miércoles, 17 de abril de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA

 

Miércoles 3 de Pascua

Hechos 8,1b-8



REFLEXIÓN

Aquel día, se desató una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén; todos, menos los apóstoles, se dispersaron por Judea y Samaría

La pregunta que surge sobre la presencia o no de los judeocristianos en la destrucción de Jerusalén del año 70 d.C., puede tener aquí cierta respuesta: la mayoría de los cristianos habían sido perseguidos por la Sinagoga desde la muerte de Jesús, antes de ese aplastamiento por parte de Roma.

La persecución instó a la comunidad cristiana a buscar refugio en otra parte para seguir viviendo y proclamando el evangelio. El Señor abrió nuevos horizontes a sus elegidos.

Así para el creyente la persecución puede ser una forma de manifestar la voluntad de cambio de rumbo para la comunidad.

Una voluntad que interviene en medio de las causalidades y contingencias del mundo.

Hoy siguen habiendo persecuciones, incluso mediáticas, las cuales asumidas con fe y humildad nos iluminan y revelan otras oportunidades para el crecimiento del Reino.

Por más que haga, y lo vemos en la historia, el anti-reino no hace sino dar oportunidades para que el evangelio sea anunciado.

Saulo se ensañaba con la Iglesia; penetraba en las casas y arrastraba a la cárcel a hombres y mujeres

Gente bien intencionada puede verse arrastrada por sus prejuicios y apasionamientos a cometer atropellos contra inocentes, sin la posibilidad de una investigación ecuánime o un juicio justo. 

En momentos de gran carga emotiva negativa, permanecer como una voz sensata y ecuánime es como una candidatura al martirio. Y no todos son íntegros y valientes.

Pero incluso grandes perseguidores y maltratadores de la comunidad de hermanos cristianos, pueden ser tocados por el Espíritu del Señor.

Así cobra importancia la oración que la comunidad realiza por su perseguidores, no para que los elimine, sino para que alcancen la verdad salvífica y se conviertan.

los prófugos iban difundiendo el Evangelio

Porque la buena nueva es la pasión que mueve y aporta bienestar a la propia existencia, y cómo no comunicar lo que nos hace tanto bien?

Cuando experimentamos la alegría y el gozo no la podemos reprimir sino que nos urge compartirla. 

Pero los caminos de la evangelización son misteriosos y se tejen con sangre y dolor, camino a la cruz, como el propio maestro y siervo Jesús. 

La eficacia del evangelio tiene un camino trazado por el designio: que la semilla caiga en tierra y muera para renacer y dar fruto.

Ese es el sentido de la Pascua que los creyentes de Jesús de Nazareth crucificado y resucitado celebramos y compartimos en esta temporada.

de muchos poseídos salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban

Primero Esteban y luego Felipe, se van sucediendo quienes muestran el reino y su dinámica de salvación en medio de todos, como un testimonio del acompañamiento permanente del Señor Resucitado.

Salmo responsorial: 65



REFLEXIÓN

Decid a Dios: "¡Qué terribles son tus obras!" 

En esas obras no podemos sino reconocer el paso del Señor, porque nos dejan abismados.

La fe viva en contacto con la vida corriente permite la visión de la intervención del Señor Jesús, llevando adelante el designio del Padre. 

Desde esa visión realidades comunes cobran una perspectiva terrible en el sentido de asombrosas que inducen a reverencia, a reconocimiento de la presencia misteriosa del Señor.

Esta visión brota como una lógica novedosa, que se aparta del común, sin necesariamente declararse absurda.

Transformó el mar en tierra firme

Es el paradigma, el concepto primario y elemental que abrió nuestra mente a construir nuevos significados congruentes con la experiencia básica de salvación y a culminar la misma en la gesta de Jesús de Nazareth.

Juan 6,35-40



REFLEXIÓN

me habéis visto y no creéis

Porque no se trata de ver para creer. Se trata de ver y creer. Ver y creer más allá de lo que se ve. Saltar de lo visto a lo creído. La fe no se encadena servilmete a lo visto, sino que toma pie para su propia visión desde la visto. Ese tránsito, como el de la resurrección de la muerte, es posible con la asistencia del Espíritu.

La pastoral comete frecuentemente el error de la suposición forzada. Porque somos bautizados, porque estamos en mayoría de cristianos, porque culturalmente recibimos información y formación que nos ha enseñado a ver en cierta forma, asumimos específicamente la visión de fe. Sin respetar la exigencia de un compromiso de fe libre, específico, actual en presencia de la realidad vista. Porque para muchos esa realidad vista y creer no actúa como una ecuación. Es más, no debe actuar como tal.

Ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio,

sino que lo resucite en el último día.

El último día, en lenguaje profético es cuando el Señor ejerza su juicio, y este puede ser en cualquier momento. 

En lenguaje apocalíptico es cuando Él cierre la historia y haga un juicio final.

Pero Jesús nos ha revelado la consigna para ese juicio: que no se pierda nada. 

No debemos ni podemos esperar el juicio de Dios como quien puede perderse, sino que todo seremos ganadores.

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Hechos 8,1b-8

Salmo responsorial: 65

Juan 6,35-40

BEATO CARLO

BEATO CARLO



 Del Tratado de Tertuliano, presbítero, Sobre la prescripción de los herejes
(Cap. 20, 1-9; 21, 3; 22, 8-10: CCL 1, 201-204)
 

LA PREDICACIÓN APOSTÓLICA

 

Cristo Jesús, nuestro Señor, durante su vida terrena, iba enseñando por sí mismo quién era él, qué había sido desde siempre, cuál era el designio del Padre que él realizaba en el mundo, cuál ha de ser la conducta del hombre para que sea conforme a este mismo designio; y lo enseñaba unas veces abiertamente ante el pueblo, otras aparte a sus discípulos, principalmente a los doce que había elegido para que estuvieran junto a él, y a los que había destinado como maestros de las naciones. 

Y así, después de la defección de uno de ellos, cuando estaba para volver al Padre, después de su resurrección, mandó a los otros once que fueran por el mundo a adoctrinar a los hombres y bautizarlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Los apóstoles -palabra que significa «enviados»-, después de haber elegido a Matías, echándolo a suertes, para sustituir a Judas y completar así el número de doce (apoyados para esto en la autoridad de una profecía contenida en un salmo de David), y después de haber obtenido la fuerza del Espíritu Santo para hablar y realizar milagros, como lo había prometido el Señor, dieron primero en Judea testimonio de la fe en Jesucristo e instituyeron allí Iglesias, después fueron por el mundo para proclamar a las naciones la misma doctrina y la misma fe.

De modo semejante, continuaron fundando Iglesias en cada población, de manera que las demás Iglesias fundadas posteriormente, para ser verdaderas Iglesias, tomaron y siguen tomando de aquellas primeras Iglesias el retoño de su fe y la semilla de su doctrina. Por esto también aquellas Iglesias son consideradas apostólicas, en cuanto que son descendientes de las Iglesias apostólicas. 

Es norma general que toda cosa debe ser referida a su origen. Y, por esto, toda la multitud de Iglesias son una con aquella primera Iglesia fundada por los apóstoles, de la que proceden todas las otras. En este sentido son todas primeras y todas apostólicas, en cuanto que todas juntas forman una sola. De esta unidad son prueba la comunión y la paz que reinan entre ellas, así como su mutua fraternidad y hospitalidad. Todo lo cual no tiene otra razón de ser que su unidad en una misma tradición apostólica. 

El único medio seguro de saber qué es lo que predicaron los apóstoles, es decir, qué es lo que Cristo les reveló, es el recurso a las Iglesias fundadas por los mismos apóstoles, las que ellos adoctrinaron de viva voz y, más tarde, por carta. 

El Señor había dicho en cierta ocasión: Tendría aún muchas cosas que deciros, pero no estáis ahora en disposición de entenderlas; pero añadió a continuación: Cuando venga el Espíritu de verdad, os conducirá a la verdad completa; con estas palabras demostraba que nada habían de ignorar, ya que les prometía que el Espíritu de verdad les daría el conocimiento de la verdad completa. Y esta promesa la cumplió, ya que sabemos por los Hechos de los apóstoles que el Espíritu Santo bajó efectivamente sobre ellos