jueves, 1 de agosto de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA

 

Jueves 17 de tiempo ordinario

Jeremías 18, 1-6



REFLEXIÓN

le salía mal una vasija de barro que estaba haciendo, y volvía a hacer otra vasija, según le parecía al alfarero

como está el barro en manos del alfarero, así estáis vosotros en mi mano, casa de Israel

Acción profética se le dice al mensaje que es dramatizado en la realidad de las cosas.

Así la creación toda es también una Palabra profética del Señor, que nos revela su misterio y designio sobre nosotros.

Jeremías como profeta, da testimonio con su vida, sufrimiento y persecución, del dolor que significa para el Señor, la prevaricación de su pueblo. 

Por eso fue el primer designado con el título de Siervo de Yavé, que más adelante se le dará también a Jesús por los cristianos de las primeras generaciones.

El Señor toma nuestra carne herida y la transforma en su gloria, en un proceso que duele pero no quita la paz. 

Dejarnos llevar, dejar hacer al Espíritu su transformación en nosotros, aun en frecuentes rupturas de nuestras vasijas de barro, es el efecto de escuchar la Palabra.

Salmo responsorial: 145



REFLEXIÓN

seres de polvo que no pueden salvar; / exhalan el espíritu y vuelven al polvo

Solo debemos dejarnos del Señor, Espíritu que puede salvar y alejarnos de la dependencia de los seres de polvo que no pueden salvar.

Cuando en la tradición de la Iglesia, la comunidad, a través de los siglos, ha madurado la fe en Jesús de Nazareth como hijo unigénito del Padre, y  confesó su cualidad divina, más que categorías culturales griegas, expuso una iluminación vital para la existencia humana: creer que alguien de carne y hueso era portador de una salvación definitiva y radical para la angustia humana.

Más que Jesús que sana, es Jesús Vida Nueva a quien confesamos, desde lo profundo de nuestra fe.

Mateo 13, 47-53



REFLEXIÓN

¿Entendéis bien todo esto?"

Se entiende que está en juego un juicio para una vida nueva? O todavía estamos perdidos sobre el sentido trascendente del reino?

La diferencia entre ser llamado y ser seleccionado, entre red que se llena al comenzar la pesca y la selección que se realiza entre buenos y los otros, al final.

No nos podemos gloriar sólo por ser llamados y haber escuchado su voz, sino que el esfuerzo completo se tensiona hasta un juicio final. 

Nuestro compromiso absoluto estriba en su misericordia.

"Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familiaque va sacando del arca lo bueno y lo antiguo."

Un padre-madre de familia tiene una responsabilidad por el conjunto, y su sabiduría va más allá de las idelogías de izquierda o derecha, de los dictámenes médicos, antropológicos, científicos. 

Es una sabiduría para la salvación de la vida nueva que se procesa ya en nosotros. Así no terminamos en polvo.

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Jueves 17 de tiempo ordinario

Jeremías 18, 1-6

Salmo responsorial: 145

Mateo 13, 47-53

DOCTORES DE LA IGLESIA

DOCTORES DE LA IGLESIA

 


JUEVES, XVII

San Gregorio Magno, Tratados morales sobre el libro de Job
(Lib 29, 2-4: PL 76, 478-480)
La Iglesia se asoma como el alba

Con razón se designa con el nombre de amanecer o alba a toda la Iglesia de los elegidos, ya que el amanecer o alba es el paso de las tinieblas a la luz. La Iglesia, en efecto, es conducida de la noche de la incredulidad a la luz de la fe, y así, a imitación del alba, después de las tinieblas se abre al esplendor diurno de la claridad celestial Por esto, dice acertadamente el Cantar de los cantares ¿Quién es esta que se asoma como el alba? Efectivamente, la santa Iglesia, por su deseo del don de la vida celestial, es llamada alba, porque, al tiempo que va desechando las tinieblas del pecado, se va iluminando con la luz de la justicia.

Pero, además, si consideramos la naturaleza del amanecer o alba, hallaremos un pensamiento más sutil. El alba o amanecer anuncian que la noche ya ha pasado, pero no muestran todavía la íntegra claridad del día, sino que, por ser la transición entre la noche y el día, tienen algo de tinieblas y de luz al mismo tiempo. Por esto, los que en esta vida vamos en seguimiento de la verdad somos como el alba o amanecer, porque en parte obramos ya según la luz, pero en parte conservamos también restos de tinieblas. Se dice a Dios, por boca del salmista: Ningún hombre vivo es inocente frente a ti. Y también está escrito: Todos faltamos a menudo.

Por esto, Pablo, cuando dice: La noche está avanzada no añade: «El día ha llegado», sino: El día se echa encima. Al decir, por tanto, que, después de la noche, el día se echa encima, no que ya ha llegado, enseña claramente que nos hallamos todavía en el alba, en el tiempo que media entre las tinieblas y el sol.

La santa Iglesia de los elegidos será pleno día cuando no tenga ya mezcla alguna de la sombra del pecado. Será pleno día cuando esté perfectamente iluminada con la fuerza de la luz interior. Por esto, con razón, la Escritura nos enseña el carácter transitorio de esta alba, cuando dice: Has señalado su puesto a la aurora, pues aquel a quien se le ha de asignar su puesto tiene que pasar de un sitio a otro. Y este puesto de la aurora no puede ser otro que la perfecta claridad de la visión eterna. Cuando haya sido conducida a esta perfecta claridad, ya no quedará en ella ningún rastro de tinieblas de la noche transcurrida. Este anhelo de la aurora por llegar a su lugar propio viene expresado por el salmo que dice: Mi alma tiene sed del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? También Pablo manifiesta la prisa de la aurora por llegar al lugar que ella reconoce como suyo, cuando dice que desea morir para estar con Cristo. Y también: Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir.


De las obras de san Alfonso María de Ligorio, obispo
(Tratado sobre la práctica del amor a Jesucristo, edición latina, Roma 1909, pp. 9-14)
El amor a Cristo

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Toda la santidad y la perfección del alma consiste en el amor a Jesucristo; nuestro Dios, nuestro sumo bien y nuestro redentor. La caridad es la que da unidad y consistencia a todas las virtudes que hacen al hombre perfecto.

¿Por ventura Dios no merece todo nuestro amor? Él nos ha amado desde toda la eternidad. "Considera, oh hombre —así nos habla—, que yo he sido el primero en amarte. Aún no habías nacido, ni siquiera existía el mundo, y yo ya te amaba. Desde que existo, yo te amo."

Dios, sabiendo que al hombre se lo gana con beneficios, quiso llenarlo de dones para que se sintiera obligado a amarlo: "Quiero atraer a los hombres a mi amor con los mismos lazos con que habitualmente se dejan seducir: con los vínculos del amor." Y éste es el motivo de todos los dones que concedió al hombre. Además de haberle dado un alma dotada, a imagen suya, de memoria, entendimiento y voluntad; y un cuerpo con sus sentidos, no contento con esto, creó, en beneficio suyo, el cielo y la tierra y tanta abundancia de cosas, y todo ello por amor al hombre, para que todas aquellas criaturas estuvieran al servicio del hombre, y así el hombre lo amara a él en atención a tantos beneficios.

Y no sólo quiso darnos aquellas criaturas, con toda su hermosura, sino que además, con el objeto de conquistarse nuestro amor, llegó al extremo de darse a sí mismo por entero a nosotros. El Padre eterno llegó a darnos a su Hijo único. Viendo que todos nosotros estábamos muertos por el pecado y privados de su gracia, ¿qué es lo que hizo? Llevado por su amor inmenso, mejor aún, excesivo, como dice el Apóstol, nos envió a su Hijo amado para satisfacer por nuestros pecados y para restituirnos a la vida, que habíamos perdido por el pecado.

Dándonos al Hijo, al que no perdonó, para perdonarnos a nosotros, nos dio con él todo bien: la gracia, la caridad y el paraíso, ya que todas estas cosas son ciertamente menos que el Hijo: El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él?