viernes, 29 de enero de 2021

DOCTORES DE LA IGLESIA

 

De las Homilías de san Juan Crisóstomo, obispo
(Homilía 2 sobre las alabanzas de san Pablo: PG 50, 480-484)

Pablo, encerrado en la cárcel, habitaba ya en el cielo, y recibía los azotes y heridas con un agrado superior al de los que conquistan el premio en los juegos; amaba los sufrimientos no menos que el premio, ya que estos mismos sufrimientos, para él, equivalían al premio; por esto, los consideraba como una gracia.



REFLEXIÓN

La gracia más bien, y motivo de acción de gracias, es poder descodificar el sufrimiento de la persecución por la fe, como una bendición y señal del agrado del Padre. Sólo una gracia trastorna nuestra repugnancia al sufrimiento y la humillación, en un gozo que no queda a disposición de ninguna circunstancia adversa y mudable.

Sopesemos bien lo que esto significa. El premio consistía ciertamente en partir para estar con Cristo; en cambio, quedarse en esta vida significaba el combate; sin embargo, el mismo anhelo de estar con Cristo lo movía a diferir el premio, llevado del deseo del combate, ya que lo juzgaba más necesario.
Comparando las dos cosas, el estar separado de Cristo representaba para él el combate y el sufrimiento, más aún, el máximo combate y el máximo sufrimiento. Por el contrario, estar con Cristo representaba el premio sin comparación; con todo, Pablo, por amor a Cristo, prefiere el combate al premio.
Alguien quizá dirá que todas estas dificultades él las tenía por suaves, por su amor a Cristo. También yo lo admito, ya que todas aquellas cosas, que para nosotros son causa de tristeza, en él engendraban el máximo deleite. Y ¿para qué recordar las dificultades y tribulaciones? Su gran aflicción le hacía exclamar: ¿Quién sufre angustias sin que yo las comparta? ¿Quién es impugnado por el enemigo sin que esté yo en ascuas?



REFLEXIÓN

Es verdad. Muchos creyentes comprometidos con la evangelización en alguna de sus modalidades sienten mucha atracción por el trabajo que hacen en favor de la Iglesia, de las comunidades, de las personas. Y para nada piensan en premios o descansos, porque le urge atender a los más que pueda. No se les aplica aquello de que la religión es opio.


Os ruego que no sólo admiréis, sino que también imitéis este magnífico ejemplo de virtud: así podremos ser partícipes de su corona.
Y si alguien se admira de esto que hemos dicho, a saber, que el que posea unos méritos similares a los de Pablo obtendrá una corona semejante a la suya, que atienda a las palabras del mismo Apóstol: He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, que el Señor, justo juez, me otorgará aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que hayan esperado con amor su venida. ¿Te das cuenta de cómo nos invita a todos a tener parte en su misma gloria?
Así pues, ya que a todos nos aguarda una misma corona de gloria, procuremos hacernos dignos de los bienes que tenemos prometidos.
Y no sólo debemos considerar en el Apóstol la magnitud y excelencia de sus virtudes y su pronta y robusta disposición de ánimo, por las que mereció llegar a un premio tan grande, sino que hemos de pensar también que su naturaleza era en todo igual a la nuestra; de este modo, las cosas más arduas nos parecerán fáciles y llevaderas y, esforzándonos en este breve tiempo de nuestra vida, alcanzaremos aquella corona incorruptible e inmortal, por la gracia y la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, a quien pertenece la gloria y el imperio ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.



REFLEXIÓN

La fe  que se deja llevar por el Espíritu Santo es potente por la conciencia que alberga del potencial de cambio que porta en medio de las viscisitudes de la existencia. Y así se hace capaz de compromisos que en principio parecen reservados a personas muy por encima del promedio.

jueves, 28 de enero de 2021

PALABRA COMENTADA

 

Jueves 3 de tiempo ordinario

Hebreos 10,19-25



REFLEXIÓN

acerquémonos con corazón sincero y llenos de fe, con el corazón purificado de mala conciencia y con el cuerpo lavado en agua pura

Tenemos un trabajo que hacer, un proceso que emprender, mantener y finalizar:lograr la disposición, la actitud apropiada para acercarnos a lo que se nos ofrece gratuitamente.

Un corazón sincero, purificado de malas intenciones es un interior que combate las acechanzas que constantemente surgen contra la unidad, la paz, la justicia, el ágape.

Es cierto que tal acechanza es tenaz, continua y no pocas veces nos hace caer o trastabillar.

Ni aún así debiéramos dejar el proceso.

Se nos llama pues a una fidelidad al proceso, sin desmayo ni desánimo.

Junto a eso se nos provee de una baño del cuerpo que promueve nuestra progresiva transformación:el bautismo.

Quizás recibido cuando no teníamos ni idea, nos toque avivarlo y confirmarlo como un baño de regeneración que nos acompaña toda la vida.

fijémonos los unos en los otros, para estimularnos a la caridad y a las buenas obras

La necesidad de unos con otros que se manifiesta en el común de la vida corriente, debe llenarse de un espíritu de ágape que nos permita animarnos mutuamente, como se hace en los grupos de ayuda de diferentes trastornos.

Pero debemos tener en cuenta que los grupos también tienen sus tentaciones de abandonarlos por las dinámicas de confrontación y envidia que pueden surgir.

Salmo responsorial: 23



REFLEXIÓN

El hombre de manos inocentes / y puro corazón, / que no confía en los ídolos

La pureza del corazón no consiste en no tener ídolos, sino en no confiar en ellos.

La producción de ídolos no parará en toda nuestra existencia, porque nuestro caminar constantemente anhela un absoluto y a veces claudica, por el rigor del camino.

Marcos 4,21-25



REFLEXIÓN

Si se esconde algo, es para que se descubra; si algo se hace a ocultas, es para que salga a la luz.

Cómo se puede descubrir lo que se hace a ocultas: solamente lo que se hace por solidaridad, pues en su momento brillará.

No por vanagloria sino por Espíritu de edificación.

La buena obra del reino se puede hacer con sigilo para evitar la presunción y la búsqueda de vanagloria, pero deja huella que acaba por darse a conocer.

No nos damos gloria pero el Señor nos cubre con la suya.

al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene

Tener y no tener qué? entrega, generosidad, solidaridad.

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