jueves, 16 de diciembre de 2021

BEATO CARLO

 
SIENDO PEQUEÑO COMPRENDE EL VALOR DE LA EUCARISTÍA PARA LA AMISTAD CON JESÚS
De la Constitución dogmática Dei Verbum, sobre la divina revelación, del Concilio Vaticano segundo.
(núms. 3-4)


CRISTO LLEVA A TÉRMINO TODA LA REVELACIÓN

Dios, al crear y conservar por medio del Verbo todas las cosas, da a los hombres un primer testimonio perenne de sí mismo en las cosas creadas; pero, queriendo también abrir a la humanidad el camino de una salvación sobrenatural, se manifestó además personalmente, ya desde el principio, a nuestros primeros padres.

Después de su caída, con la promesa de la redención les dio la esperanza de la salvación y, luego, incesantemente manifestó su solicitud por el género humano, a fin de dar la vida eterna a todos los que, perseverando en la práctica de las buenas obras, buscan la salvación.

A su tiempo también llamó a Abraham, para hacer de él una gran nación; después de los patriarcas, educó a su pueblo por medio de Moisés y los profetas, para que lo conocieran a él como el único Dios vivo y verdadero, Padre providente y Juez justo, y esperaran al Salvador prometido, y así, a lo largo de los siglos, fue preparando el camino del Evangelio; y, después que a través de muchas etapas y de muchas maneras habló Dios en otro tiempo a nuestros antepasados por ministerio de los profetas, en estos tiempos, que son los últimos, nos ha hablado por medio de su Hijo.

Envió a su Hijo, es decir, el Verbo eterno que ilumina a todos los hombres, a fin de que habitara entre ellos y les revelara los secretos de Dios.

Así, pues, Jesucristo, el Verbo hecho carne, «hombre enviado a los hombres», habla las palabras de Dios y lleva a cabo la obra salvífica que el Padre le ha encomendado. Por eso Jesucristo —ver al cual es ver al Padre—, por toda su presencia y por todo lo que manifiesta de sí mismo, por sus palabras y obras, señales y milagros, pero principalmente por su muerte y gloriosa resurrección de entre los muertos y finalmente por el envío del Espíritu Santo, lleva a término y confirma, con testimonio divino, la revelación de que Dios está con nosotros, para librarnos de las tinieblas del pecado y de la muerte y resucitarnos para la vida eterna.

Por tanto, la economía cristiana, que es alianza eterna y definitiva, no pasará jamás, y ya no hay que esperar una nueva revelación pública antes de la gloriosa manifestación de nuestro Señor Jesucristo

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