miércoles, 27 de marzo de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA

 

Miércoles Santo

Isaías 50, 4-9



REFLEXIÓN

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento

Un creyente es un discípulo, si cree en Jesús de Nazareth. Por eso nuestra devoción, aunque sana, no debe estancarse en la adoración estática, ni de símbolos ni de imágenes. 

Quien se sienta atraído a Él, debe asumir su causa, su reino que es el dominio del Padre.

Se trata de una dedicación con entrañas de misericordia, lejos de avasallar, imponer u obligar.

Porque es dando que recibimos, entregando que nos devuelven, amando que somos correspondidos.

En un proceso de escucha por fe de la Palabra, se da una alerta frecuente en la conciencia sobre temas, actitudes, afectos, que progresivamente se revelan como inéditos, autónomos, que salen a nuestro encuentro.

Es una Palabra silente pero interpelante, viva, disponible siempre para quien quiera escuchar.

Los videntes, místicos, espirituales han logrado involucrarse y profundizar de tal modo en este proceso abierto a todos por fe, que nos comunican su sensibilidad de un Dios viviente y amoroso, y su voluntad de salvación.

La llave para ingresar a este proceso es un conversión de gracia a la Palabra, el arrepentimiento honesto de su desvío, y la esperanza puesta en el Señor fiel.

En el proceso la Palabra se hace escuchar en las circunstancias de la vida, en los seres humanos, en la creación y en lo profundo de nosotros, construyendo una sintonía y una armonía, que incluye contrastes.

¿quién probará que soy culpable?

La agonía frecuente de la culpabilidad marchita nuestro gozo de vivir. Es una artimaña para dejarlo todo y abandonar el esfuerzo de la conversión. La invitación al camino ancho que lleva a la perdición.

Estas palabras además de posibles en la voz de Jesús, en su pasión, pueden ser apropiadas por tantos que en su nombre hacen su itinerario. Como la mujer adúltera a quienes varios querían apedrear, y Jesús confrontó en silencio sus pasados, inhibiendo la ejecución. Ella pudo decir entonces : quién probará que soy culpable?

Ofrecí la espalda a los que golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos.

Jesús asume con actitud serena más que estoica, alentado por un amor a su Padre y al mundo, que el Padre quiere salvar. Jesús afronta la rebeldía, el odio hacia lo que se ignora como bien. Esa rebeldía provoca la tentación de castigo y rechazo. Pero el Espíritu inspira hacia la contemplación de un bien posible, más allá de esa apariencia.

Jesús ama el bien de la gente, más allá de su propio bien. Es un despojo radical de la apariencia de dignidad e inocencia, para profundizar en la justicia –misteriosa- del Padre.

Salmo responsorial 68



REFLEXIÓN

Por ti he aguantado afrentas, / la vergüenza cubrió mi rostro. / Soy un extraño para mis heermanos, / un extranjero para los hijos de mi madre; / porque me devora el celo de tu templo, / y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí.

Jesús como los profetas, tiene un vínculo único con el Señor Dios de Israel y sienten como suyo lo que afecta su gloria. Es una identificación especial entre un humano y la divinidad. Va más allá de un interés o beneficio, y tiene que ver con su salvación: ese dominio benéfico y benefactor de todo, en el que la vida en toda su riqueza se hace posible.

Esta definición de una situación es nítida en el caso de Jesús, aunque si tomamos en serio su identificación con nosotros, y lo que dice la escritura, que él aprendió sufriendo a obedecer, no se le debió ahorrar la duda sobre su inocencia. Jesús pudo dudar de su inocencia a pesar de serlo ante Dios. La justificación por parte del Señor vino después y lo glorificó, exponiendo que en efecto era un justo.

Quizás Job no hubiera sido tan sensible a las críticas de sus presuntos amigos, si estuviera totalmente seguro de que ellos no llevaban razón. A pesar de su inocencia pudo albergar la duda, y la inquietud sobre el verdadero juicio de Dios. Esta agonía humana, sufrir sin saber si hay o no causa proporcionada para ese sufrimiento, no le pudo ser ajena al mediador perfecto que es Jesús.

Jesús fue en su dolor el blanco de la idolatría: es el fondo teológico de tanto sufrimiento. Contra él se estrellan entonces y ahora las imágenes, ideologías, concepciones, subjetividades y veleidades en la concepción de la divinidad. Porque Jesús es la auténtica imagen del Dios Padre de todos. Y también como Emmanuel, contra él se estrellan los constructos sobre el ser humano, que fueron y son.

Espero compasión, y no la / hay, / consoladores, y no los encuentro

Quien vive así no se contenta con cualquier paliativo. No descansa en cualquier excusa o disculpa. Vivir al Señor y su designio es una pasión, que se vive aún contra los propios intereses.

En mi comida me echaron hiel, / para mi sed me dieron vinagre

El discipulado de Jesús se constituye a su semejanza con hombres y mujeres buenos a toda prueba. Rabiosamente buenos y justos.

Son aquellos que crecen en la capacidad de superar el mal con bien, justicia y amor, cada día.

Que el Señor escucha a sus pobres, / no desprecia a sus cautivos

Este es el designio del Señor:los menos favorecidos hallarán salvación.

Seguir dando gracias en medio de la aflicción es un prodigio del Espíritu, que transforma en holocausto cualquier pasión.

Mateo 26, 14-25



REFLEXIÓN

fue a los sumos sacerdotes y les propuso: ¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?

Porque no obstante las acechanzas de la dirigencia, no había podido concretar la coyuntura propicia para detener y ajusticiar a Jesús. Lo hizo alguien que vino del círculo íntimo del mismo Jesús. Lo entregó su propia gente. Ni Jesús con toda su inocencia, amor y dedicación a los suyos pudo impedir una decisión tan tenebrosa.

Ellos se ajustaron con él en treinta monedas

También Juan da a entender que el amor por el dinero perdió a Judas Iscariote. Se especula sobre otras causas más ideológicas. 

Quizá debíamos aceptar que enmascaramos pasiones básicas. En este caso la codicia.

Entregamos a Jesús cuando preferimos nuestra pasión fundamental.

Digamos que hoy Jesús es los pobres. Si prefiero mi no valor fundamental a ellos, estoy fuera del reino.

Pero en Mateo refulge otro motivo que se relaciona con las escrituras y refuerza una lectura teológica. Ésta consiste en la búsqueda del mensaje de Dios en los acontecimientos. 

Jesús es entregado por el precio de un esclavo, según el mercado de tráfico humano de entonces.

Su vida y misión, y al cabo su pasión es considerado un servicio, como el de un esclavo, que se lleva a cabo en circunstancias ignominiosas, para que resplandezca su ofrecimiento transparente de amor y buena voluntad.

No podemos esconder que el tráfico humano continúa hoy en muchas formas, incluyendo a los inmigrantes, esclavizados fuera de sus tierras por la esperanza de un calidad de vida superior.

Ellos nos recuerdan una pasión que continúa, y no por un ofrecimiento de buena voluntad, sino forzados por la violencia que desatan las pasiones de los poderosos.

Entregado a precio de esclavo: como recoge el himno a Filipenses. Se identifica con el último peldaño de la escala social, de una sociedad de castas.

Siempre hay castas en las sociedades, más o menos fluídas, porque son mecanismos al servicio del egoísmo de grupo.

Jesús en su vida y en su muerte destruye la división que nosostros nos empeñamos en levantar. Porque es él de quien se dice en la parábola de los convidados: amigo sal del último puesto y ven más arriba, a un puesto más digno.

En nuestro mundo actual se dan reacciones de rebeldía frente a las divisiones creadas por nuestros mayores. En parte es el rechazo a lo tradicional: como han consagrado privilegios a favor de unos pocos.

Sin embargo la alerta no debe concluir, porque renacen nuevas especies de divisionismo y castas en sociedades que se habían revuelto para terminarlas.

deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos

En ázimos, pureza no contaminada por lo viejo, Jesús se reune con su nueva familia: los que deberán seguir con la misión: anunciar que el Reino de Dios está cerca.

Según el último libro de Ratzinger, hoy Benedicto 16, Jesús de Nazaret II, él prefiere la versión joanea de que la úlima cena no fue pascual en el sentido judío, sino una cena solemne pero normal, que se puede entender como institución de una pascua cristiana.

Continuidad y cumplimiento o rompimiento y novedad? 

El respondió: El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar.

Según Juan, esta identificación del traidor es algo entre Jesús y el discípulo amado. No como aquí que parece del conocimiento público. Si así fuera podría esperarse una reacción de represalia contra Judas, al menos del impulsivo de Pedro.

Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: ¡Soy yo acaso, Maestro? El respondió: Así es.

Perfidia redomada? O último grito de Judas para que Jesús lo confronte y pueda cambiar de opinión? Qué se agitó en esas tinieblas del corazón que decidían la suerte de Jesús?

El Hijo el Hombre se va como está escrito de él; pero ¡ay del que va a entregar al Hijo del Hombre!, más le valdría no haber nacido

Aun así no nos atrevemos a sentenciar la posible condena de Judas Iscariote, todo un desafío a la misericordia del Padre.

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Isaías 50, 4-9

Salmo responsorial 68

Mateo 26, 14-25

DOCTORES DE LA IGLESIA

DOCTORES DE LA IGLESIA

 


San Agustín Tratados sobre el evangelio de San Juan 84,1-2 

El Señor, hermanos muy amados, quiso dejar bien claro en qué consiste aquella plenitud del amor con que debemos amarnos mutuamente, cuando dijo: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Consecuencia de ello es lo que nos dice el mismo evangelista Juan en su carta: Cristo dio su vida por nosotros; también nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos, amándonos mutuamente como él nos amó, que dio su vida por nosotros. Es la misma idea que encontramos en el libro de los Proverbios: Sentado a la mesa de un señor, mira bien qué te ponen delante, y pon la mano en ello pensando que luego tendrás que preparar tú algo semejante. Esta mesa de tal señor no es otra que aquella de la cual tomamos el cuerpo y la sangre de aquel que dio su vida por nosotros. Sentarse a ella significa acercarse a la misma con humildad. Mirar bien lo que nos ponen delante equivale a tomar conciencia de la grandeza de este don. Y poner la mano en ello, pensando que luego tendremos que preparar algo semejante, significa lo que ya he dicho antes: que así como Cristo dio su vida por nosotros, también nosotros debemos dar la vida por los hermanos.

REFLEXIÓN

Ese amor inspirado por Jesús, lo es para ofrecer la propia vida. Es oblativo y de alteridad. Rompe con el cerco egocéntrico y busca insuflar vida, allí donde la muerte del desamor y la injusticia se activan y proceden al exterminio. Es amor martirial, de testimonio, para hacer nacer la credibilidad en la justicia, el perdón, la mutua entrega.

 Como dice el apóstol Pedro: Cristo padeció por nosotros, dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas. Esto significa preparar algo semejante. Esto es lo que hicieron los mártires, llevados por un amor ardiente; si no queremos celebrar en vano su recuerdo, y si nos acercamos a la mesa del Señor para participar del banquete en que ellos se saciaron, es necesario que, tal como ellos hicieron, preparemos luego nosotros algo semejante. Por esto, al reunirnos junto a la mesa del Señor, no los recordamos del mismo modo que a los demás que descansan en paz, para rogar por ellos, sino más bien para que ellos rueguen por nosotros, a fin de que sigamos su ejemplo, ya que ellos pusieron en práctica aquel amor del que dice el Señor que no hay otro más grande. Ellos mostraron a sus hermanos la manera como hay que prepara algo semejante a lo que también ellos habían tomado de la mesa del Señor. 

REFLEXIÓN

La celebración por los que ya partieron, hace memoria en lo posible de su martirio, de su entrega amorosa, allí donde se ofreció, más allá de sus debilidades y mezquindades. Quien pueda hacer uso de esa memoria de martirio, tiene a la mano un motivo de inspiración para el amor solidario y de alteridad.

Lo que hemos dicho no hay que entenderlo como si nosotros pudiéramos igualarnos al Señor, aun en el caso de que lleguemos por él hasta el testimonio de nuestra sangre. Él era libre para dar su vida y libre para volverla a tomar, nosotros no vivimos todo el tiempo que queremos y morimos aunque no queramos; él, en el momento de morir, mató en sí mismo a la muerte, nosotros somos librados de la muerte por su muerte; su carne no experimentó la corrupción, la nuestra ha de pasar por la corrupción, hasta que al final de este mundo seamos revestido por él de incorruptibilidad; él no necesitó de nosotros para salvarnos, nosotros sin él nada podemos hacer; él, a nosotros, sus sarmientos, se nos dio como vid, nosotros, separados de él, no podemos tener vida. 

REFLEXIÓN

Porque Jesús es el iniciador de esta corriente de vida que convierte la propia vida en un flujo de vida, no obstante que muramos, y por debilidad caigamos en pecados.

Finalmente, aunque los hermanos mueran por sus hermanos, ningún mártir derrama su sangre para el perdón de los pecados de sus hermanos, como hizo él por nosotros, ya que en esto no nos dio un ejemplo que imitar, sino un motivo para congratularnos. Los mártires, al derramar su sangre por sus hermanos, no hicieron sino mostrar lo que habían tomado de la mesa del Señor. Amémonos, pues, los unos a los otros, como Cristo nos amó y se entregó por nosotros.

REFLEXIÓN

Se nos da un martirio eximio en la vida y muerte de Jesús, participada en su mesa. Nos ayuda a no caer en confusiones respecto de otros martirios que parezcan ser superiores al de Él.