BEATO CARLO
“Todos en el vecindario lo conocía.
Cuando pasaba en su bicicleta se detenía a saludar a los porteros, muchos de
ellos musulmanes o hindúes. Les habló de sí mismo, de su fe y escucharon a este
joven amable y afable.
De la carta de san Ignacio de Antioquía, obispo y mártir, a los Magnesios(Caps. 10,1-15: Funk 1,199-203)
TENÉIS A CRISTO EN VOSOTROS
No permita Dios que permanezcamos insensibles ante la bondad de Cristo. Si él imitara
nuestro modo ordinario de actuar, ya podríamos darnos por perdidos. Así pues, ya que nos
hemos hecho discípulos suyos, aprendamos a vivir conforme al cristianismo. Pues el que
se acoge a otro nombre distinto del suyo no es de Dios. Arrojad, pues, de vosotros la mala
levadura, vieja ya y agriada, y transformaos en la nueva, que es Jesucristo. Impregnaos
de la sal de Cristo, a fin de que nadie se corrompa entre vosotros, pues por vuestro olor
seréis calificados.
Todo eso, queridos hermanos, no os lo escribo porque haya sabido que hay entre
vosotros quienes se comporten mal, sino que, como el menor de entre vosotros, quiero
montar guardia en favor vuestro, no sea que piquéis en el anzuelo de la vana
especulación, sino que tengáis plena certidumbre del nacimiento, pasión y resurrección del
Señor, acontecida bajo el gobierno de Poncio Pilato, cosas todas cumplidas verdadera e
indudablemente por Jesucristo, esperanza nuestra, de la que no permita Dios que ninguno
de vosotros se aparte.
¡Ojalá se me concediera gozar de vosotros en todo, si yo fuera digno de ello! Porque, si
es cierto que estoy encadenado, sin embargo, no puedo compararme con uno solo de
vosotros, que estáis sueltos. Sé que no os hincháis con mi alabanza, pues tenéis dentro de
vosotros a Jesucristo. Y más bien sé que, cuando os alabo, os avergonzáis, como está
escrito: El justo se acusa a sí mismo.
Poned, pues, todo vuestro empeño en afianzaros en la doctrina del Señor y de los
apóstoles, a fin de que todo cuanto emprendáis tenga buen fin, así en la carne como en el
espíritu, en la fe y en la caridad, en el Hijo, en el Padre y en el Espíritu Santo, en el
principio y en el fin, unidos a vuestro dignísimo obispo, a la espiritual corona tan
dignamente formada por vuestro colegio de presbíteros, y a vuestros diáconos, tan gratos
a Dios. Someteos a vuestro obispo, y también mutuamente unos a otros, así como
Jesucristo está sometido, según la carne, a su Padre, y los apóstoles a Cristo y al Padre y
al Espíritu, a fin de que entre vosotros haya unidad tanto corporal como espiritual.
Como sé que estáis llenos de Dios, sólo brevemente os he exhortado. Acordaos de mí
en vuestras oraciones, para que logre alcanzar a Dios, y acordaos también de la Iglesia de
Siria, de la que no soy digno de llamarme miembro. Necesito de vuestras plegarias a Dios
y de vuestra caridad, para que la Iglesia de Siria sea refrigerada con el rocío divino, por
medio de vuestra Iglesia.
Os saludan los efesios desde Esmirna, de donde os escribo, los cuales están aquí
presentes para gloria de Dios y que, juntamente con Policarpo, obispo de Esmirna, han
procurado atenderme y darme gusto en todo. Igualmente os saludan todas las demás
Iglesias en honor de Jesucristo. Os envío mi despedida, a vosotros que vivís unidos a Dios
y que estáis en posesión de un espíritu inseparable, que es Jesucristo