Martes 2 de Adviento
Isaías
40,1-11
REFLEXIÓN
"Consolad,
consolad a mi pueblo -dice vuestro Dios-; hablad al corazón de Jerusalén,
gritadle, que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen, pues de la
mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados."
Quizás
no lo podemos repetir, porque añadir que lo sucedido a las víctimas es un
castigo, al sufrimiento de sus dolientes, es como un sadismo, y una
desfiguración de la bondad del Señor.
Pero si
sacamos al Señor de estas consecuencias, que tienen que ver más bien con las
decisiones de los humanos, no podemos dejar de reconocer que en algún punto de
la cadena de causalidades está la decisión humana frágil, pecadora, egoísta,
pervertida o negligente.
Porque
somos falibles, y con nuestras decisiones comprometemos a quienes no vemos en
el tiempo.
Es la
naturaleza del pecado ecológico: los ecosistemas que afectamos comprometen la
seguridad y salud de generaciones posteriores. Y así no somos libres de pecado.
De este encadenamiento y como maldición, es que confesamos que hemos
sido salvados y que no se trata de la última palabra, tal condenación al
desastre.
Hablar
al corazón es un don del Espíritu y utiliza estrategias variadas: una es el
grito, para que despierte la conciencia.
Pero la
intención es la conversión. Se pretende seducir, persuadir, convencer, arraigar
en el todo de la persona para ganar su docilidad.
Otros
dirán que es lavado de cerebro o conciencia. La diferencia es que no hay
violencia, coerción o manipulación en esta locución.
El
dialogante habla con gran libertad y da signos de credibilidad sobre sus sanas
intenciones.
Hoy
vivimos un tiempo de agotada credibilidad, de inmensa suspicacia, porque hemos
sido engañados secularmente.
Sin embargo es el riesgo de cada generación: decidirse a confiar o vivir
en la desconfianza y perder el mensaje que salva.
Como las naciones en deuda, a merced de cobradores, así somos a lo largo
de nuestra red existencial. Siempre algo debemos, o alguien paga nuestro
incumplimiento.
No reconocerlo y reaccionar en consecuencia, persistir en nuestro
desvarío, no produce sino más descarrilamiento personal y social.
Parte de la sabiduría de la Palabra consiste en elevar la conciencia de
responsabilidad para percatarse cuánto pesamos para el resto con nuestras
acciones.
Como la deuda interna y externa de las naciones que son-entre otras
causas- el resultado de un despilfarro del que pocos se corrigen. Y los más
vulnerables pagan a la par.
"En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad
en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que
montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale
Un
consuelo es saber que está dispuesto a caminar entre nosotros el Señor.
Pero
donde no parece posible, hemos de hacer un camino.
Requiere
de nosotros preparar su advenimiento, allí donde no existen condiciones.
Se revelará la gloria del Señor
Entonces cuando lo
hagamos
se agosta
la hierba, se marchita la flor, pero la palabra de nuestro Dios permanece por
siempre
Hemos de
vivir para verificar que la Palabra del Señor permanece y su credibilidad no
mengua.
Aunque
algunos en poco tiempo llenaron una larga vida, el resto de los mortales sólo
en el curso del tiempo vamos precipitando la comprobación de esa Palabra fiel y
permanente para siempre.
En esto consiste la
sabiduría: el gusto añejo de la Palabra, que nos toma el paladar del espíritu.
No obstante hay un indicador permanente que nos facilita recuperar la
cordura, si creemos y queremos.
Porque la Palabra entregada a la comunidad creyente para ser vivenciada
y proclamada, debe mantener nuestra alerta, nuestra conciencia para un cambio
de rumbo.
Es un fundamento sólido contar con un indicador así estable y constante.
Siempre
y para todas las generaciones está disponible este esquema: prepararnos, que El
vendrá.
Aquí está
vuestro Dios. Mirad, el Señor Dios llega con poder
El es
tierno y cuidadoso. Nuestras culpas proyectadas sobre Él lo desfiguran como
castigador. Es un desvarío, una tentación, una alienación que nos impide
reconocer lo que somos en realidad y tomar decisiones justas.
En la celebración de la natividad que ahora preparamos, late como en un
núcleo toda la revelación del poder del Señor: un niño nacido en pobreza y
desamparo.
Cómo puede haber poder y fuerza, según nuestros estándares, en tal
muestra de debilidad y exclusión?
Ese es el asombro que causa el misterio y que sólo se responde
plenamente con adoración.
La adoración es el contraflujo de la corriente de rebeldía que recorre
el mundo.
Salmo
responsorial: 95
REFLEXIÓN
delante
del Señor, que ya llega, / ya llega a regir la tierra: / regirá el orbe con
justicia / y los pueblos con fidelidad
En consecuencia eso hacemos nosotros, eso debemos hacer: cantar y contar
que el que llega viene a regir con justicia y
fidelidad.
Algo que todos necesitamos y por lo que clamamos, seamos o no creyentes.
La
liturgia de adviento nos renueva el anhelo sobre la venida del Señor para una
mayor justicia y nos anima a escrutar los signos de esa justicia en los acontecimientos
cotidianos del mundo y nuestro contexto próximo.
Mateo
18,12-14
REFLEXIÓN
Y si la
encuentra, os aseguro que se alegra más
por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado
No se
siente cómodo sabiendo que una está perdida.
No
quiere decir que por una expone 99 a la inseguridad.
Nos
habla, no de número sino de calidad.
No hay
uno solo que no importe, como para no dedicarse a buscarlo.
Es el
cuidado y la intensidad de amor del Señor, que apacienta sus ovejas.
Un
pastor hecho y derecho, ama sus ovejas, hasta el extremo de no considerarlas
sólo rebaño, sino únicas, cada una, en el rebaño.
Es una
consigna: que nadie se pierda.
Todo
esfuerzo por el Reino cuenta con ello.
La
preocupación por los que no se pierden no se compara con la de los extraviados.
Una
imagen que refuerza es la de la madre angustiada por el hijo descarriado. Pareciera
no tener más hijos.
Y sin
embargo por el débil tiene debilidad, porque sabe su dificultad y calibra su
responsabilidad, en forma diferente a los que juzgan desde fuera.
No quiere decir que no se alegre por las que no se pierden. Más bien
descansa sabiendo que están bien.
La alegría es porque la perdida ha sido hallada.
Lo mismo
vuestro Padre del cielo: no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños.
Cuando
los extraviados son pequeños, que todos lo podemos ser, porque no alcanza
nuestra estatura para justificarnos, ni damos muestras de suficiente fuerza
para emprender solos el viaje de retorno.
Para el Padre todos somos pequeños mientras consintamos en que la
verdadera salvación viene de su mano.
No puede considerase pequeño quien no reconoce su necesidad de salvación
en el sentido que no lo aporta el mundo.
Ignacio de Loyola aceptaba para su mínima Compañía de Jesús gente
desgarrada del mundo. Para quienes después de experimentada la solución que
brindaba el mundo a la necesidad de salvación, se volvían a la única plena.
Hay por tanto una especie de adolescencia en la fe por la cual buscamos
afanosamente salvación en cuanto rincón se nos antoja interesante para
explorar. Hasta que nos abrimos a reconocer que no viene de allí lo que nos
satisface a plenitud.
Entonces
estamos preparados como pequeños para la alegría del Padre que nos ha estado
buscando por estar perdidos.
https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1468171471126151168?s=20
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