domingo, 8 de septiembre de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA

 

Domingo 23 de tiempo ordinario

Isaías 35, 4-7ª



REFLEXIÓN

Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene en persona, resarcirá y os salvará

La Palabra busca convencernos, persuadirnos, que con ella, en ella, por ella somos verdaderamente dignos y colmados de grandeza.

No se trata de un enfoque de vida lastimera y sufriente, para satisfacción de una divinidad celosa y arbitraria.

Se trata de la visión de una existencia que se empodera con la compañía de un Dios potenciador, promotor, solidario.

Nuestra desolación y pequeñez de nuestra mano viene, incluso lo que individualmente no nos buscamos, porque dependió de una cadena de circunstancias que nos precedieron y ubicaron.

El desquite de su parte es el ofrecimiento de colmar nuestro anhelo. Nuestro sueño, como dice la etiqueta actual. Pero eso sí: no lo hará sin nuestra libertad.

han brotado aguas en el desierto, torrentes en la estepa; el páramo será un estanque, lo reseco un manantial

La Palabra investida en lengua humana nos surte de imágenes contradictorias para golpear nuestra lógica cerrada sobre las realidades de este mundo, como si fueran las únicas. La Palabra lleva el lenguaje hasta extremos que nos hacen dudar si lo que esperamos es un sueño o un absurdo.

Salmo responsorial: 145



REFLEXIÓN

El Señor reina eternamente

Un reinado es un dominio efectivo, absoluto pero benéfico. Un orden de cosas y circunstancias que favorecen valores éticos de fraternidad.

Santiago 2. 1-5



REFLEXIÓN

¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino, que prometió a los que lo aman?

Es la base que nos ofrece la Palabra para asumir con prioridad de aprecio y acción al pobre: él es la dramatización viviente de nuestra auténtica condición humana. Porque ante el Señor todos somos pobres y Él nos enriquece.

En la sociedad fraterna que estamos llamados a construir, un criterio privilegiado es el de la equidad de trato y por eso la Palabra en Santiago nos previene contra el favoritismo hacia el rico y poderoso en detrimento del pobre e indefenso.

Marcos 7, 31-37



REFLEXIÓN

le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua

Podemos abrir nuestra mente y figurarnos la progresivamente avanzada tecnología médica como los gestos de Jesús de Nazaret haciendo contacto con nuestras dolencias y enfermedades. 

Porque estas son límites y barreras del anti-reino que el empoderamiento del Espíritu en nosotros quiere superar.

Las lecturas hallan un común denominador en el oprimido que será liberado. Tal esperanza debe justificar: configurar una fe fuerte, un suspiro profundo, una práctica equitativa, y un mundo nuevo.

Ni el AT ni el NT en estos textos precisan la justificación en una espiritualización dicotómica, sino en bienes concretos cuya fuente es el Padre.

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motivaciondehoy


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Domingo 23 de tiempo ordinario

Isaías 35, 4-7ª

Salmo responsorial: 145

Santiago 2. 1-5

Marcos 7, 31-37

DOCTORES DE LA IGLESIA

DOCTORES DE LA IGLESIA

 

DOMINGO, XXIII SEMANA




 De los sermones de San León Magno, papa

(Serm. 92, 1.2.3: PL 54, 454-455)

Cual sea el trabajo de cada uno, tal será su ganancia

Dice el Señor: Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Esta superioridad de nuestra virtud ha de consistir en que la misericordia triunfe sobre el juicio. Y, en verdad, lo más justo y adecuado es que la criatura, hecha a imagen y semejanza de Dios, imite a su Creador, que ha establecido la reparación y santificación de los creyentes en el perdón de los pecados, prescindiendo de la severidad del castigo y de cualquier suplicio, y haciendo así que de reos nos convirtiéramos en inocentes y que la abolición del pecado en nosotros fuera el origen de las virtudes.

La virtud cristiana puede superar a la de los escribas y fariseos no por la supresión de la ley, sino por no entenderla en un sentido material. Por esto, el Señor, al enseñar a sus discípulos la manera de ayunar, les dice: Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. ¿Qué paga, sino la paga de la alabanza de los hombres? Por el deseo de esta alabanza se exhibe muchas veces una apariencia de virtud y se ambiciona una fama engañosa, sin ningún interés por la rectitud interior; así, lo que no es más que maldad escondida se complace en la falsa apreciación de los hombres.

El que ama a Dios se contenta con agradarle, porque el mayor premio que podemos desear es el mismo amor; el amor, en efecto, viene de Dios, de tal manera que Dios mismo es el amor. El alma piadosa e íntegra busca en ello su plenitud y no desea otro deleite. Porque es una gran verdad aquello que dice el Señor: Donde está tu tesoro, allí está tu corazón. El tesoro del hombre viene a ser como la reunión de los frutos recolectados con su esfuerzo. Lo que uno siembre, eso cosechará, y cual sea el trabajo de cada uno, tal será su ganancia; y donde ponga el corazón su deleite, allí queda reducida su solicitud. Mas, como sea que hay muchas clases de riquezas y diversos objetos de placer, el tesoro de cada uno viene determinado por la tendencia de su deseo, y si este deseo se limita a los bienes terrenos, no hallará en ellos la felicidad, sino la desdicha.

En cambio, los que ponen su corazón en las cosas del cielo, no en las de la tierra, y su atención en las cosas eternas, no en las perecederas, alcanzarán una riqueza incorruptible y escondida, aquella a la que se refiere el profeta cuando dice: La sabiduría y el saber serán su refugio salvador, el temor del Señor será su tesoro. Esta sabiduría divina hace que, con la ayuda de Dios, los mismos bienes terrenales se conviertan en celestiales, cuando muchos convierten sus riquezas, ya sea legalmente heredadas o adquiridas de otro modo, en instrumentos de bondad. Los que reparten lo que les sobra para sustento de los pobres se ganan con ello una riqueza imperecedera; lo que dieron en limosnas no es en modo alguno un derroche; éstos pueden en justicia tener su corazón donde está su tesoro, ya que han tenido el acierto de negociar con sus riquezas sin temor a perderlas.