Números 6,22-27
REFLEXIÓN
"El Señor te bendiga y te proteja,
ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor se fije en ti y te
conceda la paz"
En muchos sentidos el verdadero israelita encontró sentido a
su condición de víctima, en tiempos bíblicos y aun ahora.
Es una condición por sí sola constitutiva de una plegaria
permanente a favor de la paz.
Como ellos otros de fe cristiana y de otras creencias han
confluído en la fraternidad de víctimas cuya suerte clama por la paz.
Hemos de hacer espacio en nuestra conciencia para contemplar
el llamamiento del Señor desde las víctimas de todo tipo, diversidad y género.
No cesan de aparecer.
Particularmente dolorosas y piedra de escándalo son aquellas
que han sido abusadas por servidores del Señor cuando eran niños, y no
encontraron la paz de la justicia en las autoridades, también ministros de
Dios.
Una impunidad de los responsables de lo sacro, que no han
sido dignos de lo Santo.
Que esta humillación que nos alcanza a todos los creyentes y
hace retorcerse a nuestra fe, permita una purificación y nos haga más
esforzados en el trabajo por la verdadera paz.
El Señor es como la madre que en la oscuridad, con su
lámpara, se acerca al niño que llora aterrado por el miedo a la oscuridad, y lo
calma al iluminar su rostro maternal sonriente y sereno.
Nuestro Dios, Padre de Jesús, quien lo acompañaba y acompaña
en su misión, mantenía el rostro iluminado sobre él, y por eso se comportaba
como un hijo confiado, a pesar de las adversidades.
No tiene comparación la vivencia del ser acompañado y
precedido por el Espíritu del Señor en nuestro caminar.
En medio de las ansiedades, temores y crispaciones del mundo
moderno, nos permite un ecosistema de paz y serenidad, de actitud positiva y
constructiva, para seguir ejerciendo el ministerio de la Palabra, en favor de
los hermanos.
Salmo responsorial: 66
REFLEXIÓN
El Señor tenga piedad y nos bendiga, / ilumine
su rostro sobre nosotros; / conozca
la tierra tus caminos, / todos los pueblos tu salvación
Sobre todo por el conocer, que en la riqueza de la cultura
bíblica, implica una confluencia de conocimientos: mente, corazón, conciencia.
Es decir: conocimiento íntegro, que no se queda en el mero
decir, sino que procesa una congruencia en la vida, cada vez más entregada.
El Padre en su hijo quiere necesitarnos para darlo a conocer
en la expresión de todo nuestro ser. Sin límites, sin cortapisas, sin
inhibiciones.
Gálatas 4,4-7
REFLEXIÓN
nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para
rescatar
Una persona, en el desarrollo de su misión, ha de expresar su
fe, que es como una cosmovisión, en medio de las circunstancias que le toque
vivir.
Unas lo marcarán más que otras, y le facilitarán o lo
entorpecerán en su desarrollo.
Son desafíos para toda existencia humana y en orden a superarlos contamos con la potencialidad del
Espíritu.
Nacido bajo la cultura, para hacer contracultura,
porque ha sido la estrategia del Señor en la historia salvífica: entrar en lo
de ellos para salir con lo nuestro.
La impronta maternal nos induce en la cultura y nos
provee de las herramientas básicas: el amor.
Dios envió a nuestros corazones al Espíritu de
su Hijo que clama: "¡Abbá! (Padre).
Hoy los signos de protesta surgen por el reclamo de la
dignidad, que tiene su fundamento absoluto en ser hijos de Dios.
La protesta tiene que ser más que mera rebeldía, para
manifestar el clamor del Espíritu de Jesús en nosotros que dice Abbá.
para que recibiéramos el ser hijos por
adopción
Porque éste es el objetivo: vivir con la memoria fresca del hogar
que nos espera para siempre.
ya no eres esclavo, sino hijo
Y desde ya ésta es nuestra condición más profunda.
Los creyente cristianos nos debemos a los derechos humanos
como partícipes de la familia humana, pero reforzados con la convicción de que
son derechos de los hijos de Dios, no sólo de la laicicidad.
Lucas 2,16-21
REFLEXIÓN
los pastores
fueron corriendo a Belén y encontraron a María
y a José, y al niño acostado en el pesebre
La Palabra de buena nueva nos la
comunica en este texto en el que interactúan cuatro actores: pastores, María,
José y el niño.
Los pastores son parte de un estrato
socioeconómico y cultural inferior en esa sociedad de castas.
Pero ellos han sido llamados a un
encuentro en un escenario común, nada solemne ni pomposo: un pesebre.
Y el encuentro es con una familia que
está en tierra extraña, ubicados donde pueden para pasar algo cobijados en el
momento del nacimiento.
No hay palabras ni explicaciones sino
contemplación de lo profundo en circunstancias comunes.
Es lo que nos enseña la madre de
Jesús: contemplar las cosas con los ojos del corazón.
Los hemos idealizado y
no reconocemos en ellos un grupo poco apreciado en la sociedad de
entonces. Entre ellos había mucha gente de malas mañas.
Todos los que lo oían se admiraban de lo que
les decían los pastores
A ellos se les entregaba una potencialidad: una nueva visión
de la vida, donde cabía la salvación.
meditándolas en su corazón
Buscando y encontrando sentido a los hechos.
Con bendición, con Espíritu, con sabiduría de mujer y madre
iniciamos un año nuevo, como periodo que nos inventamos, para apreciar el paso
del tiempo, y contrastar nuestro avance por el camino de la existencia.
En este umbral estamos agradecidos y apenados, por la cosecha
del año que terminó.
Azorados y esperanzados por lo que sembraremos y cosecharemos
en este nuevo periodo.
La bendición invocada, el Espíritu de hijos y el
acompañamiento de la Madre son provisiones para el tramo de camino que inicia.
Así no temeremos, sino que renovaremos el amor, porque donde
hay amor no hay temor.
le pusieron por nombre Jesús
Su
nombre, su vocación, su misión.
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