jueves, 7 de octubre de 2021

PALABRA COMENTADA

 

JUEVES 27 DE TIEMPO ORDINARIO

Año Impar

Malaquías 3,13-20ª



REFLEXIÓN

nos parecen dichosos los malvados; a los impíos les va bien; tientan a Dios, y quedan impunes

La tentación contra la fe en Dios se presenta constante en la actuación que nos escandaliza y se muestra impune.

No parece haber verdadera justicia, sino un pálido reflejo imperfecto, que nos desanima.

el día que yo preparo. Me compadeceré de ellos, como un padre se compadece del hijo que lo sirve. Entonces veréis la diferencia entre justos e impíos, entre los que sirven a Dios y los que no lo sirven

No es fácil estar ante la emoción irritada del impaciente y frustrado.

Solo seguir dando testimonio de lo que aguardamos confiados.

En esto mostramos un Dios más grande que nosotros mismos, para quien nada es imposible.

Salmo responsorial: 1



REFLEXIÓN

ni se sienta en la reunión de los cínicos;

Se trata de la burla o la réplica tenaz, donde sostener descaradamente lo contrario a lo que se ha tenido por verdad, sin ninguna consideración o respeto por lo que otros han creído, se presenta como una hazaña de autoafirmación.

Una consecuencia de la crítica nietzscheana al pensamiento occidental.

Impacta con el sufrimiento a quienes de corazón guardan ciertas verdades y están comprometidos con ellas, como si fueran sus padres o hijos, o hasta su propia identidad.

Algo de lo que Jesús pudo sentir en la pasión y crucifixión, según relata el evangelio, cuando experimentó las burlas de sus verdugos y de otros, incitándolo a poner en duda la autenticidad de las realidades por las que daba la vida.

no se marchitan sus hojas

Evitar esos círculos que deprimen es un recurso para mantener la juventud del corazón y el primer amor intacto: el amor de la conversión.

Sin embargo el Espíritu puede impulsar el testimonio de la verdad aun en medio de tales, para desarmar desde dentro el padre de la mentira.

el Señor protege el camino de los justos

No es un proteger clamoroso sino paradójico. A los ojos de otros parecerá lo contrario.

Lucas 11,5-13



REFLEXIÓN

Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.

Dicho en otra forma, la fe nos debe hacer impertinentes e inoportunos. Demandantes hasta conseguir lo que necesitamos.

En estos tiempos de tanta queja y reclamo, se pone en efecto la insistencia como medio insustituíble para obtener la escucha.

Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide, recibe; quien busca, halla, y al que llama, se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos,

La Palabra como ninguna otra comunicación celestial conocida en la historia de las religiones muestra una divinidad con voluntad de ser importunada.

Nosotros nos cansamos primero, y desconfiamos innecesaria y tontamente, cuando medimos la generosidad del Señor por la nuestra, que es más bien mezquindad.

Más claro no canta un gallo. No podemos dejar que el mal espíritu se adueñe de nuestro buen espíritu que clama incesantemente, con el pensamiento melifluo de resignarse a la voluntad de Dios.

El buen espíritu nos impulsa a la impertinencia y sólo al final, se pone en manos del querer de Dios que nos otorgue distinto a lo pedido.

Porque la impertinencia es también voluntad del Señor, que quiere a sus hijos como demandantes, a la altura propia de un coheredero.

Nos pide la audacia y la magnanimidad de aquellos que se sienten con Él como en casa.

Se dan opiniones en el sentido de no pedir a Dios nada, sino confiar en Él absolutamente, porque sabe lo que necesitamos.

Es otra visión, otro enfoque frente al que afirma que el Señor lo conoce todo de nosotros y sin insistir debemos confiar en que nos ayudará.

Son enfoques excluyentes o convergentes?: insistir y confiar?.

Si así fuera la oración, madre de todas las oraciones, el padrenuestro no pediría que nos diera el pan del sustento diario.

No debiéramos prejuzgar sobre lo que sí o lo que no agrade al Señor para solicitarle en la oración, sino pedir con la actitud del niño que confía y no se inhibe considerando por cálculo qué será mejor o qué no.

¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?

El que no cesa de gemir en nosotros de modo inenarrable e interpreta ante el Señor nuestro profundo deseo del Reino.

Dar Espíritu Santo no es dar cosas. Es el Espíritu el que ora en nosotros, con gemidos inenarrables. Pido el Espíritu Santo, que es el que pide en mí lo que debo pedir.

Porque el Espíritu que nos concede el Padre es la libertad de los hijos para pedir sin retención o inhibición .

Incluso es el que nos ayuda a entender al buen Padre cuando lo que pedimos no nos conviene tanto o es menos oportuno.

Pero la petición no es de cosas sino de Espíritu, de Reino. Lo demás viene por añadidura.

Ese reino ya está en nosotros, actuando.

Por eso con frecuencia sentimos resistencia y lucha. Y por que lo hay, es señal del reino avanzando y profundizando su transformación.

Se perciben, se intuyen actitudes nuevas que implican dificultad.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1446068668413120513?s=20

BEATO CARLO

Visitaba diariamente a Jesús Sacramentado como un amigo en quien silenciosamente se reclinaba
 
De la carta de san Ignacio de Antioquía, obispo y mártir, a los Filadelfios
(1,1-2,1; 3, 2-5: Funk 1, 226-229)

UN SOLO OBISPO CON LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS

Ignacio, por sobrenombre Teóforo, es decir, Portador de Dios, a la Iglesia de Dios Padre
y del Señor Jesucristo que habita en Filadelfia del Asia, que ha alcanzado la misericordia y
está firmemente asentada en aquella concordia que proviene de Dios, y tiene su gozo en
la pasión de nuestro Señor y la plena certidumbre de la misericordia que Dios ha
manifestado en la resurrección de Jesucristo: mi saludo en la sangre del Señor Jesús.
Tú, Iglesia de Filadelfia, eres mi gozo permanente y durable, sobre todo cuando te
contemplo unida a tu obispo con los presbíteros y diáconos, designados según la palabra
de Cristo, y confirmados establemente por su Santo Espíritu, conforme a la propia
voluntad del Señor.
Sé muy bien que vuestro obispo no ha recibido el ministerio de servir a la comunidad ni
por propia arrogancia ni de parte de los hombres ni por vana ambición, sino por el amor
de Dios Padre y del Señor Jesucristo. Su modestia me ha maravillado en gran manera:
este hombre es más eficaz con su silencio que otros muchos con vanos discursos. Y su
vida está tan en consonancia con los preceptos divinos como lo puedan estar las cuerdas
con la lira; por eso, me atrevo a decir que su alma es santa y su espíritu feliz; conozco
bien sus virtudes y su gran santidad: sus modales, su paz y su mansedumbre son como
un reflejo de la misma bondad del Dios vivo.
Vosotros, que sois hijos de la luz y de la verdad, huid de toda división y de toda
doctrina perversa; adonde va el pastor allí deben seguirlo las ovejas.
Todos los que son de Dios y de Jesucristo viven unidos al obispo; y los que,
arrepentidos, vuelven a la unidad de la Iglesia también serán porción de Dios y vivirán
según Jesucristo. No os engañéis, hermanos míos. Si alguno de vosotros sigue a alguien
que fomenta los cismas no poseerá el reino de Dios; el que camina con un sentir distinto
al de la Iglesia no tiene parte en la pasión del Señor.
Procurad, pues, participar de la única eucaristía, porque una sola es la carne de nuestro
Señor Jesucristo y uno solo el cáliz que nos une a su sangre; uno solo el altar y uno solo

el obispo con el presbiterio y los diáconos, consiervos míos; mirad, pues, de hacerlo todo
según Dios.
Hermanos míos, desbordo de amor por vosotros y, lleno de alegría, intento fortaleceros;
pero no soy yo quien os fortifica, sino Jesucristo, por cuya gracia estoy encadenado, pero
cada vez temo más porque todavía no soy perfecto; sin embargo, confío que vuestra
oración me ayudará a perfeccionarme, y así podré obtener aquella herencia que Dios me
tiene preparada en su misericordia; a mí, que me he refugiado en el Evangelio, como si en
él estuviera corporalmente presente el mismo Cristo, y me he fundamentado en los
apóstoles, como si se tratara del presbiterio de la Iglesia.