Miércoles 5 de
tiempo ordinario
Año Par
1Reyes 10,1-10
REFLEXIÓN
La reina de Sabá vio la sabiduría de Salomón
A
cierta edad avanzada la sabiduría que se debería haber acumulado parece echarse
a perder en ciertos momentos con esas relaciones peligrosas y nuestras faltas de control.
Entonces
nos sentimos descalificados. Cómo serémos en presencia del Señor quien conoce
todo y nos pesa?
¡Bendito sea el Señor, tu Dios, que, por el amor eterno que
tiene a Israel, te ha elegido para colocarte en el trono de Israel y te ha
nombrado rey para que gobiernes con justicia!"
La
Palabra no es mezquina con la gloria del ser humano: en este caso Salomón.
Pero
en la perspectiva de la Palabra aparece la fuente de esa gloria, que es Yavé,
la cual debe ser reconocida, más que por decreto impuesto por la misma gloria
en sí.
Parece
haber poco espacio explícito y tematizado para que aparezca la gloria de la
fuente de las glorias humanas en nuestro tiempo.
Pero
Jesús de Nazaret estuvo consciente de ello y llamó la atención que con él se
daba en este mundo la gloria que la reina de Sabá admiró en Salomón.
Reyes,
presidentes y líderes de todos los niveles hacen poco por reconocer esta
fuente. Quizá la gloria humana fuera más persistente y acabara menos en
iniquidad si nos volviéramos más a la fuente de Gloria que es el Señor y su
Hijo Jesucristo.
Salmo responsorial: 36
REFLEXIÓN
confía en él, y él actuará
Nuestra
impaciencia, desconfianza y decepción alcanza en la era de la eficacia
tecnológica nuestra relación con el Misterio.
Debemos pues encomendar todo a quien tiene en sus manos todo,
y aceptar como lo mejor lo venido de sus manos, a pesar del pataleo del corazón
y sus aferramientos.
Marcos 7,14-23
REFLEXIÓN
Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que
sale de dentro es lo que hace impuro
al hombre. El que tenga oídos para oír, que oiga.
Lo profundo de dentro es el ámbito de la
complicidad que impurifica. Meditar el crimen es la actividad propia de esa
profundidad. Detenerse en la planificación del daño envenena la vida que proyecta.
Allí se cristaliza el conocimiento del bien
y del mal y consecuentemente se abre o no el acceso a la vida nueva. Lo
profundo del corazón humano es el suelo en el que consumimos el árbol del
conocimiento del bien y del mal y el árbol de la vida. Jesús es la clave para
que este proceso sea regenerativo y salvífico.
salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos,
homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia,
difamación, orgullo, frivolidad
El
logro del acusador es persuadir que no hay tal, no obstante se den estas
manifestaciones pervertidas desde el corazón.
Pero
también que las maldades etiquetadas proceden del corazón sin tomar en cuenta
la enfermedad y la debilidad del corazón que nos totalmente libre.
Muchas
cosas etiquetadas como impuras y maldades son perspectivas externas que no han
entrado en el corazón del que actuó para saber el grado de daño y perjuicio que
se ha originado desde dentro.
Por
eso nosotros juzgamos de fuera y nuestro juicio es relativo y no absoluto.
Deberá proferirse con la suficiente reserva porque el Señor es el único que
mira el corazón.
Los
humanos somos expertos en las etiquetas, separaciones, divisiones,
clasificaciones, evaluaciones y juicios de mérito. Y caemos en un grave error
de juicio cuando lo hacemos con sentido absoluto y categórico, sin tolerar
excepciones, matizaciones, atenuaciones.
La
tolerancia y la tendencia a salvar la proposición del prójimo es por ello
necesaria porque no somos los que juzgamos el corazón.
Todas
estas contingencias que nos acosan por momentos no invalidan ante él, sino lo
que cocinamos en nuestra profundidad. Y qué cocinamos? Un amor que no deja de
luchar para plenitud en El Señor.
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