jueves, 2 de mayo de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA

 

Jueves 5 de Pascua

Hechos 15,7-21



REFLEXIÓN

dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros

El criterio de novedad para la comunidad y los apóstoles se constituyó en la participación del Espíritu, en una forma cotidiana y vivencial, de manera que se le concebía como el actor principal en la expansión de la fe, mediante las maravillas de Dios que daba a conocer.

pues ha purificado sus corazones con la fe.

El bautismo será una muestra y símbolo de la pertenencia al nuevo pueblo, pero la fe va más allá y sin ese bautismo de agua purificará los corazones creyentes. 

Hay desde entonces una primacía de la intención del corazón sobre la formalidad del rito en la dispensación de la gracia y la misericordia del Señor. 

Es la dimensión carismática de los sacramentos.

creemos que lo mismo ellos que nosotros nos salvamos por la gracia del Señor Jesús

Es el primer artículo de un Credo de Salvación Redentiva.

Credo en el sentido de nuestra fe operativa, la cual se dinamiza por el Espíritu Santo logrando una conciencia de salvados por gracia, gratuitamente en el nombre del Señor Jesús.

También abarca un sentido de inclusión total e irrestricta de salvación para todo quien acepte al Señor Jesús.

El debate sobre cómo se cristaliza esa conciencia del nombre sobre todo nombre: si exclusiva o plural, puede hacer una caricatura de la expresión universal de salvación:”lo mismo ellos que nosotros”.

Lo primero es reconocer la primacía de Jesús, el que salva, y lo secundario es cómo esa realidad llega a todo hombre y mujer de este mundo.

La ignorancia de lo secundario no puede anular lo primero y esencial: el nombre de Jesús que nos salva a todos.

Se trata del primado en boca de Pedro de la gracia y amor del Padre por medio de Jesús, sobre la obligación que confiera el derecho de la ley.

Con el tiempo el primado de Pedro ha encallado en el derecho canónico más que en la gracia y amor.

Pero de tiempo en tiempo envía mensajeros y señales el Padre para retomar el rumbo. Y en esto muestra más amor si cabe

no hay que molestar a los gentiles que se convierten a Dios

la tolerancia y el respeto a los de fuera de la cultura de fe propia es una marca de fábrica del Espíritu de la comunidad cristiana.

que no se contaminen con la idolatría ni con la fornicación y que no coman sangre ni animales estrangulados

No obstante se precisa un mínimo para la pertenencia a una comunidad que camina en la historia con una identidad visible, y para proteger los valores que ella cultiva.

Se precisa también un talante conciliador que condesciende con la cultura de fe de otros hermanos, aunque no sea la propia, y no vaya contra la propia conciencia.

Porque durante muchas generaciones, en la sinagoga de cada ciudad, han leído a Moisés todos los sábados y lo han explicado

En lo dicho por Santiago se recoge la situación que venía del judaísmo en el que los no judíos provenientes de la gentilidad se inscribían como prosélitos, obligándose a la circuncisión y toda la ley, o como temerosos de Dios: meros simpatizantes sin obligaciones.

Todavía no se refleja la situación novedosa de Pablo quien debió decidir, basado en este precedente, no imponer las prácticas judías a los convertidos al camino.

La odiosidad que despertó Pablo se refiere al papel de mediador que para los judeo-cristianos tenía el judaísmo.

Más sin embargo Pablo no descartó del todo la religión de los Padres, manteniendo su valor como una referencia de la promesa de salvación y como herederos también del reino.

Hoy en la revalorización del Jesús histórico y del Jesús judío, se quiere hacer justicia al olvido de ese rol judeo-cristiano en la historia de salvación del camino cristiano.

Eso no debe, por otro lado, minusvalorar el camino paulino de la conversión gentil, como menos vinculado con el Jesús de la historia.

Estas confrontaciones vuelven a dar vida a antiguas divisiones y acepción de personas: gentiles y judíos.

Salmo responsorial: 95



REFLEXIÓN

Cantad al Señor un cántico nuevo

Se trata de la novedad del Espíritu, que ha de ser discernida, para que el amor sea puro.

Hay que animarse a un canto a la novedad del camino cristiano que se desembaraza de cualquier estructura legal que inhiba la caridad y el ágape.

cantad al Señor, toda la tierra

sus maravillas a todas las naciones

Cualquier género de exclusión está inspirado por el anti-reino.

Juan 15,9-11



REFLEXIÓN

permaneced en mi amor.

Permanecer en el amor en el tiempo parece más allá de las fuerzas humanas normales en este tiempo de bienes desechables.

El cambio, la novedad, salir de la rutina, evitar el aburrimiento de lo mismo parecen señales propias de la cultura globalizada actual.

Militan contra los procesos que implican fidelidad, asiduidad, constancia, perseverancia, paciencia, tolerancia en el tiempo y los conflictos.

Jesús nos da muestra de su permanencia en el amor del Padre a quien se vio servir los años de su ministerio hasta el final de cruz.

Así nos pide permanecer en él y no movidos por cualquier viento de cambio.

Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor

“Entole” en griego podría traducirse con mayor sentido para nuestra mentalidad actual como: objetivos. 

Así más que obediencia rígida prohibitiva y negativa, lo que el Señor pide es identificarse con su causa, designio, proyecto. 

Alcanzar y lograr los objetivos de su misión: la proclamación del Reino, las bienaventuranzas o felicidades del mismo: Pobreza, misericordia, compasión, búsqueda de la justicia, asumir la persecución que se deriva, purificar el corazón. 

En pastoral los creyentes deberían ser movilizados hacia los objetivos del reino, y permanecer en el logro de ellos, lo cual garantiza el amor de Jesús, y en él el del Padre.

para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud

Permanecer al modo de Jesús de Nazareth en los objetivos del Reino, del amor del Padre, acarrea alegría y gozo.

Pero “in crescendo”: progresivamente plenificándose. 

En un proceso encarnado en historia: eventos y acontecimientos. 

En un proceso discerniente: separando valores del reino de anti-valores del anti-reino.

La señal es el gozo y la alegría.

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motivaciondehoy


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Jueves 5 de Pascua

Hechos 15,7-21

Salmo responsorial: 95

Juan 15,9-11

BEATO CARLO

BEATO CARLO



 De los Tratados de san Gaudencio de Brescia, obispo
(Tratado 2: CSEL 68, 26. 29-30)

 

LA EUCARISTÍA ES LA PASCUA DEL SEÑOR

 

Uno solo murió por todos, el mismo que ahora en cada una de las asambleas cristianas, por el sacramento del pan y del vino, nos rehace con su inmolación, por la fe en él nos da la vida y, ofreciéndose a sí mismo en sacrificio, consagra a los que ofrecen esta oblación.

Ésta es la carne y la sangre del Cordero, pues aquel pan bajado del cielo afirma: El pan que yo voy a dar es mi carne ofrecida por la vida del mundo. Y con razón su sangre es significada por el vino, ya que, al afirmar él mismo en el Evangelio: Yo soy la vid verdadera, manifiesta con suficiente claridad que el vino es su sangre ofrecida en el sacramento de su pasión; en este sentido el patriarca Jacob había profetizado de Cristo: Lava su ropa en vino y su túnica en sangre de uvas. En efecto, él lavó con su propia sangre la vestimenta de nuestro cuerpo que había tomado sobre sí como una vestidura.

El mismo Creador y Señor de la naturaleza, el que hace salir el pan de la tierra, convirtió el pan en su propio cuerpo (porque podía hacerlo y así lo había prometido); y el que había convertido el agua en vino convirtió después el vino en su sangre.

Es la Pascua del Señor, dice la Escritura, esto es, el paso del Señor; no tengas por cosa terrena lo que ha sido convertido en algo celestial por obra de aquel que pasó a esa materia y la ha convertido en su cuerpo y sangre.

Lo que recibes es el cuerpo de aquel pan bajado del cielo y la sangre de aquella vid sagrada. En efecto, al dar a sus discípulos el pan y el vino consagrados, les dijo: Esto es mi cuerpo; ésta es mi sangre. Creamos, pues, en aquel en quien hemos puesto nuestra confianza: el que es la verdad en persona no puede engañarnos.

Por esto, cuando hablaba a la multitud de comer su cuerpo y beber su sangre, y la multitud murmuraba desconcertada: ¡Duras son estas palabras! ¿Quién es capaz de aceptarlas?, queriendo Cristo purificar con fuego celestial estos pensamientos que, como antes he dicho, han de ser evitados, añadió: El espíritu es el que da vida; la carne no vale nada. Las palabras que yo os he dicho son espíritu y vida.

De las disertaciones de san Atanasio, obispo

(Disertación sobre la encarnación del Verbo, 8-9: PG 25, 110-111)

LA ENCARNACIÓN DEL VERBO

El Verbo de Dios, incorpóreo e inmune de la corrupción y de la materia, vino al lugar donde habitamos, aunque nunca antes estuvo ausente, ya que nunca hubo parte alguna del mundo privada de su presencia, pues, por su unión con el Padre, lo llenaba todo en todas partes.
Pero vino por su benignidad, en el sentido de que se nos hizo visible. Compadecido de la debilidad de nuestra raza y conmovido por nuestro estado de corrupción, no toleró que la muerte dominara en nosotros ni que pereciera la creación, con lo que hubiera resultado inútil la obra de su Padre al crear al hombre, y por esto tomó para sí un cuerpo como el nuestro, ya que no se contentó con habitar en un cuerpo ni tampoco en hacerse simplemente visible. En efecto, si tan sólo hubiese pretendido hacerse visible, hubiera podido ciertamente asumir un cuerpo más excelente; pero él tomó nuestro mismo cuerpo.
En el seno de la Virgen, se construyó un templo, es decir, su cuerpo, y lo hizo su propio instrumento, en el que había de darse a conocer y habitar; de este modo, habiendo tomado un cuerpo semejante al de cualquiera de nosotros, ya que todos estaban sujetos a la corrupción de la muerte, lo entregó a la muerte por todos, ofreciéndolo al Padre con un amor sin límites; con ello, al morir en su persona todos los hombres, quedó sin vigor la ley de la corrupción que afectaba a todos, ya que agotó toda la eficacia de la muerte en el cuerpo del Señor, y así ya no le quedó fuerza alguna para ensañarse con los demás hombres, semejantes a él; con ello también, hizo de nuevo incorruptibles a los hombres, que habían caído en la corrupción, y los llamó de muerte a vida, consumiendo totalmente en ellos la muerte, con el cuerpo que había asumido y con el poder de su resurrección, del mismo modo que la paja es consumida por el fuego.
Por esta razón asumió un cuerpo mortal: para que este cuerpo, unido al Verbo que está por encima de todo, satisficiera por todos la deuda contraída con la muerte; para que, por el hecho de habitar el Verbo en él, no sucumbiera a la corrupción; y, finalmente, para que, en adelante, por el poder de la resurrección, se vieran ya todos libres de la corrupción.
De ahí que el cuerpo que él había tomado, al entregarlo a la muerte como una hostia y víctima limpia de toda mancha, alejó al momento la muerte de todos los hombres, a los que él se había asemejado, ya que se ofreció en lugar de ellos.
De este modo, el Verbo de Dios, superior a todo lo que existe, ofreciendo en sacrificio su cuerpo, templo e instrumento de su divinidad, pagó con su muerte la deuda que habíamos contraído, y, así, el Hijo de Dios, inmune a la corrupción, por la promesa de la resurrección, hizo partícipes de esta misma inmunidad a todos los hombres, con los que se había hecho una misma cosa por su cuerpo semejante al de ellos.
Es verdad, pues, que la corrupción de la muerte no tiene ya poder alguno sobre los hombres, gracias al Verbo, que habita entre ellos por su encarnación.