VIERNES 12 DE TIEMPO ORDINARIO
Año Impar
Génesis 17,1.9-10.15-22
REFLEXIÓN
"Yo soy el Dios Saday. Camina en mi presencia con
lealtad."
Hay
diferentes significados-contenidos en este nombre dado a Dios en las
tradiciones patriarcales.
Dejan
conocer una divinidad que se destaca de otras en el ámbito inicial de los
padres del pueblo hebreo.
Es
una divinidad para caminar en lealtad y con quien se vinculan sus creyentes
mediante un pacto.
Un
pacto que se celebra con un gesto que en el comienzo pudo ser una medida de
higiene: la circuncisión.
Que
tal medida no resultara imprescindible para la relación sexual quedó
demostrado
en la praxis que introdujo
el cristianismo gentil al no circuncidarse.
Según
Pablo debían más bien circuncidarse el corazón, lo profundo de la persona, y no
tanto su exterior.
Se
profundiza así la orientación evangélica de actuar por motivaciones de
convicción de conciencia, más que por exterioridades.
Salmo responsorial: 127
REFLEXIÓN
Dichoso el que teme al Señor / y sigue sus caminos. /
Comerás del fruto de tu trabajo, / serás dichoso, te irá bien
La
bonanza y el bienestar cotidiano de la vida se asocian fácilmente con una
relación sana con Dios, a quien se toma en serio, se le ama y se espera de Él.
No
habría que inhibirse y desconfiar de esa placidez, que significa la felicidad
incompleta que en la vida se puede alcanzar normalmente.
No
es ni humano ni divino vivir una perspectiva trágica y conflictiva, o
culpabilizada porque una vida de bienestar resulte un egocentrismo.
Sin
embargo la disponibilidad de la fe en el Señor nos lleva a la aceptación serena
de las pruebas y dolores de crecimiento espiritual y madurez humana, mediante
las cuales el Señor nos muestra su amor y nos invita a la generosidad.
Mateo 8,1-4
REFLEXIÓN
al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente. En esto, se
le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: "Señor, si quieres, puedes
limpiarme." Extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Quiero, queda
limpio." Y en seguida quedó limpio de la lepra
Jesús,
parecido a Moisés pero superior, porque la lepra y los leprosos podían ser
declarados impuros, si enfermaban, o puros si sanaban, pero no había
prescripción para sanar.
Al
sanarlo Jesús sacaba del encierro o liberaba del exilio al desdichado leproso,
y así podía ser certificado por la ley para regresar a la comunidad.
Jesús
no puso una ley aparte, sino que intervino para dar salud, que además
significaba una salvación social, porque la Ley no tuvo más alternativa que
declararlo puro y dejarlo volver a la comunidad.
Al
otorgarle salud y salvación social, también lo liberó de la etiqueta pública de
pecador, a la que se había hecho merecedor por ser leproso, porque toda
enfermedad era efecto del pecado.
Así
establece el relato de la Palabra la superioridad de Jesús sobre Moisés.
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