ORACIÓN.
OREMOS,
Dios nuestro, que amas la inocencia y la devuelves a quienes la han perdido, atrae hacia ti nuestros corazones, para que, inflamados por el fuego de tu Espíritu, permanezcamos firmes en la fe y seamos diligentes para hacer el bien. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
Jueves II semana de Cuaresma
San Hilario Salmo 127,1-3
El temor,
en efecto, se define como el estremecimiento de la debilidad humana que rechaza
la idea de tener que soportar lo que no quiere que acontezca. Existe y se
conmueve dentro de nosotros a causa de la conciencia de la culpa, del derecho
del más fuerte, del ataque del más valiente, ante la enfermedad, ante la
acometida de una fiera o el padecimiento de cualquier mal. Nadie nos enseña
este temor, sino que nuestra frágil naturaleza nos lo pone delante. Tampoco
aprendemos lo que hemos de temer, sino que son los mismos objetos del temor los
que suscitan en nosotros el consentimiento del temor. En cambio, del temor del
Señor así está escrito: Venid, hijos, escuchadme: os instruiré en el temor del
Señor. De manera que el temor de Dios tiene que ser aprendido, puesto que se
enseña. No se le encuentra en el terror, sino en el razonamiento doctrinal; ni
brota de un estremecimiento natural, sino que es el resultado de la observancia
de los mandamientos, de las obras de una vida inocente y del conocimiento de la
verdad. Pues, para nosotros, el temor de Dios reside todo él en el amor, y su
contenido es el ejercicio de la perfecta caridad: obedecer a sus consejos,
atenerse a sus mandatos y confiar en sus promesas.
REFLEXIÓN
Nuestro discurrir, entre conceptos, pensamientos y
afectos, necesita escarbar y perforar sentidos de la expresión oral humana,
porque se va cubriendo de capas, como la tierra se cubre de nuevas capas geológicas.
Y la expresión temor de Dios es una que nos pone en la tarea de seleccionar el
sentido más congruente con el conjunto del conocimiento teológico que nos
transmite una Revelación del Dios misericordioso. Con este atributo debe ser
matizado todo lo que digamos.
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