viernes, 21 de enero de 2022

DOCTORES DE LA IGLESIA


MUERE VIRGEN DEDICADO EXCLUSIVAMENTE A DIOS

 Del tratado de san Ambrosio, obispo, sobre las vírgenes
(Libro 1, cap. 2. 5. 7-9: PL 16 [edición 1845], 189-191)
 

NO TENÍA AÚN EDAD DE SER CONDENADA, PERO ESTABA YA MADURA PARA LA VICTORIA

 

Celebramos hoy el nacimiento para el cielo de una virgen, imitemos su integridad; se trata también de una mártir, ofrezcamos el sacrificio. Es el día natalicio de santa Inés. Sabemos por tradición que murió mártir a los doce años de edad. Destaca en su martirio, por una parte, la crueldad que no se detuvo ni ante una edad tan tierna; por otra, la fortaleza que infunde la fe, capaz de dar testimonio en la persona de una jovencita.

 

¿Es que en aquel cuerpo tan pequeño cabía herida alguna? Y, con todo, aunque en ella no encontraba la espada donde descargar su golpe, fue ella capaz de vencer a la espada. Y eso que a esta edad las niñas no pueden soportar ni la severidad del rostro de sus padres, y si distraídamente se pican con una aguja, se ponen a llorar como si se tratara de una herida.

 

Pero ella, impávida entre las sangrientas manos del verdugo, inalterable al ser arrastrada por pesadas y chirriantes cadenas, ofrece todo su cuerpo a la espada del enfurecido soldado, ignorante aún de lo que es la muerte, pero dispuesta a sufrirla; al ser arrastrada por la fuerza al altar idolátrico, entre las llamas tendía hacia Cristo sus manos, y así, en medio de la sacrílega hoguera, significaba con esta posición el estandarte triunfal de la victoria del Señor; intentaban aherrojar su cuello y sus manos con grilletes de hierro, pero sus miembros resultaban demasiado pequeños para quedar encerrados en ellos.

 

¿Una nueva clase de martirio? No tenía aún edad de ser condenada, pero estaba ya madura para la victoria; la lucha se presentaba difícil, la corona fácil; lo que parecía imposible por su poca edad lo hizo posible su virtud consumada. Una recién casada no iría al tálamo nupcial con la alegría con que iba esta doncella al lugar del suplicio, con prisa y contenta de su suerte, adornada su cabeza no con rizos, sino con el mismo Cristo, coronada no de flores, sino de virtudes.

 

Todos lloraban, menos ella. Todos se admiraban de que con tanta generosidad entregara una vida de la que aún no había comenzado a gozar, como si ya la hubiese vivido plenamente. Todos se asombraban de que fuera ya testigo de Cristo una niña que, por su edad, no podía aún dar testimonio de sí misma. Resultó así que fue capaz de dar fe de las cosas de Dios una niña que era incapaz legalmente de dar fe de las cosas humanas, porque el Autor de la naturaleza puede hacer que sean superadas las leyes naturales.

 

El verdugo hizo lo posible para aterrorizarla, para atraerla con halagos, muchos desearon casarse con ella. Pero ella dijo:

 

«Sería una injuria para mi Esposo esperar a ver si me gusta otro; él me ha elegido primero, él me tendrá. ¿A qué esperas, verdugo, para asestar el golpe? Perezca el cuerpo que puede ser amado con unos ojos a los que yo no quiero».

 

Se detuvo, oró, doblegó la cerviz. Hubieras visto cómo temblaba el verdugo, como si fuese él el condenado; como temblaba su diestra al ir a dar el golpe, cómo palidecían los rostros al ver lo que le iba a suceder a la niña, mientras ella se mantenía serena. En una sola víctima tuvo lugar un doble martirio: el de la castidad y el de la fe. Permaneció virgen y obtuvo la gloria del martirio.

jueves, 20 de enero de 2022

PALABRA COMENTADA

 

Jueves 2 de tiempo ordinario

Año Par

1Samuel 18, 6-9



REFLEXIÓN

A Saúl le sentó mal aquella copla, y comentó enfurecido: "¡Diez mil a David, y a mí mil! ¡Ya sólo le falta ser rey!" Y a partir de aquel día Saúl le tomó ojeriza a David.

La Palabra es muy sobria en la descripción de las motivaciones profundas de la conducta humana, pero certera en su simplicidad. No se parece a nuestra compleja descripción de los estados mentales alterados, ni de los análisis de las decisiones apasionadas.

Quizás porque no es cómplice para suavizar en su juicio lo que está mal, y como tal lo establece.

Hoy somos muy comprensivos de las posibles circunstancias que pudieran atenuar la libertad de la voluntad que decide. Es que todos somos cómplices. Todos tenemos algo por lo que sentirnos culpables. Todos cuando somos sinceros nos reconocemos culpables de algo. Y las atenuaciones del juicio sobre las conductas manifiestan una empatía cercana a la impunidad. Juzgamos como quisiéramos que nos juzgaran. Más que misericordiosos somos complacientes y permisivos.

Saúl expresó –hoy diríamos que espontáneamente- su amargura por no ser reconocido en la copla que elogiaba más a David, su subordinado. Pero era objetivo al dejarse llevar por esa indignación? No porque David efectivamente había terminado la batalla con un despliegue de eficacia envidiable. Y eso fue lo que hizo palidecer a Saúl: la envidia. No era feliz con el reconocimiento ajeno.

Jonatán, hijo de Saúl, quería mucho a David y le avisó

La historia se construye con decisiones humanas favorables y desfavorables a otros. Para el creyente su estabilidad y paz, así como el sustrato que nutre sus decisiones según Dios, es la confianza mediante la que descansa en el abrigo que el Señor le provee contra las decisiones dañinas y perjudiciales. Y aun cuando sea víctima de ellas, cuenta con la esperanza de fortaleza para superar esas adversidades.

Esta visión aporta una perspectiva saludable y positiva sobre el curso de la historia personal y general. Por lo que los creyentes que han asumido libre y conscientemente la misma son ciudadanos constructivos de cualquier sociedad que quiera contar con ellos.

Saúl hizo caso a Jonatán y juró: "¡Vive Dios, no morirá!"

Una pausa, un respiro, una tregua. No la intención definitiva porque el corazón de Saúl siguió entenebrecido.

Inquinas susurradas al oído del corazón han determinado el desvío de muchas existencias del Designio del Señor. Como lo que nos cuenta Juan de Judas Iscariote, cuando salió de la última cena con Jesús a la oscuridad, a las tinieblas.

Salmo responsorial: 55



REFLEXIÓN

en Dios confío y no temo; ¿qué podrá hacerme un hombre?

Una oración que se puede convertir en mantra para preservar nuestra confianza y gusto por la vida, y alejar los nubarrones que inspiran pensamientos paranoides.

Marcos 3,7-12



REFLEXIÓN

Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo

La necesidad, la carencia, el dolor, el sufrimiento, la miseria imparable de la gente del tiempo de Jesús y de todo tiempo, hace pensar en un caldo de cultivo de otros males, y también de redención.

Porque a más de uno el servicio aportado por Jesús ha inspirado su propia vocación para aliviar a las gentes.

No solamente tal caldo de cultivo incita a la revancha del resentimiento incubado por tanta frustración. No solamente la revolución que no construye lo suficiente para compensar la destrucción ocasionada sale de ese caldo.

También la revolución silenciosa de servicio por el reino va cundiendo con su alivio, reparación, perdón, fraternidad.

Esto debieron aprender de Jesús sus discípulos conviviendo con él: inspirarse en él para servir la necesidad de muchos.

él les prohibía severamente que lo diesen a conocer

De los espíritus inmundos no puede provenir la confesión y reconocimiento del Hijo de Dios.

Jesús muestra saber bien quién es él, su autenticidad, su misión, y saber que cuenta con el amor de su Padre, de manera que no lo desvía, ni lo enajena, el elogio desproporcionado y desde fuera, o el oprobio que victimiza.

Jesús de Nazaret como paradigma de solidez y equilibrio que se autoustenta y se afirma en sus convicciones.

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