domingo, 5 de septiembre de 2021

DOCTORES DE LA IGLESIA

 

Domingo, XXIII semana

San León Magno Sermón sobre las bienaventuranzas 95,6-8



 Después de esto, el Señor prosiguió, diciendo: Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Esta hambre no desea nada corporal, esta sed no apetece nada terreno; el bien del que anhela saciarse consiste en la justicia, y el objeto por el que suspira es penetrar en el conocimiento de los misterios ocultos, hasta saciarse del mismo Dios. Feliz el alma que ambiciona este manjar y anhela esta bebida; ciertamente no la desearía si no hubiera gustado ya antes de su suavidad. De esta dulzura, el alma recibió ya una pregustación, al oír al profeta que le decía: Gustad y ved qué bueno es el Señor; con esta pregustación, tanto se inflamó en el amor de los placeres castos, que, abandonando todas las cosas temporales, sólo puso ya su afecto en comer y beber la justicia, adhiriéndose a aquel primer mandamiento que dice: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda el alma y con todas tus fuerzas. Porque amar la justicia no es otra cosa sino amar Dios

REFLEXIÓN

Hay que empezar por el fin, al menos alguna vez en la vida. Dónde queremos ir a parar con todo esto? A qué fin le tiramos? El cielo, las moradas, que nos están esperando han de movilizar desde el principio de todo para que nos sea claro que pretendemos. No está de moda ser bueno, y hay todo tipo de caricaturas y burlas de lo que tradicionalmente significaba seguir el buen camino. Más de uno esas burlas lo han apeado, y avergonzado , y confundido. Pero está en nuestras manos mirar el fin y de esa claridad recibir las fuerzas para seguir peregrinando.

sábado, 4 de septiembre de 2021

PALABRA COMENTADA

 

SÁBADO 22 DE TIEMPO ORDINARIO

Año Impar

 

Colosenses 1,21-23



REFLEXIÓN

 

por la mentalidad que engendraban vuestras malas acciones

 

Una versión del ateísmo es la racionalización, como mecanismo de defensa psicológico, respecto de sus acciones malas, que distorsiona y bautiza como buenas o indiferentes.


Con lo cual, se hace árbitro absoluto quien es relativo, de lo bueno y lo malo, y evita darse y dar cuenta.

 

La negación de Dios, muy a la moda para un segmento de la población mundial, es crimen de lesa humanidad, porque como la psicopatía y sociopatía, se puede hacer daño impunemente y sin sentido de culpa.

 

De ahí que velar porque Dios tenga espacio en nuestra cultura, es velar por la humanidad y la responsabilidad social.

 

Tendrá algo que ver esta negación de Dios, teórica y práctica, con la espiral de violencia a gran escala que nos convulsiona, y en la que decaemos del respeto a la vida y dignidad humanas?

 

Por lo menos, en esta era globalizada, a la par de los que se inclinan por la guerra como solución de los conflictos, crece el clamor de quienes sienten la paz y el diálogo como el único camino viable y duradero.


La condición es que permanezcáis cimentados y estables en la fe, e inamovibles en la esperanza del Evangelio que escuchasteis

 

Se trata del proceso de fe y esperanza, en el cual se debe uno mantener abierto a las determinaciones que hará conocer El Señor, aguzando el oído de alumno, luchando por desnudarse y desembarazarse lo más posible de su desorden, para dejarse unir con Él, porque la unión es su don.

 

La estabilidad de la fe y la inamovilidad de la esperanza es don de Dios en el carisma eclesial de la roca que es Pedro.

 

Este carisma hoy oscurecido por la crítica y el desprestigio de la institución eclesial, sigue siendo vigente para el que quiere ver y oír, y su custodio es, más que conveniente, vital para las comunidades eclesiales, aún las tentadas de alejamiento.

 

Y también aún, para todas las personas de buena voluntad.

 

Salmo responsorial: 53



REFLEXIÓN


Oh Dios, sálvame por tu nombre, / sal por mí con tu poder. / Oh Dios, escucha mi súplica, / atiende a mis palabras. R.

 

Pero Dios es mi auxilio, / el Señor sostiene mi vida. / Te ofreceré un sacrificio voluntario, / dando gracias a tu nombre, que es bueno.

 

En el momento de nuestra oración de corazón, cuando clamamos al Señor como único, se da la respuesta de su Espíritu con una oferta para nuestra libre aceptación: que Él ya me escucha porque me sostiene en la vida y espera de nosotros un estilo de vida de entrega, al modo de Jesús de Nazareth.

 

De esa manera la oración nos transforma por un proceso espiritual, en hijos como el Hijo.

 

Lucas 6,1-5



REFLEXIÓN

 

"¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?"

 

Haciendo ver que está fuera de la ley, porque trabajan en día de descanso.

 

La ley de Dios, el descanso, pasa por la reglamentación cultural humana, estableciendo los tipos de actividad permitida y no permitida


en relación al descanso como memoria del Señor.

 

Jesús destraba la legislación cultural de la vinculación absoluta a la voluntad de Dios, e introduce una distancia crítica, propiciada por una necesidad humana básica: el hambre de los discípulos.

 

"¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre?

 

Pero Jesús revela otro enfoque más fundamental: la necesidad de comida en sí es una ley prioritaria.

 

"El Hijo del hombre es señor del sábado."

 

El Hijo del Hombre es Jesús que reordena las prioridades, pero es todo hombre que fundamenta sus decisiones en satisfacer las necesidades fundamentales: pan, salud, casa, educación.

 

El hijo del hombre que revela al Padre y su voluntad, y el hijo del hombre que pertenece a la nueva humanidad que genera esa filiación.

 

No es libertad para escapar la ley, que es palabra de Dios, sino para interpretarla mejor, para ir


más a fondo, y para cumplir más cabalmente.

 

Quien la hizo, la sabe leer mejor:

 

Señor del Sábado.

 

Puede que nos conforte saber que podemos vivir en pecado según la ley, pero es posible que no estemos violando la ley, al menos en una forma que nos aparte del amor del Padre. Y nos da miedo atrevernos a pensar así porque violar la ley nos hace sentir culpables, y sugiere cosas terribles si se viola.

 

Sentimos ir en una navecita en medio de un mar tensamente calmo, que a ratos se turba.

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