sábado, 7 de mayo de 2022

DOCTORES DE LA IGLESIA

 


San Cirilo de Alejandría Sobre el evangelio de San Juan 4,2

«Por todos muero, dice el Señor, para vivificarlos a todos y redimir con mi carne la carne de todos. En mi muerte morirá la muerte y conmigo resucitará la naturaleza humana de la postración en que había caído. «Con esta finalidad me he hecho semejante a vosotros y he querido nacer de la descendencia de Abrahán para asemejarme en todo a mis hermanos». San Pablo, al comprender esto, dijo: Los hijos de una misma familia son todos de la misma carne y sangre, y de nuestra carne y sangre participó también él; así, muriendo, aniquiló al tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo. Si Cristo no se hubiera entregado por nosotros a la muerte, él solo por la redención de todos, nunca hubiera podido ser destituido el que tenía el dominio de la muerte, ni hubiera sido posible destruir la muerte, pues él es el único que está por encima de todos. Por ello se aplica a Cristo aquello que se dice en un lugar del libro de los salmos, donde Cristo aparece ofreciéndose por nosotros a Dios Padre: Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y en cambio me abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio, entonces yo dije: «Aquí estoy».

REFLEXIÓN

Jesús logra, muriendo y resucitando por el Espíritu del Padre, abatir la muerte como última palabra, voluntad, señorío frente a la vida plena de Dios, que desde siempre estuvo disponible para ser compartida con toda la creación, eminencialmente con los humanos, estén donde estén. Así Jesús es la última palabra y definitiva a favor de la vida desde, en y con Dios, comunidad trinitaria. Mientras esta solución en Jesús nos se hubo dado, la familia de Dios no estuvo completa ni perfecta.

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