24 de Diciembre
San Agustín
Sermón 185
Por medio de
nuestro Señor Jesucristo, porque la verdad brota de la tierra. Por él hemos
obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos: y nos gloriamos
apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. No dice: «Nuestra
gloria», sino: La gloria de Dios; porque la justicia no procede de nosotros,
sino que mira desde el cielo. Por tanto, el que se gloríe, que se gloríe en el
Señor, y no en sí mismo. Por eso, después que la Virgen dio a luz al Señor, el
pregón de las voces angélicas fue así: Gloria a Dios en el cielo, y en la
tierra paz a los hombres que ama el Señor. ¿Por qué la paz en la tierra, sino
porque la verdad brota de la tierra, o sea, Cristo ha nacido de la carne? Y él
es nuestra paz; él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa: para que fuésemos
hombres que ama el Señor, unidos suavemente con vínculos de unidad.
Alegrémonos, por tanto, con esta gracia, para que el testimonio de nuestra
conciencia constituya nuestra gloria: y no nos gloriemos en nosotros mismos,
sino en Dios. Por eso se ha dicho: Tú eres mi gloria, tú mantienes alto mi
cabeza. ¿Pues qué gracia de Dios pudo brillar más intensamente para nosotros
que ésta: teniendo un Hijo unigénito, hacerlo hijo del hombre, para, a su vez,
hacer al hijo del hombre hijo de Dios? Busca méritos, busca justicia, busca
motivos; y a ver si encuentras algo que no sea gracia.
REFLEXIÓN
Todo es gracia, todo es don, todo es obsequio, y así la justificación verdadera es un don de amor, que supera la meritocracia que con tanto trabajo organizamos en nuestras sociedades y organizaciones, limitadamente. Vemos cómo para sorpresa, frustración y dolor nuestro, reciben reconocimiento y gloria, quienes muchas veces sabemos no merecerlo tanto. Así nos brota la esperanza de Alguien que sepa reconocer según nuestro valor, a fondo, sin componendas.