Antonia Salzano, madre de Carlo Acutis:
«Conocía a los pobres por sus nombres y apellidos»
─¿El hecho de estar con Carlo cambió de algún modo la vida de la
familia o de otras personas que conozcan?
─Carlo era un muchacho normal y corriente de
este tiempo. Vivía la vida del colegio, familiar y deamigos con mucho
equilibrio. con mucho equilibrio conforme a la edad que tenía. Tenía una fuerte
presencia de Jesús, y lo ordinario lo transformaba en extraordinario. Esta era
la cosa más especial que tenía Carlo y todos notaban esa luz en los ojos, su
bondad, su pureza, su amabilidad. Tenía una gran obediencia. Le gustaba mucho
las redes sociales y evangelizaba a través de ella. Era un muchacho especial,
desde el punto de vista humano y de fe. Le gustaba el fútbol, permanecía en la
escuela después de las clases y ayudaba a los niños en los deberes. Siempre
dispuesto a ayudar a todos, especialmente a los que tenían algún problema. Era
muy estimado por todos porque defendía a los débiles y pobres. Era muy
organizado y cuando vivíamos en el centro de Milán, debajo de su casa había
muchos pobres que estaban en la calle y en vez de comprarse dos pares de
zapatillas, compraba uno, y el dinero se lo daba a ellos.
─¿Cómo veían los amigos de Carlo este interés suyo por la Eucaristía
y la vida religiosa? ¿Lo veían como algo raro o por el contrario le admiraban y
apoyaban?
─Lo veían como un muchacho normal. Como
otro cualquiera. Sus amigos le admiraban porque conocía a los pobres por sus
nombres y apellidos y preparaba recipientes para darles de comer, compraba
mantas con sus ahorros, y uno de ellos se convirtió en católico, gracias al
testimonio de Carlo con su vida. Para él, cada persona era especial. Y cuando
murió, había mucha gente que venía para despedirse Lo quería todo el mundo,
aunque no compartieran su fe.
─¿En algún momento pudo pensar o percibir que tenía en su casa un
santo?
─Era un muchacho especial con un gran fuerte piedad. Hizo la Primera
Comunión a los siete años e iba a Misa todos los días, hacía la adoración
eucarística todos los días, o bien antes de la Misa o después. Rezaba el Santo
Rosario todos los días, leía la Sagrada Escritura y la vida de los santos.
Tenía un gran celo apostólico. A los 11 años se convirtió en catequista. Se
preocupaba mucho cuando sus niños de catequesis no iban a Misa los domingos y
rezaba por esas personas para que se convirtieran. Él decía que la santidad no
es un proceso de llegada sino de atracción. Es irme yo para dejar espacio a
Dios.
─Usted ha dicho en varias ocasiones que eran católicos, pero no
practicantes, ¿cómo es su fe ahora?
─Carlo me ha acercado a la fe. Hice la
comunión, me conrmé y me casé. Carlo a los tres años ya empezaba a interesarse
por las cosas de Dios. Entraba a la Iglesia a llevar ores, a saludar al Señor a
la Virgen y Santos. Yo era muy ignorante en las cosas de la fe, y él me metió
en crisis porque podía disminuir la autoridad maternal porque me preguntaba
cosas y no sabía responderle. Entonces, hablé con una amiga mía que era muy
religiosa y me aconsejó ir a un sacerdote para que me guiara y ayudara a
acercarme a la fe. Este sacerdote me aconsejó acercarme a la teología, no para
ser teóloga sino para conocer mi fe. Y desde ahí he vivido y sentido mi
transformación. Carlo me ayudó a darme cuenta de lo verdaderamente importante:
Cristo. Mi hijo ha sido mi pequeño salvador.
─¿Cambió de algún modo su vida?
─Digamos que ciertamente el Señor nos fue
preparando para la enfermedad de Carlo. Ya que se fue muy rápido, en una semana
murió. Yo sentía como una voz en mi interior que decía: «El Señor me ha dado y
el Señor me ha quitado, como en el libro de Job. Lo hemos aceptado porque
sabemos que la muerte no es el final del camino, sino el inicio de una nueva
vida que nunca terminará y que está más presente que nunca. Yo Estaba
convencida de que muriendo iba a seguir vivo y por eso ha dado tantas gracias a
tantas personas que le han pedido cosas como intercesor. Esto es un motivo de
acción de gracias. Él era nuestro centro y ofreció este sufrimiento por la
Iglesia y por el Papa para que lleguen al paraíso y la salvación de las almas.
─¿Cómo definiría a Carlo en dos palabras?
─Un muchacho de su tiempo. Con una fuerte vida
espiritual, su centro era la Eucaristía, el rosario y los pobres.
─¿Cómo vive el resto
de la familia todo el proceso de beaticación? Sobre todo, sus hermanos
pequeños.
─Tenemos otros dos hijos. Rezamos el Rosario y
no pensaba que su hermano podría llegar a ser santo. Lo vivimos con mucha
intensidad y acción de gracias por todo. Él antes de morir me dijo que su meta
no era la muerte sino la vida eterna. Que se ha hecho sentir. Que yo tendré
muchos hijos espirituales. Y gente que ha encontrado la fe gracias al
encontrarse con Carlo, gracias espirituales por las cuales mereceremos el
paraíso. Yo lo siento muy cerca de mí. Me gusta la expresión que dice Carlo que
la autopista hasta el cielo es la Eucaristía. Él ya no es solo mío sino de la
Iglesia universal. Su cuerpo está muy bien conservado, es él. No ha cambiado
nada.