Domingo 5 de Cuaresma
Isaías 43, 16-21
REFLEXIÓN
para apagar la sed de mi pueblo, de mi escogido, el pueblo que yo formé, para que
proclamara mi alabanza
Pueblo
de Dios según el Vaticano II es el nombre propio de la Iglesia. Es una realidad
que surge por amor del Señor, con una misión: anunciar e incoar el reino de
Dios.
Él la
forma en su unidad, santidad, catolicidad y apostolicidad. Para que supere sus
divisiones, muestre la santidad del amor incondicional del Padre, abrace todas
las etnias y sus culturas, y no descanse en anunciar la buena nueva.
Ese
talante y tal perfil no se logra a golpe de llamar pueblo de Dios a cualquier
realidad popular, aunque todo lo popular es un aporte para la construcción del
único pueblo de Dios.
Porque
las realidades de la creación permanecerán transformadas el último día. Sin
transformación ninguna realidad, ni pueblo subsistirá ante el Señor, que
consuma la historia.
El dogma
que afirma que el pueblo es la voz de Dios, se refiere a un pueblo
transformado, que efectivamente proclama la gloria del Señor.
Porque
las realidades populares no transformadas también están sujetas a la corrupción
que padecen los individuos y también pecan. Por eso toda religiosidad popular
por atractiva y respaldada que aparezca, llama a una evangelización para ser
transformada.
Salmo responsorial: 125
REFLEXIÓN
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar
Porque nuestra fe evangélica nos ayuda a
comprender los cambios, en cuanto son portadores de una novedad, fruto de la
transformación del Espíritu.
Vivimos un tiempo de inflación de cambios, como
si todos construyeran algo radicalmente nuevo. Somos noveleros corriendo tras
novedades.
Sin embargo el cambio que importa, el que nos
ubica en la novedad prima, es el del Espíritu en la historia corriente humana.
Anhelamos cambios muchas veces justificados para
superar situaciones límite, dolorosas, sin salida, injustas. Pero en nuestra
construcción no metemos Espíritu, no le damos lugar explícito, aunque eso no
impide que siga actuando y transformando, aun a nuestro pesar.
Filipenses 3, 8-14
REFLEXIÓN
Por él lo perdí todo, y todo lo
estimo basura con tal de ganar a Cristo y existir en él, no con una
justicia mía, la de la Ley, sino con la que viene de la fe de Cristo, la
justicia que viene de Dios y se apoya en la fe
No todo lo que se pierde se tiene como basura. La
Palabra en Pablo indica un conocimiento que sobreviene por parte del Señor como
un don.
Porque muchas pérdidas las lloramos sin consuelo
durante periodos prolongados, y su conversión en basura no llega.
Para conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus
padecimientos, muriendo su misma muerte, para llegar un día a la resurrección
de entre los muertos
Cuando caemos en cuenta que la pérdida ha dado
lugar a una nueva perspectiva, a una novedad, a un cambio del Espíritu,
entonces hemos logrado el conocimiento del Señor.
No es que ya haya conseguido el premio, o que ya esté en la meta
Un logro paradójico que se teje con vigilancia y
alerta, mientras llega el fin.
olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por
delante, corro hacia la meta, para ganar el premio, al que Dios desde arriba
llama en Cristo Jesús.
Lo hemos de pedir para nosotros, como pueblo
formando de Dios, de modo que no paremos de correr hasta procurar el premio.
Juan 8, 1-11
REFLEXIÓN
"El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra."
"Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más."
Nadie puede quitar la vida por un pecado a nadie.
La pena de muerte es un asunto inventado por la cultura humana y no tiene que
ver con el pecado.
Esto por dos razones: por la supremacía del
dominio del Señor sobre la vida, que aceptamos por fe. Y porque todos somos
pecadores y no es válido que pecadores, aun perdonados, quiten la vida a
pecadores por un pecado.
Lo que sí
está en nuestras manos es la aplicación del consejo de Jesús: no pecar más.
https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1510579715257556992?s=20&t=zoihvh-GjGYQxsX4tX5Bwg
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