viernes, 28 de junio de 2024

SAN CARLO ACUTIS

BEATO CARLO

 

De las Homilías de san Gregorio de Nisa, obispo.
(Homilía 6 Sobre las bienaventuranzas: PG 44, 1266-1267)


LA ESPERANZA DE VER A DIOS

La promesa de Dios es ciertamente tan grande que supera toda felicidad imaginable. ¿Quién, en efecto, podrá desear un bien superior, si en la visión de Dios lo tiene todo? Porque, según el modo de hablar de la Escritura, ver significa lo mismo que poseer; y así, en aquello que leemos: Que veas la prosperidad de Jerusalén, la palabra «ver» equivale a tener. Y en aquello otro: Que sea arrojado el impío, para que no vea la grandeza del Señor, por «no ver» se entiende no tener parte en esta grandeza.

Por lo tanto,
el que ve a Dios alcanza por esta visión todos los bienes posibles: la vida sin fin, la incorruptibilidad eterna, la felicidad imperecedera, el reino sin fin, la alegría ininterrumpida, la verdadera luz, el sonido espiritual y dulce, la gloria inaccesible, el júbilo perpetuo y, en resumen, todo bien.

Tal y tan grande es, en efecto, la felicidad prometida que nosotros esperamos; pero, como antes hemos demostrado, la condición para ver a Dios es un corazón puro, y, ante esta consideración, de nuevo mi mente se siente arrebatada y turbada por una especie de
vértigo, por la duda de si esta pureza de corazón es de aquellas cosas imposibles y que superan y exceden nuestra naturaleza. Pues si esta pureza de corazón es el medio para ver a Dios, y si Moisés y Pablo no lo vieron, porque, como afirman, Dios no puede ser visto por ellos ni por cualquier otro, esta condición que nos propone ahora la Palabra para alcanzar la felicidad nos parece una cosa irrealizable. ¿De qué nos sirve conocer el modo de ver a Dios, si nuestras fuerzas no alcanzan a ello? Es lo mismo que si uno afirmara que en el cielo se vive feliz, porque allí es posible ver lo que no se puede ver en este mundo. Porque, si se nos mostrase alguna manera de llegar al cielo, sería útil haber aprendido que la felicidad está en el cielo. Pero, si nos es imposible subir allí, ¿de qué nos sirve conocer la felicidad del cielo sino solamente para estar angustiados y tristes, sabiendo de qué bienes estamos privados y la imposibilidad de alcanzarlos? ¿Es que Dios nos invita a una felicidad que excede nuestra naturaleza y nos manda algo que, por su magnitud, supera las fuerzas humanas?

No es así. Porque Dios no creó a los volátiles sin alas, ni mandó vivir bajo el agua a los animales dotados para la vida en tierra firme. Por tanto, si en todas las cosas existe una ley acomodada a su naturaleza, y Dios no obliga a nada que esté por encima de la propia naturaleza, de ello deducimos, por lógica conveniencia, que no hay que desesperar de alcanzar la felicidad que se nos propone, y que Juan y Pablo y Moisés, y otros como ellos, no se vieron privados de esta sublime felicidad, resultante de la visión de Dios; pues, ciertamente, no se vieron privados de esta felicidad ni aquel que dijo: Ahora me aguarda la corona merecida, que el Señor, justo juez, me otorgará, ni aquel que se reclinó sobre el pecho de Jesús, ni aquel que oyó de boca de Dios: Te he conocido más que a todos. Por tanto,
si es indudable que aquellos que predicaron que la contemplación de Dios está por encima de nuestras fuerzas son ahora felices, y si la felicidad consiste en la visión de Dios, y si para ver a Dios es necesaria la pureza de corazón, es evidente que esta pureza de corazón, que nos hace posible la felicidad, no es algo inalcanzable. Los que aseguran, pues, tratando de basarse en las palabras de Pablo, que la visión de Dios está por encima de nuestras posibilidades se engañan y están en contradicción con las palabras del Señor, el cual nos promete que, por la pureza de corazón, podemos alcanzar la visión divina.

jueves, 27 de junio de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA

 

Jueves 12 de tiempo ordinario

Año Par

2Reyes 24, 8-17



REFLEXIÓN

sólo quedó la plebe

Sólo quedaron los indigentes(dallah), los que no tenían valor para los vencedores, ni representaban ningún riesgo de oposición.

Éstos eran los invisibles de ese tiempo y lugar, con los cuales no era posible construir algo que valiera la pena. Los dejados a su suerte.

Pero son mencionados en la Palabra porque ella les da memoria y actualidad. Son el desafío de todo tiempo, para caer en cuenta que la tarea de humanización no ha concluído.

La dignidad se las aporta la Palabra porque nos recuerda su existencia y suerte. No por algún utilitarismo, sino por gracia, por amor que busca compartir la vida. Amor responsable.

Salmo responsorial: 78



REFLEXIÓN

tu compasión nos alcance pronto, / pues estamos agotados

Hay momentos muy difíciles, de extrema gravedad, tal como la imagen del salmo en los que no tenemos otra voz, otro sonido que pueda salir de nuestra garganta sino la de pedir, gemir por la compasión del Señor.

Mateo 7,21-29



REFLEXIÓN

"No todo el que me dice: "Señor, Señor" entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo

Porque decir y hacer es lo propio del Reino.

"Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados."

Aquél día equivale al día final. Es un código profético antiguo.

Un día de ajustar cuentas, de verdadera transparencia y no la caricatura a la que estamos habituados en nuestra demagogia.

Entonces muchos quedaremos sorprendidos porque con nuestro esfuerzo y ambición creíamos configurar una realidad buena para nosotros y los demás.

Pero es que la búsqueda egocéntrica de los propios objetivos que se camuflan de voluntad de Dios nunca cesa.

Es el núcleo de la experiencia ignaciana transmitida en los ejercicios: la búsqueda incansable e insobornable de la voluntad de Dios.

Una búsqueda que aporta signos y evidencias de salirse del círculo egocéntrico para buscar un bien mayor siempre.

Hay quienes se casan con un eslogan que representa un bien solidario, pero sin discernir su proceso en la vida, se pervierte en letra muerta y marchita.

no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca

Cimentarse en la roca, en la piedra, en Cefas o Pedro, es para muchos en nuestro tiempo, y en todo tiempo anterior, una aberración y casi una idolatría. Porque ningún hombre es Dios.

No dan espacio a la consideración que una persona puede poseer el carisma de la verdad salvadora sólida, aun a pesar de sus inconsistencias y limitaciones.

Detrás de esa repugnancia, se encuentra, con mucha probabilidad, la resistencia a modificar las costumbres y conductas que son señaladas como no evangélicas.

Y para sentirse fuertes en su rechazo se aglutinan en una sola mediática voz de rebeldía para exaltar toda transgresión y resistencia.

Es como una suerte de anti-evangelio, que se va infiltrando silenciosamente en las categorías mentales de la población hasta la apostasía.

se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca

Decir y hacer la voluntad del Señor configura la solidez del Reino.

Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad, y no como los escribas.

En su momento el evangelista transmitió una nueva Torá o enseñanza de Jesús. 

Tan prestigiosa y acendrada sonaba en su proclamación que se guardó como un legado para todos los que le quisieran seguir.

Así judeocristianos y cristianos gentiles en la autoridad evidenciada por Jesús de Nazareth, poseemos una nueva Torá, un nuevo Principio y fundamento.

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motivaciondehoy


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Jueves 12 de tiempo ordinario

Año Par

2Reyes 24, 8-17

Salmo responsorial: 78

Mateo 7,21-29