Miércoles
II
San Agustín
Comentario sobre los salmos 109,1-3
Por medio de
éste había de mostrarnos y ofrecernos el camino por donde nos llevaría al fin
prometido. Poco hubiera sido para Dios haber hecho a su Hijo manifestador del
camino. Por eso, le hizo camino, para que, bajo su guía, pudieras caminar por
él. Debía, pues, ser anunciado el unigénito Hijo de Dios en todos sus detalles:
en que había de venir a los hombres y asumir lo humano, y, por lo asumido, ser
hombre, morir y resucitar, subir al cielo, sentarse a la derecha del Padre y
cumplir entre las gentes lo que prometió. Y, después del cumplimiento de sus
promesas, también cumpliría su anuncio de una segunda venida, para pedir
cuentas de sus dones, discernir los vasos de ira de los de misericordia, y dar
a los impíos las penas con que amenazó, y a los justos los premios que ofreció.
Todo esto debió ser profetizado, anunciado, encomiado como venidero, para que
no asustase si acontecía de repente, sino que fuera esperado porque primero fue
creído.
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