miércoles, 21 de agosto de 2024

SAN CARLO ACUTIS DE ASIS

DOCTORES DE LA IGLESIA

 


MIÉRCOLES, XX

De la constitución apostólica Divino afflatu, del papa san Pío décimo

(AAS 3 [1911), 633-635)

La voz de la Iglesia que resuena dulcemente

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Es un hecho demostrado que los salmos, compuestos por inspiración divina, cuya colección forma parte de las sagradas Escrituras, ya desde los orígenes de la Iglesia sirvieron admirablemente para fomentar la piedad de los fieles, que ofrecían continuamente a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de unos labios que confiesan su nombre, y que además, por una costumbre heredada del antiguo Testamento, alcanzaron un lugar importante en la sagrada liturgia y en el Oficio divino. De ahí nació lo que san Basilio llama «la voz de la Iglesia», y la salmodia, calificada por nuestro antecesor Urbano octavo como «hija de la himnodia que se canta asiduamente ante el trono de Dios y del Cordero», y que, según el dicho de san Atanasio, enseña, sobre todo a las personas dedicadas al culto divino, «cómo hay que alabar a Dios y cuáles son las palabras más adecuadas» para ensalzarlo. Con relación a este tema dice bellamente san Agustín: «Para que el hombre alabara dignamente a Dios, Dios se alabó a sí mismo; y, porque se dignó alabarse, por esto el hombre halló el modo de alabarlo.»

Los salmos tienen, además, una eficacia especial para suscitar en las almas el deseo de todas las virtudes. En efecto «si bien es verdad que toda Escritura, tanto del antiguo como del nuevo Testamento, inspirada por Dios es útil para enseñar, según está escrito, sin embargo, el libro de los salmos, como el paraíso en el que se hallan (los frutos) de todos los demás (libros sagrados), prorrumpe en cánticos y, al salmodiar pone de manifiesto sus propios frutos junto con aquellos otros.» Estas palabras son también de san Atanasio, quien añade asimismo: «A mi modo de ver, los salmos vienen a ser como un espejo, en el que quienes salmodian se contemplan a sí mismos y sus diversos sentimientos, y con esta sensación los recitan.» San Agustín dice en el libro de sus Confesiones: «¡Cuánto lloré con tus himnos y cánticos, conmovido intensamente por las voces de tu Iglesia que resonaba dulcemente! A medida que aquellas voces se infiltraban en mis oídos, la verdad se iba haciendo más clara en mi interior y me sentía inflamado en sentimientos de piedad, y corrían las lágrimas, que me hacían mucho bien.»

En efecto, ¿quién dejará de conmoverse ante aquellas frecuentes expresiones de los salmos en las que se ensalza de un modo tan elevado la inmensa majestad de Dios, su omnipotencia, su inefable justicia, su bondad o clemencia y todos sus demás infinitos atributos, dignos de alabanza? ¿En quién no encontrarán eco aquellos sentimientos de acción de gracias por los beneficios recibidos de Dios, o aquellas humildes y confiadas súplicas por los que se espera recibir, o aquellos lamentos del alma que llora sus pecados? ¿Quién no se sentirá inflamado de amor al descubrir la imagen esbozada de Cristo redentor, de quien san Agustín «oía la voz en todos los salmos, ora salmodiando, ora gimiendo, ora alegre por la esperanza, ora suspirando por la realidad»?

martes, 20 de agosto de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA

 

Martes 20 de tiempo ordinario

Año Par

Ezequiel 28, 1-10



REFLEXIÓN

Se hinchó tu corazón, y dijiste: 'Soy Dios

tú que eres hombre y no dios; te creías listo como los dioses.

Aunque sea en una forma menos glamorosa, nuestro corazón ha sido seducido muchas veces, y lo sigue siendo, por una sutil vocecilla que le susurra cuán grande e inteligente somos! 

La presunción está agazapada a cada paso y esquina de nuestro caminar.

Ocupar nuestro sitio todo el tiempo, guardar las debidas perspectivas siempre, es una hazaña, casi imposible de llevar a cabo. 

Porque entre otras cosas se da la mentalidad engañosa de que ocupar nuestro sitio y puesto es ir contra nuestro ser de hombre, con potencialidad para cambiar muchas cosas.

tu fortuna te llenó de presunción.

Nos preguntamos gimiendo y llorando por qué pasamos por las pruebas, cuando las calamidades, tragedias y tropiezos se dan en los linderos de nuestra existencia.

Son un don del Señor. Paradójicamente son las pruebas de su amor para que nos salgamos del proceso de auto-endiosamiento y presunción.

Los eventos que nos hacen morder el polvo, pequeños y grandes, descubren nuestro verdadero tamaño y la idiotez de haber presumido de nuestra grandeza.

Se abre pues la oportunidad de volver al Señor y confesar de nuevo que Él es el único, que es nuestro absoluto, y nuestra felicidad es depender de su gloria.

Interleccional: Deuteronomio 32



REFLEXIÓN

No es porque su Roca los ha vendido, / porque el Señor los ha entregado?

Eres el único que puede tocar el corazón para mudarlo.

el Señor defenderá a su pueblo / y tendrá compasión de sus siervos

Son pueblo y siervos, que en Jesús serán amigos, quienes hacen conciencia y viven de la fe que los hace depender del Señor.

Nuestro proceso humanizador y civilizador en su rumbo adecuado pasa por la apropiación viviente de la realidad de la dependencia del Señor, y en ella nuestra plenificación y potenciación.

Mateo 19,23-30



REFLEXIÓN

difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos

Por su apego a las riquezas.

Se observa que individualmente o como sistema, la acumulación es signo de codicia, aun cuando haya muestras de solidaridad poco comprometida. 

Porque aun en la buena obra se pueden colar el cálculo y el interés de acumular riquezas.

"Entonces, ¿quién puede salvarse?"

En alguna forma todos somos ricos, y estamos apegados a alguna forma de riqueza

Este espanto no tiene sentido si los discípulos no tuvieran idea de las riquezas, al menos como proyecto de vida. Quién no quiere riquezas? 

Se muestran como el brillo que alumbra la oscuridad de las existencias y resuelve la infelicidad. 

Entonces el espanto tiene que ser por el sentido de ricos que es el ideal de la mayoría de las personas que no tiene el tesoro en el reino.

El reino no tiene que ver con acumulación como programa de vida, sino con lo contrario.

La riqueza divide, la solidaridad fraterniza y une.

Si el reino es fraternidad y comunión, la codicia se constituye en un obstáculo insalvable e irredimible.

Para los hombres es imposible; pero Dios lo puede todo."

Porque si dependiera de nosotros nos quedaríamos ricos, pero sin Dios.

Con esta fuerza queremos itinerar, con la convicción de que en el camino vamos con la suma de las posibilidades, si le creemos más que a nosotros mismos y nuestros apegos.

Es su don mover el corazón del apego a la acumulación de bienes, a la riqueza. 

De ahí que aun en el pobre y mísero, a quien nos debe preocupar ayudar a salir de su pobreza, se puede dar la codicia. 

Y por descuidar ese enfoque sobre el apego a la riqueza ciertos proyectos de desarrollo y crecimiento material que acompañan la evangelización terminan en fracaso, desunión, y mayor apego a lo material.

dijo Pedro: "Pues nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?"

Entre los seguidores hay quienes se han despojado de lo material y ya no tienen la acumulación y la codicia como meta existencial, como logro de la vida.

Son espontáneos y honestos los discípulos de Jesús en ese momento porque no esconden su ambición de ser ricos en bienes materiales junto a Jesús.

cuando llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel

Como toda realidad evangélica implica una transformación de lo corruptible. 

El poder de los que lo han abandonado todo por el Señor se verá al final.

El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna

La dependencia del Señor, como la de Jesús de Nazareth, se manifiesta aquí y ahora y al final también. 

La fraternidad de la comunidad, en vez de la división y egocentrismo de la sociedad sin Dios, es un bien que podemos disfrutar ya como realización anticipada del reino.

Es la prenda, el botón de muestra de lo que será en la plenitud.

No sólo dejar posesiones sino también personas. Dejar relaciones. Dejar apegos pecaminosos y desordenados.

Un despojo voluntario en el compartir engendra una fraternidad que multiplica con creces lo que se ha dejado.

El Señor no se deja vencer en generosidad.

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Martes 20 de tiempo ordinario

Año Par

Ezequiel 28, 1-10

Interleccional: Deuteronomio 32

Mateo 19,23-30