Está siendo una hora de tinieblas, y la luz que sabemos resplandecerá, tomará su tiempo
Domingo, XXIV
San Agustín Sermón sobre los pastores 46,1-2
No acabáis de aprender ahora precisamente que
toda nuestra esperanza radica en Cristo y que él es toda nuestra verdadera y
saludable gloria, pues pertenecéis a la grey de aquel que dirige y apacienta a
Israel. Pero, ya que hay pastores a quienes les gusta que les llamen pastores,
pero que no quieren cumplir con su oficio, tratemos de examinar lo que se les
dice por medio del profeta. Vosotros escuchad con atención, y nosotros
escuchemos con temor. Me vino esta palabra del Señor: «Hijo de Adán, profetiza
contra los pastores de Israel, profetiza diciéndoles». Acabamos de escuchar
esta lectura; ahora podemos comentarla con vosotros. El Señor nos ayudará a
decir cosas que sean verdaderas, en vez de decir cosas que sólo sean nuestras.
Pues, si sólo dijésemos las nuestras, seríamos pastores que nos estaríamos
apacentando a nosotros mismos, y no a las ovejas; en cambio, si lo que decimos
es suyo, él es quien os apacienta, sea por medio de quien sea. Esto dice el
Señor: «¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No son
las ovejas lo que tienen que apacentar los pastores?» Es decir, que no tienen
que apacentarse a sí mismos, sino a las ovejas.
REFLEXIÓN
Son reflexiones importantes para una época como la nuestra en la que se ve gran número de ministros escandalizando al rebaño, haciendo difícil su entrega de fe, alejándolos quizás definitivamente. Tanta prepotencia, tanto lujo, tanto encubrimiento de otros como cómplices, tantas víctimas a quienes solo la solidaridad de los nos ministros han llevado a denunciar abusos, violaciones, indignidades. Está siendo una hora de tinieblas, y la luz que sabemos resplandecerá, tomará su tiempo.
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