JUEVES 27 DE TIEMPO ORDINARIO
Año Impar
Malaquías 3,13-20ª
REFLEXIÓN
nos parecen dichosos los malvados; a los impíos les va bien;
tientan a Dios, y quedan impunes
La
tentación contra la fe en Dios se presenta constante en la actuación que nos
escandaliza y se muestra impune.
No
parece haber verdadera justicia, sino un pálido reflejo imperfecto, que nos
desanima.
el día que yo preparo. Me compadeceré de ellos, como un
padre se compadece del hijo que lo sirve. Entonces veréis la diferencia entre
justos e impíos, entre los que sirven a Dios y los que no lo sirven
No es fácil estar ante la emoción irritada del impaciente y
frustrado.
Solo seguir dando testimonio de lo que aguardamos confiados.
En esto mostramos un Dios más grande que nosotros mismos,
para quien nada es imposible.
Salmo responsorial: 1
REFLEXIÓN
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
Se
trata de la burla o la réplica tenaz, donde sostener descaradamente lo
contrario a lo que se ha tenido por verdad, sin ninguna consideración o respeto
por lo que otros han creído, se presenta como una hazaña de autoafirmación.
Una
consecuencia de la crítica nietzscheana al pensamiento occidental.
Impacta
con el sufrimiento a quienes de corazón guardan ciertas verdades y están
comprometidos con ellas, como si fueran sus padres o hijos, o hasta su propia
identidad.
Algo
de lo que Jesús pudo sentir en la pasión y crucifixión, según relata el
evangelio, cuando experimentó las burlas de sus verdugos y de otros,
incitándolo a poner en duda la autenticidad de las realidades por las que daba
la vida.
no se marchitan sus hojas
Evitar
esos círculos que deprimen es un recurso para mantener la juventud del corazón
y el primer amor intacto: el amor de la conversión.
Sin
embargo el Espíritu puede impulsar el testimonio de la verdad aun en medio de
tales, para desarmar desde dentro el padre de la mentira.
el Señor protege el camino de los justos
No
es un proteger clamoroso sino paradójico. A los ojos de otros parecerá lo
contrario.
Lucas 11,5-13
REFLEXIÓN
Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se
levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se
levantará y le dará cuanto necesite.
Dicho
en otra forma, la fe nos debe hacer impertinentes e inoportunos. Demandantes
hasta conseguir lo que necesitamos.
En
estos tiempos de tanta queja y reclamo, se pone en efecto la insistencia como
medio insustituíble para obtener la escucha.
Pues así
os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os
abrirá; porque quien pide, recibe; quien busca, halla, y al que llama, se le
abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una
piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le
dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a
vuestros hijos,
La Palabra como ninguna otra comunicación celestial
conocida en la historia de las religiones muestra una divinidad con voluntad de
ser importunada.
Nosotros nos cansamos primero, y desconfiamos
innecesaria y tontamente, cuando medimos la generosidad del Señor por la
nuestra, que es más bien mezquindad.
Más
claro no canta un gallo. No podemos dejar que el mal espíritu se adueñe de
nuestro buen espíritu que clama incesantemente, con el pensamiento melifluo de
resignarse a la voluntad de Dios.
El
buen espíritu nos impulsa a la impertinencia y sólo al final, se pone en manos
del querer de Dios que nos otorgue distinto a lo pedido.
Porque
la impertinencia es también voluntad del Señor, que quiere a sus hijos como
demandantes, a la altura propia de un coheredero.
Nos
pide la audacia y la magnanimidad de aquellos que se sienten con Él como en
casa.
Se dan opiniones en el sentido de no pedir a Dios nada, sino confiar en
Él absolutamente, porque sabe lo que necesitamos.
Es
otra visión, otro enfoque frente al que afirma que el Señor lo conoce todo de nosotros
y sin insistir debemos confiar en que nos ayudará.
Son
enfoques excluyentes o convergentes?: insistir y confiar?.
Si así fuera la oración, madre de todas las oraciones, el padrenuestro
no pediría que nos diera el pan del sustento diario.
No
debiéramos prejuzgar sobre lo que sí o lo que no agrade al Señor para
solicitarle en la oración, sino pedir con la actitud del niño que confía y no
se inhibe considerando por cálculo qué será mejor o qué no.
¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a
los que se lo piden?
El
que no cesa de gemir en nosotros de modo inenarrable e interpreta ante el Señor
nuestro profundo deseo del Reino.
Dar Espíritu Santo no es dar cosas. Es el
Espíritu el que ora en nosotros, con gemidos inenarrables. Pido el Espíritu
Santo, que es el que pide en mí lo que debo pedir.
Porque
el Espíritu que nos concede el Padre es la libertad de los hijos para pedir sin
retención o inhibición .
Incluso
es el que nos ayuda a entender al buen Padre cuando lo que pedimos no nos conviene
tanto o es menos oportuno.
Pero
la petición no es de cosas sino de Espíritu, de Reino. Lo demás viene por
añadidura.
Ese
reino ya está en nosotros, actuando.
Por
eso con frecuencia sentimos resistencia y lucha. Y por que lo hay, es señal del
reino avanzando y profundizando su transformación.
Se
perciben, se intuyen actitudes nuevas que implican dificultad.
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