lunes, 31 de marzo de 2025

PALABRA COMENTADA


 

Lunes 4 de Cuaresma

Isaías 65,17-21


"Mirad: yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva: de lo pasado no habrá recuerdo ni vendrá pensamiento, sino que habrá gozo y alegría perpetua por lo que voy a crear. Mirad: voy a transformar a Jerusalén en alegría, y a su pueblo en gozo; me alegraré de Jerusalén y me gozaré de mi pueblo, y ya no se oirán en ella gemidos ni llantos; ya no habrá allí niños malogrados ni adultos que no colmen sus años, pues será joven el que muera a los cien años, y el que no los alcance se tendrá por maldito. Construirán casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán sus frutos."

REFLEXIÓN

Qué proclama política de líderes contemporáneos, por decir algunos, vivos o muertos, puede equipararse ínfimamente a la propuesta espectacular de la Palabra?

Porque la novedad- no la innovación que nos ufanámos en etiquetar a nuestras obras cuando las queremos remozar- del Señor es tabula rasa de cualquier germen de antigëdad, vejez u obsolescencia que pueda contaminar lo nuevo.

Se trata de algo inédito, sin estrenar- sin que nada mediático pueda perforarlo por alguna filtración- para comunicar la primicia de la Palabra de Dios.

El gozo igualmente nace de la contemplación que esta misma revelación nos otorga con su comunicación, porque se  trata de un contraste agudo con nuestra cansada y rutinaria realidad envejecida, donde todo nos parece ya visto.

Nuestro lenguaje humano no está hecho por defecto para transmitir tal realidad, a menos que recurra la negación de nuestras tristes realidades: gemidos y lágrimas, enfermedad de niños, muerte prematura.

La contemplación silente de la novedad de la Palabra es la única capaz de inspirar el conocimiento adecuado a nuestra comprensión.

Como en el momento de postración de Israel, durante su ruina en el destierro, cuando todo lo acumulado se perdió, el consuelo de su Dios, el que nos ha elegido para amarnos, desafía la sabiduría que brota del sentido común ordinario, y llama a un horizonte consolador.

Se requiere una fe profunda, animada por el Espíritu, para aceptar esa promesa en medio del dolor. La cual también es don del mismo Espíritu y hay que solicitarla.

Salmo responsorial: 29



REFLEXIÓN

al atardecer nos visita el llanto; / por la mañana, el júbilo

Cuando llega su liberación, cuando llega su consolación, toda la noche oscura queda atrás y casi parece que no existió.

Cambiaste mi luto en danzas

Es el único que transforma, no cambia simplemente.

Porque un cambio puede ser una sencilla re-distribución de lo que siempre hay, una reforma.

La transformación del Señor va más allá de la venerada revolución para muchos, que termina siendo en un cambio de unos por otros.

Lo que está en juego para la Palabra, su desafío es el siguiente: creemos en esta novedad?

Juan 4,43-54


REFLEXIÓN

El hombre creyó en la palabra de Jesús

Se propuso este modulo de creyente porque como funcionario real tenía un nivel de poder, como alguien al que no se le podía echar cuentos y fantasear.

Y éste termina creyendo en la novedad de Jesús de Nazareth, en su palabra sobre la curación de su hijo.

Porque eso es creer en Jesús: abrirse y contemplar la novedad de la creación que nos transmite. En ella no subsiste contaminación alguna de lo antiguo nuestro.

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Lunes 4 de Cuaresma

Isaías 65,17-21

Salmo responsorial: 29

Juan 4,43-54

SAN CARLO DE JESÚS ACUTIS DE ASIS




De las homilías de Orígenes, presbítero, sobre el libro del Levítico
(Homilía 9, 5. 10: PG 12, 515. 523)
CRISTO ES NUESTRO SUMO SACERDOTE, NUESTRA PROPICIACIÓN

Una vez al año, el sumo sacerdote, alejándose del pueblo, entra en el lugar donde se hallan el propiciatorio, los querubines, el arca de la alianza y el altar del incienso, en aquel lugar donde nadie puede penetrar, sino sólo el sumo sacerdote. Si pensamos ahora en nuestro verdadero sumo sacerdote, el Señor Jesucristo, y consideramos cómo, mientras vivió en carne mortal, estuvo durante todo el año con el pueblo, aquel año del que él mismo dice: Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar el año de gracia del Señor, fácilmente advertiremos que, en este año, penetró una sola vez, el día de la propiciación, en el santuario, es decir, en los cielos, después de haber realizado su misión, y que subió hasta el trono del Padre, para hacerle propicio al género humano y para interceder por cuantos creen en él. Aludiendo a esta propiciación con la que vuelve a reconciliar a los hombres con el Padre, dice el apóstol Juan: Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados.

Cristo Jesús mientras vivió hasta que fue crucificado nunca entró en el Sancta Sanctorum. Sino que evangelizó a los pobres, hasta que fue ejecutado fuera de la ciudad y fuera del Templo, derramando su sangre cuando los corderos eran sacrificados. Una por otra Alianza. Novedad inédita. 


Y, de manera semejante, Pablo vuelve a pensar en esta propiciación cuando dice de Cristo: A quien Dios constituyó sacrificio de propiciación mediante la fe en su sangre. De modo que el día de propiciación permanece entre nosotros hasta que el mundo llegue a su fin. Dice el precepto divino: Pondrá incienso sobre las brasas, ante el Señor; el humo del incienso ocultará la cubierta que hay sobre el documento de la alianza; y así no morirá. Después tomará sangre del novillo y salpicará con el dedo la cubierta, hacia oriente. Así se nos explica cómo se llevaba a cabo entre los antiguos el rito de propiciación a Dios en favor de los hombres; pero tú, que has alcanzado a Cristo, el verdadero sumo sacerdote, que con su sangre hizo que Dios te fuera propicio, y te reconcilió con el Padre, no te detengas en la sangre física; piensa más bien en la sangre del Verbo, y óyele a él mismo decirte: Ésta es mi sangre, derramada por vosotros para el perdón de los pecados. No pases por alto el detalle de que esparció la sangre hacia oriente. Porque la propiciación viene de oriente, pues de allí proviene el hombre cuyo nombre es Oriente, que fue hecho mediador entre Dios y los hombres. Esto te está invitando a mirar siempre hacia oriente, de donde brota para ti el sol de justicia, de donde nace siempre para ti la luz del día, para que no andes nunca en tinieblas ni en ellas aquel día supremo te sorprenda: no sea que la noche y el espesor de la ignorancia te abrumen, sino que, por el contrario, te muevas siempre en el resplandor del conocimiento, tengas siempre en tu poder el día de la fe y no pierdas nunca la lumbre de la caridad y de la paz.