martes, 3 de septiembre de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA

 

Martes 22 de tiempo ordinario Año Par

1Corintios 2, 10b-16



REFLEXIÓN

 

Y nosotros hemos recibido un Espíritu que no es del mundo, es el Espíritu que viene de Dios, para que tomemos conciencia de los dones que de Dios recibimos

 

La jactancia con la que nos adueñamos de los carismas operantes en nosotros, perturban la conciencia de gratuidad hacia el Señor. Inhiben el debido reconocimiento y acción de gracias.

 Es como si en nuestra conciencia, o como sea que se conciba a esa potencialidad que tenemos de insight o invisión, no sea puramente nuestra sino participada de la propia de Dios, de manera que no nos in-vemos sólo desde nosotros autónomamente, sino que nos in-vemos desde Dios.

 In-verse es un sentido de existencia, un logos o síntesis dinámica que nos posee, aunque no lo decidamos así, porque en cierta forma nos precede, antecede y postcede.

 Es un compañero del camino que nos auto y altero-sustenta. Una dimensión múltiple que nos conmina a la responsabilidad en el sentido de dar cuenta, y nos veda escondernos irresponsables como Adán y Eva, cuando después del pecado temían la llegada del Señor.

 

expresando realidades espirituales en términos espirituales

 

Tal posesión nos capacita para trascender e incitar a ello. Es la experiencia que Pablo nos quiere hacer sentir: su discurso repercute en la in-visión de sus escuchas porque es un pronunciamiento vigorizado por el Espíritu.

 Entonces la inspiración no es solamente una cualidad del texto sagrado, del profeta y su comentador, sino que en la época nueva, con Jesús resucitado, se ha derramado en el creyente, para que todos nos incitemos a trascender e in-vernos como Dios se in-ve.

 Un logos progresivo se va adueñando de nosotros históricamente, incansable proceso en medio de fragores contradictorios, que estallan a su paso.

 

Porque hay una in-visión opuesta, unas tinieblas activas que ponen zancadillas constantes, no para que caminemos con traspiés, sino para que cansados y agobiados de tanta lucha, dejemos de caminar.

 

A nivel humano, uno no capta lo que es propio del Espíritu de Dios, le parece una necedad; no es capaz de percibirlo, porque sólo se puede juzgar con el criterio del Espíritu. En cambio, el hombre de espíritu tiene un criterio para juzgarlo todo, mientras él no está sujeto al juicio de nadie

 

No es asunto de poder sino de competencia. Sólo sabe de Espíritu quien vive de Espíritu. Bajo un constante juicio de la conciencia más riguroso que el juicio del mundo.

 Es la tentación constante para todo humano/a: rehusar la in-visión, rehusar trascender, porque implica un despojo de seguridad, la del propio juicio.

 Y porque es una lucha agobiante, una desafío que nos lanza en medio de una agonía sin fin. Como náufragos a quienes duelen los ojos de no ver la orilla.

 Si Moisés, Abraham y los profetas intentaron y lograron modificar a Dios en sus propósitos radicales, no lo haremos nosotros en Cristo?, persuadiéndonos a su voluntad, y persuadiéndolo a la nuestra.

 No es la doctrina clásica, pero tiene raíces en su palabra.

 Salmo responsorial: 144



REFLEXIÓN

 Que todas tus criaturas te den gracias

 Las quejas, reclamos y maldiciones se irían apagando voluntariamente si la condición humana se tornara en acción de gracias permanente. Si el reconocimiento del Señor poblara la tierra.

 El Señor sostiene a los que van a caer, / endereza a los que ya se doblan

 Vengan a mí los que están cansados y agobiados de tanto luchar, que yo los aliviaré, porque mi carga es ligera.

 Lucas 4,31-37



REFLEXIÓN

 los sábados enseñaba a la gente

 Jesús trabaja en el día de descanso. Trabaja la solidaridad: enseñar, curar, amar haciendo el bien.

 Se confronta el sentido del descanso en Dios, que no es inactividad ni desconexión.

 Por eso Jesús dirá que su Padre siempre trabaja y que él lo secunda.

 hablaba con autoridad

 Como hacen los líderes de este mundo cuando buscan convencer.

 Sólo que su persuasión se muestra inapelable, contundente e implacable con el adversario del reino.

en la sinagoga un hombre que tenía un demonio inmundo

 Un poseso requiere una autoridad nueva como la de Jesús, firme y misericordiosa.

 Jesús le intimó: "¡Cierra la boca y sal!"

 Su autoridad se evidencia en el dominio sobre el adversario que atemoriza.

 "¿Qué tiene su palabra? Da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen

 Jesús de Nazareth fue un hombre con dones, carismático. Se pudo jactar y hacer poderoso, pero más bien vivía dando gracias y haciendo el bien. Un estilo y calidad de vida propios del Espíritu, que vivenciaba en la dimensión del Espíritu.

 Noticias de él iban llegando a todos los lugares de la comarca

 Eso somos: colaboradores de su buena nueva y debemos llegar dondequiera, antes que nada con nuestro estilo de vida, en constante discernimiento del reino, en la historia humana.

 https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1564600623668072448?s=20&t=ssSWY1B0iIV8iRyVsw8fgA

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Martes 22 de tiempo ordinario Año Par

1Corintios 2, 10b-16

 Salmo responsorial: 144

Lucas 4,31-37

DOCTORES DE LA IGLESIA



De la carta de San Ignacio de Antioquía,obispo y mártir, a los Efesios

(7-9: Funk 2, 189-193)

Todo lo hacéis en Cristo Jesús

Hay quienes, taimadamente, alardean del nombre cristiano, pero hacen cosas indignas de Dios. A estos tales debéis evitarlos como a bestias salvajes. Son efectivamente perros rabiosos, que muerden a traición. ¡Guardaos bien de ellos, pues sufren una enfermedad incurable! Existe un médico, a la vez carnal y espiritual, engendrado y no engendrado, Dios encarnado, vida verdadera sujeta a la muerte, hijo de María e Hijo de Dios, primero pasible y ahora impasible: Jesucristo, nuestro Señor.

Que nadie, pues, os engañe, como, en efecto, no os dejáis engañar, siendo como sois íntegramente de Dios. Pues desde el momento en que ninguna discordia capaz de atormentaros hace blanco en vosotros, es señal de que vivís según Dios. Soy el último de vuestros esclavos y me entrego como oblación por vosotros, Efesios, la iglesia celebrada por los siglos. Los carnales no pueden realizar las obras espirituales, ni los espirituales las obras de la carne, como tampoco la fe puede llevar a cabo las obras de la infidelidad, ni la infidelidad puede producir obras de fe. Y las mismas cosas que hacéis según la carne, son espirituales, pues todo lo hacéis en Jesucristo.

He conocido también a algunos itinerantes que os han visitado, portadores de malas doctrinas; no les habéis permitido sembrarlas entre vosotros, tapándoos los oídos, para no dar acogida a los errores que van propalando en la convicción de que sois piedras del templo del Padre, preparadas para la construcción de Dios Padre, elevadas a lo alto mediante la palanca de Jesucristo, que es la cruz, utilizando como cabria al Espíritu Santo: vuestra fe es vuestro cabrestante, y la caridad, la rampa que os eleva hacia Dios.

Así pues, todos sois además compañeros de ruta, portadores de Dios y portadores del templo, portadores de Cristo, portadores de los vasos sagrados, enteramente adornados de los mandamientos de Jesucristo. Por mi parte, estoy contento de haber merecido la gracia de conversar con vosotros por medio de esta carta, y de congratularme con vosotros porque, siguiendo los postulados de otra vida, no amáis sino solo a Dios.



De las homilías de san Gregorio Magno, papa, sobre el libro del profeta Ezequiel

(Libro 1,11, 4-6: CCL 142,170-172)

Por amor a Cristo, cuando hablo de Él, ni a mí mismo me perdono

Hijo de Adán, te he puesto de atalaya en la casa de Israel. Fijémonos cómo el Señor compara sus predicadores a un atalaya. El atalaya está siempre en un lugar alto para ver desde lejos todo lo que se acerca. Y todo aquel que es puesto como atalaya del pueblo de Dios debe, por su conducta, estar siempre en alto, a fin de preverlo todo y ayudar así a los que tiene bajo su custodia.

Estas palabras que os dirijo resultan muy duras para mí, ya que con ellas me ataco a mí mismo, puesto que ni mis palabras ni mi conducta están a la altura de mi misión.

Me confieso culpable, reconozco mi tibieza y mi negligencia. Quizá esta confesión de mi culpabilidad me alcance el perdón del Juez piadoso. Porque, cuando estaba en el monasterio, podía guardar mi lengua de conversaciones ociosas y estar dedicado casi continuamente a la oración. Pero, desde que he cargado sobre mis hombros la responsabilidad pastoral, me es imposible guardar el recogimiento que yo querría, solicitado como estoy por tantos asuntos.

Me veo, en efecto, obligado a dirimir las causas, ora de las diversas Iglesias, ora de los monasterios, y a juzgar con frecuencia de la vida y actuación de los individuos en particular; otras veces tengo que ocuparme de asuntos de orden civil, otras, de lamentarme de los estragos causados por las tropas de los bárbaros y de temer por causa de los lobos que acechan al rebaño que me ha sido confiado. Otras veces debo preocuparme de que no falte la ayuda necesaria a los que viven sometidos a una disciplina regular, a veces tengo que soportar con paciencia a algunos que usan de la violencia, otras, en atención a la misma caridad que les debo, he de salirles al encuentro.

Estando mi espíritu disperso y desgarrado con tan diversas preocupaciones, ¿cómo voy a poder reconcentrarme para dedicarme por entero a la predicación y al ministerio de la palabra? Además, muchas veces, obligado por las circunstancias, tengo que tratar con las personas del mundo, lo que hace que alguna vez se relaje la disciplina impuesta a mi lengua. Porque, si mantengo en esta materia una disciplina rigurosa, sé que ello me aparta de los más débiles, y así nunca podré atraerlos adonde yo quiero. Y esto hace que, con frecuencia, escuche pacientemente sus palabras, aunque sean ociosas. Pero, como yo también soy débil, poco a poco me voy sintiendo atraído por aquellas palabras ociosas, y empiezo a hablar con gusto de aquello que había empezado a escuchar con paciencia, y resulta que me encuentro a gusto postrado allí mismo donde antes sentía repugnancia de caer.

¿Qué soy yo, por tanto, o qué clase de atalaya soy, que no estoy situado, por mis obras, en lo alto de la montaña, sino que estoy postrado aún en la llanura de mi debilidad? Pero el Creador y Redentor del género humano es bastante poderoso para darme a mí, indigno, la necesaria altura de vida y eficacia de palabra, ya que por su amor, cuando hablo de él, ni a mí mismo me perdono.