San Agustín Confesiones 10,1-2,2; 5,7
Conózcate a ti, Conocedor mío, conózcate
a ti como tú me conoces. Fuerza de mi alma, entra en ella y ajústala a ti, para
que la tengas y poseas sin mancha ni arruga. Ésta es mi esperanza, por eso
hablo; y en esta esperanza me gozo cuando rectamente me gozo.
REFLEXIÓN
La experiencia del apego
del Santo al sexo, cuando era joven casquivano, se transfiere al plano
espiritual, y logra desembarcar el énfasis de la pasión carnal al trato íntimo
con Dios, como una forma superior de comunión y felicidad.
Las demás cosas de esta vida tanto menos
se han de llorar cuanto más se las llora, y tanto más se han de deplorar cuanto
menos se las deplora.
REFLEXIÓN
Hacer lo opuesto es un
clave para la lucha espiritual, usada actualmente para vencer las adicciones,
en terapias de diferentes escuelas sicológicas. Consiste en detectar aquello:
realidad, persona o cosa, a la que estoy aficionado en una forma de apego
emocional o afectivo. Implica una cierta voluntad inicial de superación de la
atadura, y sistemáticamente con apoyos y recursos pro-activos, ir logrando una
independencia del influjo del apego. El resultado es una mayor libertad, que se
reflejará en un mejor uso del juicio y el criterio de verdad.
He aquí que amaste la verdad, porque el que
realiza la verdad se acerca a la luz. Yo quiero obrar según ella, delante de ti
por esta mi confesión, y delante de muchos testigos por éste mi escrito. Y
ciertamente, Señor, a cuyos ojos está siempre desnudo el abismo de la
conciencia humana, ¿qué podría haber oculto en mí, aunque yo no te lo quisiera
confesar? Lo que haría sería esconderte a ti de mí, no a mí de ti.
REFLEXIÓN
La claridad de conciencia
y el esfuerzo por la transferencia abonan nuestra propia realización, en la
cual es posible una mayor empatía con el Misterio. No es Dios el que necesita
nuestra confesión. Soy yo para no perderme a mí mismo. Hoy se vuelve a poner de
relieve que no importa lo que hagas hecho, es mejor admitir la propia
responsabilidad, para entrando en el arrepentimiento, encontrarse a si mismo en
paz.
Pero ahora, que mi gemido es un
testimonio de que tengo desagrado de mí, tú brillas y me llenas de contento, y
eres amado y deseado por mí, hasta el punto de llegar a avergonzarme y
desecharme a mí mismo y de elegirte sólo a ti, de manera que en adelante no
podré ya complacerme si no es en ti, ni podré serte grato si no es por ti.
Comoquiera, pues, que yo sea, Señor, manifiesto estoy ante ti. También he dicho
ya el fruto que produce en mí esta confesión, porque no la hago con palabras y
voces de carne, sino con palabras del alma y clamor de la mente, que son las
que tus oídos conocen.
REFLEXIÓN
Porque el teatro del drama humano puede lograr el salto trascendente al Misterio por la comprensión del sentido profundo de la simulación histórica, en donde la carne actúa de laboratorio que es plataforma de transformación.Cuando la navega aérea va a despegar de la pista, en la velocidad que toma advierte por los sensores y el piloto un momento, en el que es oportuno volar, alejándose paulatinamente de tierra. Si no es oportuno debe abortar el despegue, y volverlo a intentar. Potencia, velocidad, técnica y decisión forma parte del complejo de acciones y decisiones.Según el Agustín, el ser humano puede volar al Misterio, si aprende durante su carrera histórica e identifica el momento oportuno.
Porque, cuando soy malo, confesarte a ti no es
otra cosa que tomar disgusto de mí; y, cuando soy bueno, confesarte a ti no es
otra cosa que no atribuirme eso a mí, porque tú, Señor, bendices al justo; pero
antes de ello haces justo al impío. Así, pues, mi confesión en tu presencia,
Dios mío, es a la vez callada y clamorosa: callada en cuanto que se hace sin
ruido de palabras, pero clamorosa en cuanto al clamor con que clama el
afecto.
REFLEXIÓN
El afecto es el atributo
que nos permite gustar o no de la realidad creada. Con el afecto carreteamos
por la pista, con mayor velocidad cada vez,
si no nos detiene algo, hacia el
momento del brinco hacia el Misterio, en el que gustaremos mucho más y mejor.
Tú eres, Señor, el que me juzgas;
porque, aunque ninguno de los hombres conoce lo íntimo del hombre, sino el
espíritu del hombre, que está dentro de él, con todo, hay algo en el hombre que
ignora aun el mismo espíritu que habita dentro de él; pero tú, Señor, conoces
todas sus cosas, porque tú lo has hecho. También yo, aunque en tu presencia me
desprecie y me tenga por tierra y ceniza, sé algo de ti que ignoro de mí.
Ciertamente ahora te vemos confusamente en un espejo, aún no cara a cara; y
así, mientras peregrino fuera de ti, me siento más presente a mí mismo que a
ti; y sé que no puedo de ningún modo violar el misterio que te envuelve; en
cambio, ignoro a qué tentaciones podré yo resistir y a cuáles no podré, estando
solamente mi esperanza en que eres fiel y no permitirás que seamos tentados más
de lo que podamos soportar, antes con la tentación das también el éxito, para
que podamos resistir.
REFLEXIÓN
No es la caída en el acto
pecaminoso la medida que nos indica que la tentación fue mayor que las fuerzas
que tenemos. Es su secuela. Y por la confesión que me devuelve mi
transparencia, vuelvo a recuperar las fuerzas contra la tentación de desistir .
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