lunes, 4 de abril de 2022

BEATO CARLO



 Del Comentario de san Juan Fisher, obispo y mártir, sobre los salmos
(Salmo 129: Opera omnia, edición 1579, p. 1610)
 

SI ALGUNO PECA, ABOGADO TENEMOS ANTE EL PADRE
 

Nuestro sumo sacerdote es Cristo Jesús y nuestro sacrificio es su cuerpo precioso, que él inmoló en el ara de la cruz por la salvación de todos los hombres.

 

La sangre derramada por nuestra redención no era de terneros o de machos cabríos (como en la ley antigua), sino la del Cordero inmaculado, Cristo Jesús, nuestro salvador. El templo en que ofició nuestro sumo sacerdote no era hecho por mano de hombre, sino edificado únicamente por el poder de Dios. Y así, él derramó su sangre a la vista de todo el mundo; y el mundo es el templo construido por la sola mano de Dios.

 

Este templo tiene dos partes: una es esta tierra que nosotros habitamos al presente, la otra nos es aún desconocida a nosotros, mortales.

 

Primero, cuando sufrió la muerte dolorosísima, ofreció el sacrificio aquí en la tierra. Después, cuando revestido de la nueva inmortalidad penetró por su propia sangre en el santuario, esto es, en el cielo, presentó ante el trono del Padre aquella sangre de un valor inmenso, que había derramado abundantemente por todos los hombres, sujetos al pecado.

 

Este sacrificio es tan acepto y agradable a Dios que, en el mismo instante en que lo mira, compadecido de nosotros, se ve forzado a otorgar su clemencia a todos los que se arrepienten de verdad.

 

Es, además, un sacrificio eterno, ya que se ofrece no sólo cada año (como sucedía entre los judíos), sino cada día, más aún, cada hora y a cada momento, para que en él hallemos consuelo y alivio.

 

Respecto de él, dice el Apóstol: Obteniendo una redención eterna, pues de este sagrado y eterno sacrificio se benefician todos aquellos que están verdaderamente contritos y arrepentidos de los pecados cometidos, los que tienen un decidido propósito de no reincidir en sus malas costumbres y perseverar con constancia en el camino de las virtudes que han emprendido.

 

Lo cual expresa san Juan con estas palabras: Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Si alguno peca, abogado tenemos ante el Padre, a Jesucristo, el justo. Él es propiciación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino por los del mundo entero

domingo, 3 de abril de 2022

PALABRA COMENTADA

 

Domingo 5 de Cuaresma

Isaías 43, 16-21



REFLEXIÓN

para apagar la sed de mi pueblo, de mi escogido, el pueblo que yo formé, para que proclamara mi alabanza

Pueblo de Dios según el Vaticano II es el nombre propio de la Iglesia. Es una realidad que surge por amor del Señor, con una misión: anunciar e incoar el reino de Dios.

Él la forma en su unidad, santidad, catolicidad y apostolicidad. Para que supere sus divisiones, muestre la santidad del amor incondicional del Padre, abrace todas las etnias y sus culturas, y no descanse en anunciar la buena nueva.

Ese talante y tal perfil no se logra a golpe de llamar pueblo de Dios a cualquier realidad popular, aunque todo lo popular es un aporte para la construcción del único pueblo de Dios.

Porque las realidades de la creación permanecerán transformadas el último día. Sin transformación ninguna realidad, ni pueblo subsistirá ante el Señor, que consuma la historia.

El dogma que afirma que el pueblo es la voz de Dios, se refiere a un pueblo transformado, que efectivamente proclama la gloria del Señor.

Porque las realidades populares no transformadas también están sujetas a la corrupción que padecen los individuos y también pecan. Por eso toda religiosidad popular por atractiva y respaldada que aparezca, llama a una evangelización para ser transformada.

Salmo responsorial: 125



REFLEXIÓN

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar

Porque nuestra fe evangélica nos ayuda a comprender los cambios, en cuanto son portadores de una novedad, fruto de la transformación del Espíritu.

Vivimos un tiempo de inflación de cambios, como si todos construyeran algo radicalmente nuevo. Somos noveleros corriendo tras novedades.

Sin embargo el cambio que importa, el que nos ubica en la novedad prima, es el del Espíritu en la historia corriente humana.

Anhelamos cambios muchas veces justificados para superar situaciones límite, dolorosas, sin salida, injustas. Pero en nuestra construcción no metemos Espíritu, no le damos lugar explícito, aunque eso no impide que siga actuando y transformando, aun a nuestro pesar.

Filipenses 3, 8-14



REFLEXIÓN

Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo y existir en él, no con una justicia mía, la de la Ley, sino con la que viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se apoya en la fe

No todo lo que se pierde se tiene como basura. La Palabra en Pablo indica un conocimiento que sobreviene por parte del Señor como un don.

Porque muchas pérdidas las lloramos sin consuelo durante periodos prolongados, y su conversión en basura no llega.

Para conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte, para llegar un día a la resurrección de entre los muertos

Cuando caemos en cuenta que la pérdida ha dado lugar a una nueva perspectiva, a una novedad, a un cambio del Espíritu, entonces hemos logrado el conocimiento del Señor.

No es que ya haya conseguido el premio, o que ya esté en la meta

Un logro paradójico que se teje con vigilancia y alerta, mientras llega el fin.

olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, para ganar el premio, al que Dios desde arriba llama en Cristo Jesús.

Lo hemos de pedir para nosotros, como pueblo formando de Dios, de modo que no paremos de correr hasta procurar el premio.

Juan 8, 1-11



REFLEXIÓN

"El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra."

"Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más."

Nadie puede quitar la vida por un pecado a nadie. La pena de muerte es un asunto inventado por la cultura humana y no tiene que ver con el pecado.

Esto por dos razones: por la supremacía del dominio del Señor sobre la vida, que aceptamos por fe. Y porque todos somos pecadores y no es válido que pecadores, aun perdonados, quiten la vida a pecadores por un pecado.

Lo que sí está en nuestras manos es la aplicación del consejo de Jesús: no pecar más.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1510579715257556992?s=20&t=zoihvh-GjGYQxsX4tX5Bwg