miércoles, 19 de agosto de 2020

DOCTORES DE LA IGLESIA

 


Miércoles, XX

San Agustín Sermón Caillau Saint-Yves 2, 92

Todas las aflicciones y tribulaciones que nos sobrevienen pueden servirnos de advertencia y corrección a la vez. Pues nuestras mismas sagradas Escrituras no nos garantizan la paz, la seguridad y el descanso. Al contrario, el Evangelio nos habla de tribulaciones, apuros y escándalos; pero el que persevere hasta el final se salvará. Pues, ¿qué bienes ha tenido esta nuestra vida, ya desde el primer hombre, que nos mereció la muerte y la maldición, de la que sólo Cristo, nuestro Señor, pudo librarnos? No protestéis, pues, queridos hermanos, como protestaron algunos de ellos –son palabras del Apóstol–, y perecieron víctimas de las serpientes. ¿O es que ahora tenemos que sufrir desgracias tan extraordinarias que no las han sufrido, ni parecidas, nuestros antepasados? ¿O no nos damos cuenta, al sufrirlas, de que se diferencian muy poco de las suyas? Es verdad que encuentras hombres que protestan de los tiempos actuales y dicen que fueron mejores los de nuestros antepasados; pero esos mismos, si se les pudiera situar en los tiempos que añoran, también entonces protestarían. En realidad juzgas que esos tiempos pasados son buenos, porque no son los tuyos. Una vez que has sido rescatado de la maldición, y has creído en Cristo, y estás empapado en las sagradas Escrituras, o por lo menos tienes algún conocimiento de ellas, creo que no tienes motivo para decir que fueron buenos los tiempos de Adán. También tus padres tuvieron que sufrir las consecuencias de Adán. Porque Adán es aquel a quien se dijo: Con sudor de tu frente comerás el pan, y labrarás la tierra, de donde te sacaron; brotará para ti cardos y espinas. Éste es el merecido castigo que el justo juicio de Dios le fulminó. ¿Por qué, pues, has de pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor que los actuales? Desde el primer Adán hasta el Adán de hoy, ésta es la perspectiva humana: trabajo y sudor, espinas y cardos. ¿Se ha desencadenado sobre nosotros algún diluvio? ¿Hemos tenido aquellos difíciles tiempos de hambre y de guerras? Precisamente nos los refiere la historia para que nos abstengamos de protestar contra Dios en los tiempos actuales. ¡Qué tiempos tan terribles fueron aquéllos! ¿No nos hace temblar el solo hecho de escucharlos o leerlos? Así es que tenemos más motivos para alegrarnos de vivir en este tiempo que para quejarnos de él.

Las protestas no deben ser reprimidas, sino encauzadas para que lleguen a algún fin provechoso al bien común. Una forma de encauzar es refiriéndolas a la tradición para que disminuya el narcisismo y el victimismo, por el cual parece que todo tiempo fue mejor, y  que los problemas actuales son desproporcionadamente mayores. La memoria histórica no sólo ayuda a prevenir, sino a mantenerse en la debida proporción, para no incurrir en peores daños para todos.

martes, 18 de agosto de 2020

PALABRA COMENTADA

 

Martes 20 de tiempo ordinario

Ezequiel 28, 1-10

Se hinchó tu corazón, y dijiste: 'Soy Dios

tú que eres hombre y no dios; te creías listo como los dioses.

Aunque sea en una forma menos glamorosa, nuestro corazón ha sido seducido muchas veces, y lo sigue siendo, por una sutil vocecilla que le susurra cuán grande e inteligente somos!

La presunción está agazapada a cada paso y esquina de nuestro caminar.

Ocupar nuestro sitio todo el tiempo, guardar las debidas perspectivas siempre, es una hazaña, casi imposible de llevar a cabo.

Porque entre otras cosas se da la mentalidad engañosa de que ocupar nuestro sitio y puesto es ir contra nuestro ser de hombre, con potencialidad para cambiar muchas cosas.

tu fortuna te llenó de presunción.

Nos preguntamos gimiendo y llorando por qué pasamos por las pruebas, cuando las calamidades, tragedias y tropiezos se dan en los linderos de nuestra existencia.

Son un don del Señor. Paradójicamente son las pruebas de su amor para que nos salgamos del proceso de auto-endiosamiento y presunción.

Los eventos que nos hacen morder el polvo, pequeños y grandes, descubren nuestro verdadero tamaño y la idiotez de haber presumido de nuestra grandeza.

Se abre pues la oportunidad de volver al Señor y confesar de nuevo que Él es el único, que es nuestro absoluto, y nuestra felicidad es depender de su gloria.

Interleccional: Deuteronomio 32

No es porque su Roca los ha vendido, / porque el Señor los ha entregado?

Eres el único que puede tocar el corazón para mudarlo.

el Señor defenderá a su pueblo / y tendrá compasión de sus siervos

Son pueblo y siervos, que en Jesús serán amigos, quienes hacen conciencia y viven de la fe que los hace depender del Señor.

Nuestro proceso humanizador y civilizador en su rumbo adecuado pasa por la apropiación viviente de la realidad de la dependencia del Señor, y en ella nuestra plenificación y potenciación.

Mateo 19, 23-30

difícilmente entrará un rico en el Reino de los cielos

Por su apego a las riquezas.

Se observa que individualmente o como sistema, la acumulación es signo de codicia, aun cuando haya muestras de solidaridad poco comprometida.

Porque aun en la buena obra se pueden colar el cálculo y el interés de acumular riquezas.

"Entonces, ¿quién puede salvarse?"

En alguna forma todos somos ricos, y estamos apegados a alguna forma de riqueza

Este espanto no tiene sentido si los discípulos no tuvieran idea de las riquezas, al menos como proyecto de vida. Quién no quiere riquezas?

Se muestran como el brillo que alumbra la oscuridad de las existencias y resuelve la infelicidad.

Entonces el espanto tiene que ser por el sentido de ricos que es el ideal de la mayoría de las personas que no tiene el tesoro en el reino.

El reino no tiene que ver con acumulación como programa de vida, sino con lo contrario.

La riqueza divide, la solidaridad fraterniza y une.

Si el reino es fraternidad y comunión, la codicia se constituye en un obstáculo insalvable e irredimible.

"Pues nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?"

Son espontáneos y honestos los discípulos de Jesús en ese momento porque no esconden su ambición de ser ricos en bienes materiales junto a Jesús.

Entre los seguidores hay quienes se han despojado de lo material y ya no tienen la acumulación y la codicia como meta existencial, como logro de la vida.

"Para los hombres es imposible; pero Dios lo puede todo

Porque si dependiera de nosotros nos quedaríamos ricos, pero sin Dios.

Con esta fuerza queremos itinerar, con la convicción de que en el camino vamos con la suma de las posibilidades, si le creemos más que a nosotros mismos y nuestros apegos.

Es su don mover el corazón del apego a la acumulación de bienes, a la riqueza.

De ahí que aun en el pobre y mísero, a quien nos debe preocupar ayudar a salir de su pobreza, se puede dar la codicia.

Y por descuidar ese enfoque sobre el apego a la riqueza ciertos proyectos de desarrollo y crecimiento material que acompañan la evangelización terminan en fracaso, desunión, y mayor apego a lo material.

os sentaréis en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel

Como toda realidad evangélica implica una transformación de lo corruptible.

El poder de los que lo han abandonado todo por el Señor se verá al final.

El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre y madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos serán primeros".

La dependencia del Señor, como la de Jesús de Nazareth, se manifiesta aquí y ahora y al final también.

La fraternidad de la comunidad, en vez de la división y egocentrismo de la sociedad sin Dios, es un bien que podemos disfrutar ya como realización anticipada del reino.

Es la prenda, el botón de muestra de lo que será en la plenitud.

No sólo dejar posesiones sino también personas. Dejar relaciones. Dejar apegos pecaminosos y desordenados.

Un despojo voluntario en el compartir engendra una fraternidad que multiplica con creces lo que se ha dejado.

El Señor no se deja vencer en generosidad.