin, eternamente.