jueves, 4 de abril de 2024

DOCTORES DE LA IGLESIA

DOCTORES DE LA IGLESIA

 


San Cirilo de Jerusalén Catequesis de Jerusalén 20, Mystagogica 2,4-6 

Fuisteis conducidos a la santa piscina del divino bautismo, como Cristo desde la cruz fue llevado al sepulcro. Y se os preguntó a cada uno si creíais en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Después de haber confesado esta fe salvadora, se os sumergió por tres veces en el agua y otras tantas fuisteis sacados de la misma: con ello significasteis, en imagen y símbolo, los tres días de la sepultura de Cristo. Pues así como nuestro Salvador pasó en el seno de la tierra tres días y tres noches, de la misma manera vosotros habéis imitado con vuestra primera emersión el primer día que Cristo estuvo en la tierra, y, con vuestra inmersión, la primera noche. Porque como el que anda durante el día lo percibe todo, del mismo modo en vuestra inmersión, como si fuera de noche, no pudisteis ver nada; en cambio al emerger os pareció encontraros en pleno día; y en un mismo momento os encontrasteis muertos y nacidos, y aquella agua salvadora os sirvió a la vez de sepulcro y de madre.

REFLEXIÓN

La catequesis mistagógica, pedagogía del misterio, nos da pistas mediante alusiones a imágenes y símbolos, de realidades ocultas a la evidencia de nexos causales positivos, históricos, legales, lógicos.

Más se acerca la poesía, como dicho que invoca realidades y las presenta por gratificaciones estéticas, que se nos hacen presentes y amadas.

Incluso el rito bautismal occidental para infantes, muestra tres chorros de agua sobre su cabecita, invitándonos a traer a la memoria la inmersión y emersión, entrada de muerte en el agua y salida de vida por el Espíritu, todo bajo el conjuro de la Palabra, que no pasa, como la humana.

 Por eso os cuadra admirablemente lo que dijo Salomón, a propósito de otras cosas: Tiempo de nacer, tiempo de morir; pero a vosotros os pasó esto en orden inverso: tuvisteis un tiempo de morir y un tiempo de nacer, aunque en realidad un mismo instante os dio ambas cosas, y vuestro nacimiento se realizó junto con vuestra muerte. ¡Oh maravilla nueva e inaudita! No hemos muerto ni hemos sido sepultados, ni hemos resucitado después de crucificados, en el sentido material de estas expresiones, pero, al imitar estas realidades en imagen hemos obtenido así la salvación verdadera. 

REFLEXIÓN

Se trata de la Imitatio: copia o aproximación a  un original, en este caso Jesús de Nazareth. La copia en una etapa de la antigua retórica, que debe producir un discurso no plagiado sino propio, pero que arranca con la copia.

Cristo sí que fue realmente crucificado y su cuerpo fue realmente sepultado y realmente resucitó; a nosotros, en cambio, nos ha sido dado, por gracia, que, imitando lo que él padeció con la realidad de estas acciones, alcancemos de verdad la salvación. ¡Oh exuberante amor para con los hombres! Cristo fue el que recibió los clavos en sus inmaculadas manos y pies, sufriendo grandes dolores, y a mí, sin experimentar ningún dolor ni ninguna angustia, se me dio la salvación por la comunión de sus dolores. No piense nadie, pues, que el Bautismo fue dado sólamente por el perdón de los pecados y para alcanzar la gracia de la adopción, como en el caso del bautismo de Juan, que confería sólo el perdón de los pecados; nuestro bautismo, como bien sabemos, además de limpiarnos del pecado y darnos el don del Espíritu es también tipo y expresión de la Pasión de Cristo. Por eso Pablo decía: ¿Es que no sabéis que los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo Jesús fuimos incorporados a su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte.

REFLEXIÓN

Tipo o figura, que representa misteriosamente, como en anticipo, de forma incompleta.

miércoles, 3 de abril de 2024

BEATO CARLO

BEATO CARLO

De una Homilía pascual de un autor antiguo
                (Sermón 35, 6-9: PL 17 [edición 1879], 696-697)


CRISTO AUTOR DE LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA

El apóstol Pablo, recordando la dicha de la salvación restaurada, exclama: Del mismo modo que por Adán la muerte entró en el mundo, así también por Cristo ha sido restablecida la salvación en el mundo; y también: El primer hombre, hecho de tierra, era terreno; el segundo es del cielo.

Y aun añade: Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, esto es, del hombre viejo, pecador, seremos también imagen del hombre celestial, esto es, del reconocido por Dios, del redimido, del restaurado. Esforcémonos, por tanto, en conservar la salvación que nos viene de Cristo, ya que el mismo Apóstol dice: Primero, Cristo, esto es, el autor de la resurrección y la vida; después, los de Cristo, esto es, los que, imitando el ejemplo de su vida íntegra, tendrán una esperanza cierta, basada en la resurrección del Señor, de la futura posesión de la misma gloria celestial que él posee, como dice el mismo Señor en el Evangelio: El que me sigue no perecerá, sino que pasará de la muerte a la vida.

Así, pues, la pasión del Salvador es la salvación de la vida humana. Para esto quiso morir por nosotros, para que nosotros, creyendo en él, viviéramos para siempre. Quiso hacerse como nosotros en el tiempo, para que nosotros, alcanzando la eternidad que él nos promete, viviéramos con él para siempre.

Éste, digo, es aquel don gratuito de los misterios celestiales, esto es lo que nos da la Pascua, esto significa la ansiada solemnidad anual, éste es el principio de la nueva creación.

Por esto los neófitos que la santa Iglesia ha dado a luz mediante el baño de vida hacen resonar los balidos de una conciencia inocente con sencillez de recién nacidos. Por esto unos castos padres y unas madres honestas alcanzan por la fe una nueva e innumerable progenie.

Por esto, bajo el árbol de la fe, brilla el resplandor de los cirios en la fuente bautismal inmaculada. Por esto los que han nacido a esta nueva vida son santificados con el don celestial y alimentados con el solemne misterio del sacramento espiritual.

Por esto la comunidad de los fieles, alimentada en el regazo maternal de la Iglesia, formando un solo pueblo, adora al Dios único en tres personas, cantando el salmo de la festividad por excelencia: Éste es el día en que actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo.

¿De qué día se trata? De aquel que nos da el principio de vida, que es el origen y el autor de la luz, esto es, el mismo Señor Jesucristo, quien afirma de sí mismo: Yo soy el día; quien camina de día no tropieza, esto es, quien sigue a Cristo en todo llegará, siguiendo sus huellas, hasta el trono de la luz eterna; según aquello que él mismo pidió al Padre por nosotros, cuando vivía aún en su cuerpo mortal: Padre, quiero que todos los que han creído en mí estén conmigo allí donde yo esté; para que, así como tú estás en mí y yo en ti, estén ellos en nosotros.