viernes, 16 de octubre de 2020

DOCTORES DE LA IGLESIA

 

Viernes, XXVIII semana
San Agustín Ciudad de Dios 10,6

Verdadero sacrificio es toda obra que se hace con el fin de unirnos a Dios en santa sociedad, es decir, toda obra relacionada con aquel supremo bien, mediante el cual llegamos a la verdadera felicidad. Por ello, incluso la misma misericordia que nos mueve a socorrer al hermano, si no se hace por Dios, no puede llamarse sacrificio. Porque, aun siendo el hombre quien hace o quien ofrece el Sacrificio éste, sin embargo, es una acción divina, como nos lo indica la misma palabra con la cual llamaban los antiguos latinos a esta acción. Por ello, puede afirmarse que incluso el hombre es verdadero sacrificio cuando está consagrado a Dios por el bautismo y está dedicado al Señor, ya que entonces muere al mundo y vive para Dios. Esto, en efecto, forma parte de aquella misericordia que cada cual debe tener para consigo mismo, según está escrito: Ten compasión de tu alma agradando a Dios.

COMENTARIO

Llamar sacrificio al que exclusivamente se hace por Dios, parece hoy en dia una herejía contra el valor del ser humano, quien se dice merecer necesariamente la pena del denodado esfuerzo de todo humano, para ser amado por sí mismo. Se dice que Ireneo propone la gloria de Dios en el hombre que puede vivir. Es decir, no dicotomiza entre uno y otro, porque parece que quien dice hombre o mujer, dice Dios. Sin embargo,  hemos de hacer un énfasis sin descansar: el humano o humana endiosado es el que participa de la vida nueva en Jesús muerto y resucitado. La humanidad nueva que amaneció en Cristo Jesús. Si el sacrificio por el hombre y amarlo es por él como hijos del Dios viviente, no habría que dividirse. Mas sabemos que en el nombre de Dios se exorciza todo mal e impura motivación, y se ama mejor.

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