martes, 4 de mayo de 2021

PALABRA COMENTADA

 

Martes 5 de Pascua

Hechos 14,19-28



REFLEXIÓN

diciéndoles que hay que pasar (tlipsis: persecuciones, aflicciones, angustia, agotamiento, peligro, dolor, penuria, miseria) mucho para entrar en el reino de Dios

No se trata de un proceso simple. Porque es por fe, no por magia.

Una actitud vital que interpela el flujo de la vida y la historia, para hallar sentido de Dios, del Reino de Dios. El reino de paz, amor, justicia.

Un afrontamiento que requiere nutrir la fe con oración y sacrificio de alteridad- sin sentido masoquista o narcisista - para que no desmaye en el sendero.

Puede ser de otro modo? Que sea bravío este caminar no significa que sea infeliz y amargo. Más bien hay un gozo que desde dentro anima.

La fe es combativa, no para agredir ni conculcar, sino para afirmar la verdad del Reino, transgrediendo las ideologías.

No es un ejercicio de voluntarismo, o de terquedad y empecinamiento autoafirmativo.

Es un don que nace de lo profundo donde habita el Espíritu. Una posesión libre y suave. No pareciera que de tal sencillez brotara tamaña fortaleza.

En cada Iglesia designaban presbíteros, oraban, ayunaban y los encomendaban al Señor, en quien habían creído

De nuestra parte el don de la buena noticia requiere un apoyo histórico para permanecer abierto en el tiempo a las culturas. Un mínimo de organización es crucial.

Hoy se discute si el modelo de monarquía absoluta es apto aún para la comunidad de creyentes.

Tal jerarquización parece más propia de una liturgia palaciega solemne, que la convivencia fraterna de los creyentes que muestran al Señor Jesús presente en la manera como se aman.

Si como otras cosas en la historia, tal modelo pasara como un motivo de recuerdo, este mensaje sería tomado en serio entre los pueblos?

Como una luz que parece desmayar, se volvería anodina en cuanto punto de referencia para creyentes y no creyentes?

Tendría visibilidad histórica suficiente para llamar a la conciencia como testigo tenaz del Padre Madre amoroso ?

El modelo monárquico, producto de la formación cultural del Espíritu, mantiene siquiera pálidamente, el vínculo con el mensaje de Jesús de Nazaret. Por lo menos para mostrar cuán lejos se está de hacerlo vida y sangre.

El modelo así llamado monárquico es bíblico en la medida que debió reflejar la supremacía del Señor y Creador. El rostro humano a prima facie, intentó expresar la justicia y el derecho divinos. Pero la concreción histórica siempre mostró, y muestra, un déficit en esa encarnación.

Jesús también fue interpretado como rey, por propios y extraños, mas una realeza fiel al Reino del Padre Madre.

Hoy la insistencia por otros modelos no elimina de raíz el problema del déficit de toda organización humana para revelar la justicia de Dios.

les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe

Sentido de fe para ver en el discurrir de la vida del grupo, en sus emociones, sus acciones y sus palabras, lo que el Señor va construyendo, y alabarlo y darle gracias.

Lo que Dios va haciendo por caminos en los que surgen obstáculos que pueden disuadir de su derrotero, y hacer dudar de su designio.

Porque la fe que pone en práctica la salvación en la existencia va discerniendo dia a dia, paso a paso, las señales y superando las dificultades con el soporte del Espíritu.

Salmo responsorial: 144



REFLEXIÓN

proclamen la gloria de tu reinado, / que hablen de tus hazañas

La creación, habiendo salido buena de mano del Creador, alaba y señala los caminos del Señor.

Hay por eso una liturgia, como obra del pueblo de Dios, que se ofrece cuando la creación se admira, se custodia, se perfecciona y se respeta.

Y otra liturgia, en sinergia con la anterior, que se procesa cuando públicamente la comunidad creyente alaba y se regocija con las intervenciones salvíficas del Señor, en la historia.

Así Creación e Historia tienen su liturgia mediante la que se celebra e impulsa la transformación hacia el Reino de Dios.

Tal organización debe ayudar a captar la gloria del reinado del Señor.

Los políticos que interpretan las desilusiones del poder, pretenden ganarlo sin el oropel y boato de los rituales de poder. Pero una vez ganado entran en ese lenguaje de ostentación.

Es una tentación en la que ha caído la monarquía absoluta cristiana con frecuencia.

Juan 14,27-31ª



REFLEXIÓN

La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo

Nace un nuevo modo de concebir paz. Paz de Dios, del Padre, del Hijo y del Espíritu.

Paz originaria de cualquier otra, inspiración de una justicia y misericordia genuinas.

Ella late en el fondo de las frustraciones que la justicia y paz del mundo procesan.

Ella llena los ojos de lágrimas de los bienaventurados de las bienaventuranzas. Lágrimas para acelerar la llegada de la Paz del Señor.

Por eso ha quedado entre nosotros la Paz propia de Jesús de Nazareth, el hijo de Dios.

Porque en alguna forma la tenemos y echamos de menos su desarrollo pleno.

Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde

Hay temblores involuntarios. Pero la convicción del corazón es territorio de la fe en el Señor. Esa no debe temblar.

Cómo no alegrarse con el hermano mayor, con nuestra estirpe, coronada a la diestra del Padre? Porque allí con él estamos todos.

Una paz que expulsa el temor de los esclavos por el patrón.

se acerca el Príncipe del mundo

Ese no se ha ido y hay que contar con él y sus estrategias.

Pero hasta él volverá a tener su oportunidad de reconciliación, porque si no el guión no estaría completo.

Jesús descendió a los infiernos para vaciarlo. Es parte de la obra total de salvación. Setenta veces siete, es decir siempre, es la oferta de salvación.

Ese principado malévolo es delegado. A su sombra se ofrece el amor del Padre, quien por encima vigila. Forma parte de su designio amoroso. Le está subordinado.

Solo que no nos acostumbramos a verlo así y nos mete temor o nos seduce su poder, aun subordinado. Es como el mal administrador, que se emborracha y golpea a los demás servidores.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1389545947680710658?s=20

DOCTORES DE LA IGLESIA

 

Martes V semana del Tiempo Pascual
San Cirilo de Alejandría Comentario al evangelio de San Juan 10,2



El Señor, para convencernos de que es necesario que nos adhiramos a él por el amor, ponderó cuán grandes bienes se derivan de nuestra unión con él, comparándose a sí mismo con la vid y afirmando que los que están unidos a él e injertados en su persona, vienen a ser como sus sarmientos y, al participar del Espíritu Santo, comparten su misma naturaleza (pues el Espíritu de Cristo nos une con él).

REFLEXIÓN

Compartir la naturaleza equivale a ser como Él mismo, de la misma calidad, tal como Él es. Hablar de naturaleza para entonces sería compartir la misma pasta divina, más que meramente humana. Es decir, sobre humana, mistérica, innombrable, tal como Jesús. Compartidos de Dios, sus vástagos, sus descendientes si cabe. Un sueño hecho realidad. Un encumbramiento que se ha venido dando desde Jesús de Nazareth, pasando por el Unigénito, hasta ser sus hermanos, su cuerpo. No se habrán atrevido demasiado estas especulaciones teológicas y catequéticas, para salir al frente de adversarios hostiles, dentro y fuera de la comunidad?

La adhesión de quienes se vinculan a la vid consiste en una adhesión de voluntad y de deseo; en cambio, la unión del Señor con nosotros es una unión de amor y de inhabitación. Nosotros, en efecto, partimos de un buen deseo y nos adherimos a Cristo por la fe; así llegamos a participar de su propia naturaleza y alcanzamos la dignidad de hijos adoptivos, pues, como lo afirmaba San Pablo, el que se une al Señor es un espíritu con él.

REFLEXIÓN

Ser de un mismo espíritu, equivale a compartir la intimidad y motivarse con lo que a Él motiva, pulsar como Él, convivir en su órbita, permanecer en su rumbo.

De la misma forma que en un lugar de la Escritura se dice de Cristo que es cimiento y fundamento (pues nosotros, se afirma, estamos edificados sobre él y, como piedras vivas y espirituales entramos en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, cosa que no sería posible si Cristo no fuera fundamento), así, de manera semejante, Cristo se llama a sí mismo vid, como si fuera la madre y nodriza de los sarmientos que proceden de él. En él y por él hemos sido regenerados en el Espíritu para producir fruto de vida, no de aquella vida caduca y antigua, sino de la vida nueva que se funda en su amor.

REFLEXIÓN

Los frutos de tal unión, al modo de sarmientos que fructifican, son propios del que ama. El fruto de la nueva vida es amar y darse en amor. Acrisolado, amor que en la purificación a la que todo amor es sometido, ha ido dejando como náufragos en la orilla, y basura en las márgenes, el propio amor, querer e interés. Cómo será eso, si quien ama parte del propio amor, querer e interés? Por una transformación por amor al prójimo como a sí mismo.

Y esta vida la conservaremos si perseveramos unidos a él y como injertados en su persona; si seguimos fielmente los mandamientos que nos dio y procuramos conservar los grandes bienes que nos confió, esforzándonos por no contristar, ni en lo más mínimo, al Espíritu que habita en nosotros, pues, por medio de él, Dios mismo tiene su morada en nuestro interior.

REFLEXIÓN

Perseverar sin contristar es un programa de existencia arduo y combatiente, hasta cierto punto inhumano, porque no es raro desfallecer

De qué modo nosotros estamos en Cristo y Cristo en nosotros nos lo pone en claro el evangelista Juan al decir: En esto conocemos que permanecemos en él y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Pues, así como la raíz hace llegar su propia savia a los sarmientos, del mismo modo el Verbo unigénito de Dios Padre comunica a los santos una especie de parentesco consigo mismo y con el Padre, al darles parte en su propia naturaleza, y otorga su Espíritu a los que están unidos con él por la fe: así les comunica una santidad inmensa, los nutre en la piedad y los lleva al conocimiento de la verdad y a la práctica de la virtud.

REFLEXIÓN

Ante todo se celebra y glorifica la gratuidad, el inmerecimiento, el amor primero y tenaz del Señor. El que nos hace capaces de arrancar desde nosotros hacia una correspondencia que esperamos sea inagotable.