San Basilio Libro sobre el Espíritu
Santo 15,35-36
El Señor, que nos da la vida, estableció
con nosotros la institución del bautismo, en el que hay un símbolo y principio
de muerte y de vida: la imagen de la muerte nos la proporciona el agua, la
prenda de la vida nos la ofrece el Espíritu. En el bautismo se proponen como
dos fines, a saber, la abolición del cuerpo de pecado, a fin de que no
fructifique para la muerte, y la vida del Espíritu, para que abunden los frutos
de santificación; el agua representa la muerte, haciendo como si acogiera al
cuerpo en el sepulcro; mientras que el Espíritu es el que da la fuerza
vivificante, haciendo pasar nuestras almas renovadas de la muerte del pecado a
la vida primera. Esto es, pues, lo que significa nacer de nuevo del agua y del
Espíritu: puesto que en el agua se lleva a cabo la muerte y el Espíritu crea la
nueva vida nuestra.
REFLEXIÓN
El bautismo es un drama que representamos, con la conciencia simbólica, o sea, con la intención y credulidad de que al actuar vivimos la realidad que representamos. Con el agua representamos que morimos, y con la unción que nos sobreviene el Espíritu Santo. Es un sacramento, que nos sensibiliza y evoca una realidad que se desarrolla en el Misterio de Dios: nuestro nuevo nacimiento para la vida eterna.
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