De la carta de san Clemente primero, papa, a los Corintios(Caps. 19, 2-20,12: Funk 1, 87-89)
DIOS HA CREADO EL MUNDO CON ORDEN Y SABIDURÍA Y CON SUS DONES LO ENRIQUECE
No perdamos de vista al que es Padre y Creador de todo el mundo, y tengamos puesta
nuestra esperanza en la munificencia y exuberancia del don de la paz que nos ofrece.
Contemplémoslo con nuestra mente y pongamos los ojos de nuestra alma en la magnitud
de sus designios, sopesando cuán bueno se muestra él para con todas sus criaturas.
Los astros del firmamento obedecen en sus movimientos, con exactitud y orden, las
reglas que de él han recibido; el día y la noche van haciendo su camino, tal como él lo ha
determinado, sin que jamás un día irrumpa sobre otro. El sol, la luna y el coro de los
astros siguen las órbitas que él les ha señalado en armonía y sin transgresión alguna. La
tierra fecunda, sometiéndose a sus decretos, ofrece, según el orden de las estaciones, la
subsistencia tanto a los hombres como a los animales y a todos los seres vivientes que la
habitan, sin que jamás desobedezca el orden que Dios le ha fijado.
Los abismos profundos e insondables y las regiones más inescrutables obedecen
también a sus leyes. La inmensidad del mar, colocada en la concavidad donde Dios la
puso, nunca traspasa los límites que le fueron impuestos, sino que en todo se atiene a lo
que él le ha mandado. Pues al mar dijo el Señor: Hasta aquí llegarás y no pasarás; aquí se
romperá la arrogancia de tus olas. Los océanos, que el hombre no puede penetrar, y
aquellos otros mundos que están por encima de nosotros obedecen también a las
ordenaciones del Señor.
Las diversas estaciones del año, primavera, verano, otoño e invierno, van sucediéndose
en orden, una tras otra. El ímpetu de los vientos irrumpe en su propio momento y realiza
así su finalidad sin desobedecer nunca; las fuentes, que nunca se olvidan de manar y que
Dios creó para el bienestar y la salud de los hombres, hacen brotar siempre de sus pechos
el agua necesaria para la vida de los hombres; y aún los más pequeños de los animales,
uniéndose en paz y concordia, van reproduciéndose y multiplicando su prole.
Así, en toda la creación, el Dueño y soberano Creador del universo ha querido que
reinara la paz y la concordia, pues él desea el bien de todas sus criaturas y se muestra
siempre magnánimo y generoso con todos los que recurrimos a su misericordia, por
nuestro Señor Jesucristo, a quien sea la gloria y la majestad por los siglos de los siglos.
Amén.