domingo, 20 de octubre de 2024

SAN CARLO DE JESUS ACUTIS DE ASIS

DOCTORES DE LA IGLESIA

 


LA ORACIÓN DE CARLO ERA EN LO OCULTO

DOMINGO, XXIX SEMANA

De las homilías de san Juan Crisóstomo, obispo, contra los anomeos
(Homilía 7, 4-5: PG 48, 773-775)
No es tiempo de coronas y de premios, sino de luchas

Mientras Jesús iba subiendo a Jerusalén, se acercó a Jesús la madre de los
Zebedeos con sus hijos, Santiago y Juan, y le dijeron: Ordena que estos dos hijos
míos se sienten uno a tu derecha y el otro a la izquierda. En cambio, el otro
evangelista pone esta petición en boca de los hijos. Sin embargo, no existe
discrepancia alguna, ni tenemos por qué detenernos en tales minucias. La
verdad es que, habiendo enviado por delante a la madre para preparar el
terreno, después que ella hubo hablado, fueron ellos quienes presentaron la
petición, sin saber, desde luego, lo que pedían, pero pidiéndolo efectivamente.
Pues aun siendo apóstoles, eran, no obstante, todavía muy imperfectos, como
polluelos que se remueven en el nido por no haberles aún crecido las alas.
Porque es muy útil que sepáis que, antes de la pasión, los apóstoles andaban
como inmersos en un mar de ignorancia, por lo cual increpándolos les decía: A
estas alturas, ¿tampoco vosotros sois capaces de entender? ¿No acabáis de
entender que no hablaba de panes al deciros: Mucho cuidado con la levadura
de los fariseos? Y de nuevo: Muchas cosas me quedan por deciros, pero no
podéis cargar con ellas por ahora. ¿Te das cuenta de que no tenían ideas claras
acerca de la resurrección? El evangelista lo subraya, diciendo: Pues hasta
entonces no habían entendido que él había de resucitar de entre los muertos. Y
si esto desconocían, con mayor razón ignoraban otras cosas, como por ejemplo
lo referente al reino de los cielos, a nuestras primicias y a la ascensión a los
cielos. Arrastrándose sobre la tierra, eran todavía incapaces de levantar el vuelo
a las alturas.
Imbuidos, pues, como estaban de esta opinión, y esperando como esperaban
que de un momento a otro iba Jesús a instaurar el reino en Jerusalén, eran
incapaces de asimilar otra cosa. Convencimiento que el otro evangelista subraya
diciendo que los apóstoles creían ya próximo el advenimiento de su reino, al que
se imaginaban como uno de tantos reinos de la tierra; pensaban que se dirigía a
Jerusalén a inaugurar su reino, y no a la cruz y a la muerte. Pues aun cuando lo
habían oído mil veces, su entendimiento estaba bloqueado a la comprensión de
estas realidades.
No habiendo, pues, alcanzado todavía un evidente y exacto conocimiento de
los dogmas, sino creyendo dirigirse a un reino terreno y que Jesús iba a reinar
en Jerusalén, tomándolo aparte en el camino, estimando que la ocasión era
pintiparada, le formulan esta petición. Pues habiéndose separado del grupo de
los discípulos, y como si todo dependiese de su arbitrio, piden un puesto de
privilegio y que se les aseguren los cargos más importantes, como quienes
pensaban que las cosas estaban ya tocando a su fin y que el asunto estaba a
punto de cerrarse, y que era llegado el tiempo de las coronas y de los premios.
Lo cual era el colmo de la inconsciencia.
Pues bien, hecha esta petición, escucha lo que les responde Jesús: No sabéis
lo que pedís. No es tiempo de coronas y de premios, sino de combates, luchas,
sudores, de pruebas y de peleas. Esto es lo que significa la frase: No sabéis lo
que pedís. Todavía no habéis probado las cárceles, aún no habéis salido a la
palestra para combatir. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de
bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar? En este pasaje llama
cáliz y bautismo a su cruz y a su muerte: cáliz, por la avidez con que lo apura;
bautismo, porque por medio de su muerte iba a purificar el orbe de la tierra; y
no sólo lo redimía de este modo, sino mediante la resurrección, si bien ésta no le
resultaba penosa. Les dice: El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os
bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, refiriéndose de este
modo a la muerte. Santiago fue efectivamente decapitado, y Juan fue varias
veces condenado a muerte. Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no
me toca a mí concederlo; está ya reservado. Vosotros, ciertamente, moriréis, os
matarán, conseguiréis la corona del martirio; pero en cuanto a que seáis los
primeros, no me toca a mí concederlo: lo recibirán los que luchan, en base a su
mayor esfuerzo, en atención a su mayor prontitud de ánimo.


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