lunes, 15 de abril de 2024

DOCTORES DE LA IGLESIA

DOCTORES DE LA IGLESIA

 


De las disertaciones de san Atanasio, obispo
(Disertación sobre la encarnación del Verbo, 8-9: PG 25, 110-111)


LA ENCARNACIÓN DEL VERBO

El Verbo de Dios, incorpóreo e inmune de la corrupción y de la materia, vino al lugar donde habitamos, aunque nunca antes estuvo ausente, ya que nunca hubo parte alguna del mundo privada de su presencia, pues, por su unión con el Padre, lo llenaba todo en todas partes.

REFLEXIÓN

Nunca hubo un mundo sustentado en sí mismo, y se contradice así el Big Bang absoluto, lectura preferida de los no creyentes. En cada resquicio de la materia, se da el sello de Creada. No sabemos entonces que sea la Naturaleza pura, sin el soporte divino. Desde la lectura teológica de fe.


Pero vino por su benignidad, en el sentido de que se nos hizo visible. Compadecido de la debilidad de nuestra raza y conmovido por nuestro estado de corrupción, no toleró que la muerte dominara en nosotros ni que pereciera la creación, con lo que hubiera resultado inútil la obra de su Padre al crear al hombre, y por esto tomó para sí un cuerpo como el nuestro, ya que no se contentó con habitar en un cuerpo ni tampoco en hacerse simplemente visible. En efecto, si tan sólo hubiese pretendido hacerse visible, hubiera podido ciertamente asumir un cuerpo más excelente; pero él tomó nuestro mismo cuerpo.

REFLEXIÓN

No es asunto de visibilización, como pretenden tantas campañas por ciertas minorías. Valerosas eso sí, pero con el germen del ansia de poder político hegemónico dominante. Es decir que nuestro modelo de visibilización sin ágape fraterno es un desquite. Se encarna por y para la Caridad: que se participe en su Gloria para felicidad de todos y todas-

En el seno de la Virgen, se construyó un templo, es decir, su cuerpo, y lo hizo su propio instrumento, en el que había de darse a conocer y habitar; de este modo, habiendo tomado un cuerpo semejante al de cualquiera de nosotros, ya que todos estaban sujetos a la corrupción de la muerte, lo entregó a la muerte por todos, ofreciéndolo al Padre con un amor sin límites; con ello, al morir en su persona todos los hombres, quedó sin vigor la ley de la corrupción que afectaba a todos, ya que agotó toda la eficacia de la muerte en el cuerpo del Señor, y así ya no le quedó fuerza alguna para ensañarse con los demás hombres, semejantes a él; con ello también, hizo de nuevo incorruptibles a los hombres, que habían caído en la corrupción, y los llamó de muerte a vida, consumiendo totalmente en ellos la muerte, con el cuerpo que había asumido y con el poder de su resurrección, del mismo modo que la paja es consumida por el fuego.

REFLEXIÓN

No es tan fácil de asumir este argumento, pero es el desafío diario cuando los cuerpos de toda edad y condición mueren, quedan sin vida biológica y son carne de corrupción. La esperanza de los no creyentes es que pasando el tiempo ya no será así, y la vida permanente estará a nuestra disposición. Es un asunto del persistencia generacional. La vida podría estar a nuestra disposición creativa pero no la incorruptibilidad.

Por esta razón asumió un cuerpo mortal: para que este cuerpo, unido al Verbo que está por encima de todo, satisficiera por todos la deuda contraída con la muerte; para que, por el hecho de habitar el Verbo en él, no sucumbiera a la corrupción; y, finalmente, para que, en adelante, por el poder de la resurrección, se vieran ya todos libres de la corrupción.
De ahí que el cuerpo que él había tomado, al entregarlo a la muerte como una hostia y víctima limpia de toda mancha, alejó al momento la muerte de todos los hombres, a los que él se había asemejado, ya que se ofreció en lugar de ellos.

REFLEXIÓN

Lo que puede ser difícil por no imposible de gestionar en la vida de laboratorio, es el amor ofertado por Jesús al morir para dar vida. Caridad que persiste  en la Eucaristía perpetua de la Iglesia peregrina.

De este modo, el Verbo de Dios, superior a todo lo que existe, ofreciendo en sacrificio su cuerpo, templo e instrumento de su divinidad, pagó con su muerte la deuda que habíamos contraído, y, así, el Hijo de Dios, inmune a la corrupción, por la promesa de la resurrección, hizo partícipes de esta misma inmunidad a todos los hombres, con los que se había hecho una misma cosa por su cuerpo semejante al de ellos. 
Es verdad, pues, que la corrupción de la muerte no tiene ya poder alguno sobre los hombres, gracias al Verbo, que habita entre ellos por su encarnación

REFLEXIÓN

La creación restaurada en Jesús de Nazareth resucitado es Nueva Creación, y su visibilización son los relatos antiguos y actuales de testigos santos y santas que no cesan de aparecer en todas partes. No mirarlos y admirarlos es un terrible astigmatismo. Son los testigos que hablan a la fe de la vida eterna más allá de la muerte temporal, histórica.

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