sábado, 23 de abril de 2022

PALABRA COMENTADA

 

Sábado de la octava de Pascua

Hechos 4,13-21



REFLEXIÓN

viendo la seguridad de Pedro y Juan, y notando que eran hombres sin letras ni instrucción, se sorprendieron y descubrieron que habían sido compañeros de Jesús.

Un efecto de la transformación de pascua. De meros discípulos aprendices, a testigos íntegros.

La seguridad que brota de la verdad de Dios se acredita por sí misma, como señal del acompañamiento del Señor y como característica de la nueva vida pascual.

Se da constantemente el caso que personas débiles: niños, impedidos, discriminados, pobres, sorprenden por la capacidad que muestran en los argumentos utilizados para defender su posición, y fundamentar sus reclamos.

Se actúa mejor si se mira el mensaje que aportan y se escucha para resolver, y no se detiene uno tanto en el tono de la exigencia.

"¿Puede aprobar Dios que os obedezcamos a vosotros en vez de a él? Juzgadlo vosotros. Nosotros no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído."

Un sacerdote católico dio el paso de descubrir lo que sabía por confesión, en un programa televisado, incurriendo en excomunión late sententiae.

Lo prefirió a hacerse cómplice de un abuso infantil, de un padre con su propia hija.

Y el apoyo más abierto vino de parte de un reverendo evangélico, que citaba la frase de Pedro: antes obedecer a Dios que a los hombres.

Viendo este ejemplo no queda menos que hacer espacio a un mensaje que viene del Espíritu: no importan las ventajas personales que haya que poner a un lado y renunciar, para obedecer al Señor.

La persecución que tuvo que sobrellevar el testigo de la resurrección de Jesús de Nazaret se suma como garantía de la veracidad del testigo. Ese martirio es por nosotros. Para fundamentar nuestra opción fundamental, nuestro principio y fundamento: obedecer a Dios antes que a los hombres.

Aunque de esto también se puede abusar y desviar.

Salmo responsorial: 117



REFLEXIÓN

El Señor es mi fuerza y mi energía, / él es mi salvación

Dedicarse y entregarse tenazmente a la buena obra solidaria, que no se reduce a aspectos económicos, es hacerlo con el reino de Dios.

Y la energía inagotable, al parecer, que alienta a los agentes de cambio en su fe y esperanza, es señal de salvación.

La salvación no es solo liberación. Ésta se ordena a aquella. Liberación es el camino de la libertad del Espíritu en la creación. Y cuando comulgamos con ella, cristaliza y se consolida la salvación.

Me castigó, me castigó el Señor, / pero no me entregó a la muerte.

Los sinsabores en la existencia, llaman a la conversión frecuente y constantemente.

Marcos 16,9-15



REFLEXIÓN

pero no los creyeron.

les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado

Dicen los especialistas que este texto proviene de una adición posterior.

Es interesante que remarca la incredulidad inicial hacia todos los primeros testigos, hasta el extremo de amonestarlos Jesús por ello.

Si es posterior y no del evangelista original: qué situación detalla?

Hubo una resistencia e incredulidad generalizada de los once hacia la buena nueva de la resurrección?

Otra muestra de que el mensaje auténtico del Espíritu venía del pueblo sencillo y creyente, el cual tenía que escuchar el cuerpo de autoridades.

Tantas veces gente del pueblo de Dios, sencilla y honesta en su fe, ha iniciado un movimiento devocional, o que reforma en algún modo el curso dominante y oficial de la comunidad.

Quizá no creyeron y por lo tanto no se convirtieron, porque los testigos eran débiles por ser mujeres, excluídos del círculo íntimo.

El prejuicio y la discriminación entorpecían que la verdad brillara.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1517822413857333248?s=20&t=IaoEGInaVUuq_hi_U4De_w

DOCTORES DE LA IGLESIA

 


San Cirilo de Jerusalén Catequesis de Jerusalén 22, Mystagogica 4,1.3-6.9

Nuestro Señor Jesucristo, en la noche en que iban a entregarlo tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Tomad, comed; esto es mi cuerpo». Y, después de tomar el cáliz y pronunciar la acción de gracias, dijo: «Tomad, bebed; ésta es mi sangre». Si fue él mismo quien dijo sobre el pan: Esto es mi cuerpo, ¿quién se atreverá en adelante a dudar? Y si él fue quien aseguró y dijo: Esta es mi sangre, ¿quién podrá nunca dudar y decir que no es su sangre? Por lo cual estamos firmemente persuadidos de que recibimos como alimento el cuerpo y la sangre de Cristo.

REFLEXIÓN

Se plantea, para quien lo ose negar, que se trata de la identidad del Jesús histórico, que en el pan y vino se hace cuerpo y sangre, en una mesa que reúne para alimentar, para servir alimentos. El escenario de una comida persuade que la identidad tiene que ver con alimentación.

Pues bajo la figura del pan se te da el cuerpo, y bajo la figura del vino, la sangre; para que al tomar el cuerpo y la sangre de Cristo, llegues a ser un solo cuerpo y una sola sangre con él. Así, al pasar su cuerpo y su sangre a nuestros miembros, nos convertimos en portadores de Cristo. Y como dice el bienaventurado Pedro, nos hacemos partícipes de la naturaleza divina.

REFLEXIÓN

Tomarlo como alimento nos implica en un proceso, conocido por demás, de asimilación, pero a la inversa. Haciéndose nosotros como alimento, compartimos una identidad glorificada, y en él somos divinidad.

En otro tiempo Cristo, disputando con los judíos, dijo: Si no coméis mi carne y no bebéis mi sangre, no tenéis vida en vosotros. Pero como no lograron entender el sentido espiritual de lo que estaban oyendo, se hicieron atrás escandalizados, pensando que se les estaba invitando a comer carne humana.

REFLEXIÓN

Más bien entendieron a la perfección y por eso se escandalizaron. Lo del sentido espiritual no es para escamotear la realidad, sino trascendente, transignificado, más allá del uso ordinario pero sin evacuar lo real. Un especie de antropofagia, sin la cual no hay participación.

En la antigua alianza existían también los panes de la proposición: pero se acabaron precisamente por pertenecer a la antigua alianza. En cambio, en la nueva alianza, tenemos un pan celestial y una bebida de salvación, que santifican alma y cuerpo. Porque del mismo modo que el pan es conveniente para la vida del cuerpo, así el Verbo lo es para la vida del alma. No pienses, por tanto, que el pan y el vino eucarísticos son elementos simples y comunes: son nada menos que el cuerpo y la sangre de Cristo, de acuerdo con la afirmación categórica del Señor; y aunque los sentidos te sugieran lo contrario, la fe te certifica y asegura la verdadera realidad. La fe que has aprendido te da, pues, esta certeza: lo que parece pan no es pan, aunque tenga gusto de pan, sino el cuerpo de Cristo; y lo que parece vino no es vino, aún cuando así lo parezca al paladar, sino la sangre de Cristo; por eso ya en la antigüedad, decía David en los salmos: El pan da fuerzas al corazón del hombre y el aceite da brillo a su rostro; fortalece, pues, tu corazón comiendo ese pan espiritual, y da brillo al rostro de tu alma. Y que con el rostro descubierto y con el alma limpia, contemplando la gloria del Señor como en un espejo, vayamos de gloria en gloria, en Cristo Jesús, nuestro Señor, a quien sea dado el honor, el poder y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

REFLEXIÓN

Vendrán otras categorías en la filosofía tomista a formular la transustanciación como la clave ideológica. Sin embargo no terminará con ello la discusión, y habrá que recurrir a la imposición dogmática. Lo cual tampoco hace unidad.