lunes, 30 de septiembre de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA

 

Lunes 26 de tiempo ordinario

Año Par

Job 1, 6-22



REFLEXIÓN

Pero extiende la mano, daña sus posesiones, y te apuesto a que te maldecirá en tu cara

Una figura útil para entender algo las calamidades que sobrevienen en la existencia como pruebas para acrisolar la fe y la confianza.

Ayuda a entender el motivo del amor a Dios por él y no sólo por sus dones.

Estar en un momento para creerlo y aceptarlo como realidad en mi vida: pruebas. Aunque sin embargo han llegado por mi complicidad, como consecuencias de mis decisiones torcidas, y de las decisiones de otros que también sufrimos en nuestra red de vida.

"Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré a él. EL SEÑOR ME LO DIO, EL SEÑOR ME LO QUITÓ, BENDITO SEA EL NOMBRE DEL SEÑOR."

Una expresión que nos provoca como una actitud de aceptación amorosa por encima de la desesperación.

Un reconocimiento al Misterio del Señor por una acción de gracias a su bondad sobre toda duda, contra la gran tentación de la malignidad del contra-reino, que busca apartarnos de Él.

Salmo responsorial: 16



REFLEXIÓN

que en mis labios no hay engaño

Eres quien nos purifica de nuestros apegos secretos para estar en tu presencia y alcanzarte con nuestro ruego

Aunque sondees mi corazón, / visitándolo de noche

Tu prueba nocturna cuando vivo el terror y la inseguridad y clamo por tu apoyo

no encontrarás malicia en mí

No puedo, no me atrevo a decir igual, porque hay malicia en mí. Si no es pecado, es afecto desordenado, no puramente ordenado para tu gloria, servicio y alabanza.

Yo te invoco porque tú me respondes

Lo he sentido de noche cuando busco pacificarme en el ruego

Muestra las maravillas de tu misericordia

Que se muestre y sepa es don del Misericordioso que abre nuestra visión para Él.

Lucas 9,46-50



REFLEXIÓN

los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante

Si no discutimos, por lo menos nos afanamos anhelando el reconocimiento de nuestra importancia.

A veces llegamos a excesos penosos por la búsqueda de gloria.

No es que no importe como un estímulo de nuestros talentos.

Pero es muy frecuente que encallemos en una obsesión y ambición ansiosa por ser reconocidos más que otros.

Hemos vivido constantemente esta competencia y celotipia envidiosa. Nos creemos merecedores del más alto sitial, y nos deprimimos cuando nos ignoran.

El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante

Un niño es un ser vulnerable y en su visión lúdica de la existencia no sobresale, aunque pueda existir como semilla de mala hierba, la ambición por la importancia sobre los demás.

El mundo al revés.

Un niño en ese contexto de competitividad qué significa: ausencia de ambición conscientemente pretendida.

El pequeño como tranquilidad de lo que se es y tiene.

El niño es pequeño, eso se ve. 

El niño, entonces más que ahora, no cuenta en la sociedad como el adulto.

Traerlo al medio de la conversación es como un acto profético de Jesús, que evidencia la pequeñez física y social, para proyectarse a la otra pequeñez: la que importa en el reino.

Las caricaturas de la pequeñez dañan el significado profundo que se quiere transmitir, incluso la que distorsiona la infancia espiritual de Santa Teresita del niño Jesús.

Pero no se trata de pusilanimidad, que contraria otros textos de la Palabra, sino de una identidad de cara al reino donde el protagonismo es del Espíritu, y la lucha por el poder se reemplaza con el esfuerzo de la solidaridad fraterna.

Ignacio de Loyola funda su Compañía de Jesús como mínima, en el sentido de la dependencia del Espíritu Santo, de quien depende el ágape discernido, más que del número de participantes.

No se lo impidáis; el que no está contra vosotros, está a favor vuestro.

Más bien nos debemos gozar que la obra se vaya haciendo, aunque sea con la gloria de otros. 

La obra del Señor es lo importante.

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Lunes 26 de tiempo ordinario

Año Par

Job 1, 6-22

Salmo responsorial: 16

Lucas 9,46-50

SAN CARLO DE JESUS ACUTIS DE ASIS

BEATO CARLO

 


Del Opúsculo de Orígenes, presbítero, sobre la oración
(1-2: PG 11,415-418)
Esto es lo que hay que pedir en la oración

Las realidades que, por su absoluta elevación, exceden al hombre y superan

ampliamente nuestra caduca naturaleza, y resultan imposibles de comprender a

la especie racional y mortal, estas mismas realidades se hacen accesibles por

voluntad de Dios y mediante la multiforme e inmensa gracia que él ha derramado en los hombres por Jesucristo, ministro para nosotros de la gracia infinita, y mediante la cooperación del Espíritu Santo. Y por cuanto le es imposible a la naturaleza adquirir la sabiduría, por la cual fueron creadas todas

las cosas —pues, según David, Dios lo hizo todo con sabiduría—, lo imposible se

hace posible gracias a nuestro Señor Jesucristo, al que Dios ha hecho para

vosotros sabiduría, justicia, santificación y redención.

¿Quién se atreverá a negar que le es imposible al hombre investigar las realidades celestes? Y sin embargo, esto que de suyo es imposible lo convierte en posible la multiforme gracia de Dios: pues el que fue arrebatado hasta el tercer cielo, ése tal vez investigó las realidades celestes, pues que oyó palabras arcanas, que un hombre no es capaz de repetir. ¿Quien osará afirmar que el hombre puede conocer la mente del Señor? Y si nadie conoce lo íntimo de Dios

sino tan sólo el Espíritu de Dios, resulta que al hombre le es imposible conocer lo íntimo de Dios. Cómo, no obstante, esto llegue a ser posible, escucha: Nosotros —dice— hemos recibido un Espíritu que no es del mundo, es el Espíritu que viene de Dios, para que tomemos conciencia de los dones que de Dios recibimos. Cuando explicamos verdades espirituales a hombres de espíritu, no las exponemos en el lenguaje que enseña el saber humano, sino en

el que enseña el Espíritu.

Una de las cosas imposibles, dada nuestra congénita debilidad, es, a mi

modo de ver, todo intento de tratar de la oración de una manera competente y

digna de Dios, clarificar y enseñar qué y cómo hemos de orar, qué es lo que en la

oración hemos de decir a Dios, cuáles son los momentos más adecuados para

dedicarlos a la oración a Dios y cuáles los más oportunos para la oración misma.

Pues —como dice el Apóstol— nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene.

Ahora bien, es necesario no sólo orar, sino además orar como conviene, y pedir lo que conviene. Pues aun cuando llegáramos a comprender lo que conviene pedir en la oración, ese conocimiento no sería suficiente si no añadiéramos a nuestra oración aquel como conviene. Y a la inversa, ¿de qué nos aprovecharía orar como conviene, si no supiéramos lo que nos conviene pedir?

De estos dos requisitos, el primero, es decir, pedir lo que conviene, pertenece al contenido de la oración; el segundo, pedir como conviene, atañe a la actitud del orante. Contenidos de la oración son, por ejemplo: Pedid cosas importantes, las secundarias se os darán por añadidura; pedid los bienes celestiales y los terrenales se os darán por añadidura; rezad por los que os calumnian; rogad al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies; cuando recéis no uséis muchas palabras, y otras cosas por el estilo.