TODOS LOS SANTOS(1 DE NOVIEMBRE)
Apocalipsis 7,2-4.9-14
REFLEXIÓN
apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie
podría contar, de toda nación, raza,
pueblo y lengua, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus
manos. Y gritaban con voz potente:
"¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!"
Héroes
anónimos, eso son los santos innombrados y ocultos.
Hombres,
mujeres, niños y ancianos, tejiendo
existencias que aportan bien, amor y justicia a otros, no obstante
sus traspiés.
Grupos
humanos acosados, perseguidos,
violentados por fuerzas hostiles que
los desarraigan de sus bienes, y sancionan
por su fe pacífica y religiosa.
"Éstos son los que vienen de la gran
tribulación(tzlipsis:presión interna extrema
que deja sin escapatoria, ni opciones, en impotencia): han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero."
La
Palabra recoge un momento histórico
de martirio. Persecución, aflicción
y muerte por ser cristiano, en el siglo I d.C.
Los santos serán en toda época quienes den su sangre y sus vidas en
nombre de Jesús, como testimonio de
fe.
Un martirio para serlo no requiere
exigitivamente el derramamiento de sangre,
porque la confesión o testimonio de
fe también se puede manifestar a lo
largo de la vida de una persona,
asumiendo las presiones y tensiones que comporta la congruencia y fidelidad a la Palabra.
Así muchos creyentes anónimamente
viven entregando sus existencias a una
lucha por un reino de equidad, justicia,
paz, amor.
Esta humilde, muda y sorda construcción
tiene un espacio de celebración en
este día memorial, porque nada se
pierde de esa lucha por la acogida
que le hace el Padre de Jesús.
En
esta celebración y abrazo del Señor
tiene su lugar toda acción solidaria
de buena voluntad esparcida por el ancho mundo.
Encuentran su nicho en esta conmemoración
los mártires jesuitas de la UCA de
San Salvador, entre otros.
Hombres y mujeres sin afán de notoriedad,
pero servidores del evangelio en
diversos contextos: académico,
político, investigativo, pastoral o el servicio
doméstico.
Vidas
que echan luz sobre la propia existencia
y la de nuestras violentas
sociedades, faltas de suficiente equidad.
Igual
parece un signo, dentro de la
diversidad de ellos, la conciencia
que se tiene entre muchos creyentes, sobre la justicia de tantos que no están, oficial y confesionalmente, como creyentes de un credo determinado.
Quizás ante el desengaño y la desilusión de la incongruencia denuestro testimonio, fijamos la mirada en otros modos de creer en el Absoluto Radical, por si entre ellos se da la verdadera justicia.
Salmo responsorial: 23
REFLEXIÓN
¿Quién puede subir al monte del Señor? / ¿Quién puede estar
en el recinto sacro? / El hombre de manos inocentes / y puro corazón,
/ que no confía en los ídolos
Cualquiera
que cumple con este perfil es un
santo de Dios. Aun sin ceremonia de
canonización eclesiástica.
Los
ídolos pueden revolcarnos, pero no derrotarnos, si contamos con la justicia
del Señor.
1Juan 3,1-3
REFLEXIÓN
El mundo no nos conoce porque
no le conoció a él
El
anonimato y no el protagonismo es el
que distingue a este pueblo de
santos.
Confiamos
en hacerlo conocer cuando nos conozcan
ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos
En la opacidad de
la carne, como en el cuarzo,
refulgen diminutos destellos cual
advertencia de una silente
transformación.
Todo
el que tiene esperanza en él, se purifica a sí mismo,
como él es puro.
La autocrítica
purificadora brota imparable como signo
de la presencia de la esperanza y en
ella el Señor.
Se
va abriendo nuestra conciencia, capa
tras capa para ir revelándose en
nosotros, en medio de las contingencias
históricas.
Mateo 5,1-12ª
REFLEXIÓN
al ver Jesús el gentío
Qué
vería Jesús en ese momento dentro del
corazón de la muchedumbre? Porque la
masa popular en muchos textos bíblicos
se muestra torpe, de dura
cerviz, inconforme, demandante,
exigente, malagradecida, insaciable.
Sin embargo en lo profundo Jesús recoge un espíritu que es ayudado por el gemido de otro Espíritu, y así es alcanzado en su corazón.
Un
anhelo de transformación de su destino
e incorporación al designio del Padre.
Por
y para ese anhelo Jesús enumera las felicidades de los pobres,
los sufridos, los
misericordiosos…
"Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es
el reino de los cielos. Dichosos los
que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que
tienen hambre y sed de la justicia,
porque ellos quedarán saciados. Dichosos los
misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los
limpios de corazón, porque ellos
verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los
perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de
cualquier modo por mi causa. Estad
alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo."
Una felicidad especial
nace del estilo de vida que nos comunica aquí la Palabra.
Gente que busca ciertos valores que
casi nadie ambiciona, pero permiten
una convivencia pacífica y equitativa.
Se
configura así un reino, un dominio,
una jurisdicción a contravía de la
violencia mundana que prolonga la ley
del más fuerte de una evolución del
caos no humanizante.
Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será
grande en el cielo
Confesamos que sí nos motiva nuestra
recompensa en los cielos, morada del Padre.
Porque
en ello, más allá del interés por el
premio, se encuentra la convivencia
perfecta que anhelamos.
Sobre todo
valor relativo, hay un valor
absoluto: el Reino de Dios, Dios.
Por eso la
necesidad del espíritu: ser pobres de espíritu.
El es el que
permite y facilita la purificación
por medio de la esperanza.
En ella anima nuestra vigilia histórica hasta el fin…
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