Éste es el trabajo que Dios quiere: que creáis en el que él ha enviado.
Ellos le hablaban de trabajos, en plural; él les responde del trabajo de Dios, en singular, indicando que todas las obras buenas proceden de una única obra buena. Y la fe activa en la práctica del amor es precisamente el trabajo de Dios y el principio en nosotros del bien obrar, ya que sin fe es imposible complacer a Dios.
Preguntando, pues, ellos cuáles son los trabajos que Dios quiere y como todavía no tenían fe, sin la cual no podían ocuparse de los trabajos de Dios, les invita a la fe que es el trabajo que Dios quiere, esto es, que crean en el que Dios ha enviado. Comprendiendo que Jesús se refería a él mismo, le replicaron: ¿ Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? Mira cómo los judíos piden signos; no les basta el signo de los cinco panes. El haber repartido aquellos panes de cebada les parece insuficiente para creer que Cristo es tan poderoso como para poder dar un alimento imperecedero. Pero es que ni siquiera Moisés, por medio del cual se les dio el maná, hizo tales promesas. Comparan, pues, el signo hecho por Moisés con este signo de los cinco panes en gradación de mayor a menor, como si no fuera digno de crédito lo que de sí mismo había afirmado. Y así insisten: Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: «Les dio a comer pan del cielo».
A lo que habían dicho los judíos de que a los padres les fue dado a comer pan del cielo, responde Cristo demostrando que el verdadero pan del cielo no es el que les dio Moisés, sino el que el Padre les da ahora. Les replicó, pues, Jesús: Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo. Ellos, interpretándolo carnalmente, le dijeron: Señor, danos siempre de ese pan. Lo mismo que la mujer samaritana al oírle decir: El que bebe de esta agua no vuelve a tener sed, inmediatamente se imaginó que hablaba de la sed física, y, deseosa de no padecer más esa necesidad temporal, dijo: Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla; así también éstos piden: Señor, danos de ese pan: naturalmente, para que nos sacie y nunca nos falte. Esta es la razón por la que después del milagro de los cinco panes, querían proclamarlo rey.
Pero Jesús les invita nuevamente a fijar la atención en su propia persona, y les desvela más claramente a qué tipo de pan se refería. Dice: Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed. La expresión: El que viene a mí equivale a ésta: El que cree en mí; y la frase: No pasará hambre es correlativa a esta otra: No pasará nunca sed. El sentido de ambas correlaciones es efectivamente la saciedad eterna, en la que no habrá lugar para la necesidad.
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